Athenea Digital. número 6- otoño 2004

Sennet, Richard (1970)
Vida urbana e identidad personal. Barcelona: Ediciones Península. 2002.



Liliana Edith Ferrari
Universidad de Buenos Aires
ferrarililiana@hotmail.com

 

Esta no es una novedad bibliográfica, la versión inglesa original es de 1970, la primera traducción castellana se realiza en 1975 y vuelve a editarse en versión de bolsillo en diciembre del 2001. Sin embargo, tampoco puede ser considerada solamente una ocasión editorial en torno a la corrosión del carácter. Por muchas razones la combinatoria entre filosofía pragmatista y una sociología neointeraccionisma tiene un efecto de resistencia académica y de reactancia social, si a esto se le añade la continuidad sui generis con la posición de Frankfurt y la psicodinámica culturalista, leer “los usos del orden” se convertirá en una alternativa posible a las órdenes de uso de la sociología y la psicología social de una época. Más acá de los efectos, la filosofía pragmatista que ensaya la escritura de Sennett apunta y dispara a un tiempo hacia la identidad como coherencia y como refugio, hacia la comunidad purificada de los iguales y al enlace entre las mismas: la mentalidad milenarista urbana.

La primera parte del libro expone el advenimiento de una subjetividad histórica nueva, la identidad purificada, de una forma instituida para su funcionamiento social, el mito de la comunidad purificada, y de su derivación en metáfora tecno-maquínica al diseño arquitectónico de las ciudades, que se implanta sobre la vida de las mismas mediante la asignación de espacios unifuncionales y homogéneos.

Las consecuencias y las alternativas se discuten y argumentan en la segunda parte del texto, donde la identidad personal vuelve a retomarse en torno a una diferencia crucial, al modo de un conjunto de atributos que confirman la identidad como lo idéntico, o como una serie de actos en los que se habilita experiencia. Si la primera modalidad resulta tanto del fracaso de los primeros sueños adolescentes como del triunfo del ego que se instala en la seguridad de las rutinas de lo mismo, la segunda, formulada por Sennett como identidad adulta, adquiere la fragilidad e inconsistencia de definirse por su actividad de interesarse y enfrentarse a la cualidad de ser diferente. Las acciones que se habilitan para esta segunda forma de identidad remiten a un espacio social concebido como comunidad de supervivencia, en donde la confrontación de diferencias se mantiene renuente a la gestión burocrática y con un diseño urbano que permita la conexión de las desemejanzas, en espacios de finalidad no preasignada.

La secuencia del texto no es casual, el deseo de pureza, traducción del temor a lo desconocido y del anhelo de esclavitud contemporáneos es el resultado evolutivo concreto por el que, en la adolescencia, algunos individuos resuelven la tensión entre el mundo interno y el social a favor de la propia imagen y en oposición a los materiales sociales que podrían haberse convertido en ocasión de experiencia de lo diverso, del desorden y el dolor. El deseo de pureza es una emoción creada en un momento específico del tránsito adolescente a expensas de la anulación de la experiencia, aplicado al ego y a favor de su consistencia e inmunidad, estructura la identidad personal como coherencia de lo idéntico. Esta identidad coherente es el retrato final que se rescata como carta de triunfo de una operación de mezquindad emocional, puede ahora proyectarse en sucedáneos imaginarios de las formas adultas, donde el mundo, los otros, se tratan como continuidad de lo que se quiere ser, de lo que se quiere tener, de lo que se pretende hacer.

La estratégica lectura y uso de Weber, Tocqueville y Haussmann, permiten al autor situar bajo la forma del milenarismo urbano igualitarista - que requería la duplicación de espacios y la fascinación de las perspectivas- dos tipificaciones contemporáneas de identidad purificada, postrevolucionarios y planificadores. En esa línea, tres soportes sociales potencian la identidad coherente de lo que en trabajos posteriores Sennett ha llamado carácter, se trata del trabajo profesional, la búsqueda del amor ideal y una modalidad de competencia específica, por la que se autosostienen los individuos en una posición invulnerable e inconmovible de antemano que anticipa el desenlace de los deseos extraordinarios en las vidas ordinarias. Muerto al llegar, el nuevo puritanismo revela un potencial de sacrificio inédito al de su predecesor, la experiencia social diversa resulta intrusiva, mientras la densidad del presente puede ser anulada como facticidad a partir del recurso a proposiciones trascendentales que se producen en dos direcciones: culpabilidad individual generalizada y actuación social ante lo diferente como ocasión de castigo y venganza.

Esta complementariedad específica entre identidad personal, comunidad y organización urbana se produce a partir de la polarización entre familia intensa y procedimientos burocráticos impersonales, propios de las ciudades opulentas. Implica además usos específicos de la opulencia que pueden caracterizarse por:

A distancia de una polis de iguales creyentes solidarios, y más lejos aún de la posibilidad de una administración burocrática con concesiones periódicas al carisma de los arquitectos de turno, Sennett ensaya la imaginación de un crecimiento urbano que asume el riesgo de no autoasegurarse en la igualdad.

Si aún hoy la mayoría de los cambios y desarrollos urbanos, se proyectan direccionados a la pobreza y a la violencia explosiva de las ciudades, revisitar el texto de Sennett nos permite problematizar las consecuencias restrictivas de ciertos usos y aplicaciones de la abundancia, la identidad y las comunidades de creencias.