Athenea Digital- núm. 5 Primavera 2004-

Dupuy, Jean-Pierre (1999)
El pánico. Barcelona: Gedisa



Álvaro Ponce Antezana
Programa de Doctorat de Psicologia Social
Universitat Autònoma de Barcelona
poncantz@yahoo.com

 

¿Cómo se mantiene unida una sociedad?, ¿Por qué las crisis que las desgarran o los miedos que habitan en ella no degeneran en desordenes generalizados o en desbandadas desenfrenadas?, ¿Qué es lo que vincula a los hombres entre sí en un contexto social?, estas son interrogantes a las que, como afirma Dupuy, “No hay ciencia social ni pensamiento de lo social en general que no suponga una respuesta a estas preguntas. Pero tampoco hay preguntas más difíciles. La diversidad de respuestas dadas desde que los hombres se plantean estas preguntas se corresponde con la complejidad del tema” (p. 27)

Efectivamente, es a través de éstas interrogantes de carácter general, que Jean-Pierre Dupuy, profesor en la Escuela Politécnica de París y en la Universidad de Stanford, así como creador, impulsor y director del C.R.E.A. (Centre de Recherche en Épistemologie Appliqué), conforma el eje central de su teorización, para luego analizar una temática en particular, “El Pánico”, elemento peculiar dado que explicita en su consideración, la oposición, contradicciones y paradojas que existen al interior de las diversas perspectivas psicosociales y psicoanalíticas así como las teorías sistémicas y de juego que se han dado sobre el tema.

El pánico, que desde su concepción mítica de la cultura griega, y por defecto de la mítica occidental, otorgan una forma de nombrar a esa súbita desaparición del orden social, a esa confusión que envuelve a una masa, aturdiendo las conciencias y animándolas a lanzarse en una carrera desenfrenada o realizar aquello propio de la inmediatez, que en el aposteriori siempre referimos con sorpresa de ¿cómo pudo ser posible?, a eso es lo que llamamos pánico.

El mito griego, menciona al dios Pan, como el dios de los pastores, su culto se originó en Arcadia, y más tarde se expandió más allá del mundo griego, hijo de Hermes, (mensajero de los dioses), Pan, que es mitad hombre, mitad macho cabrío, es a un tiempo monstruo y seductor, virtuoso de la flauta e insaciable amante de las ninfas, poseía rasgos muy inquietantes: podía aparecer súbitamente saliendo de la sombra de un arbusto e inspirar un terror repentino. Así, la irracionalidad representada por Pan se recuerda en la palabra usada para describir el miedo extremo que elimina toda forma de raciocinio, el pánico.

Los griegos, a través de la existencia de Pan, se explicaban todo aquello que no tenía causa, convertían tal deidad en la razón de lo sin razón, así el paso de un grupo de Arcadianos griegos y civilizados, repentinamente se podían convertir en una horda salvaje.

Pero más allá del mito, ¿cómo es posible comprender tal fenómeno?, es justamente en el intento explicativo del pánico, que lo interno y lo externo se vuelven una verdadera paradoja, en donde enfilan los intentos teóricos en un continuo que va desde los que lo consideran como un hecho inexistente (un verdadero mito), hasta los que lo consideran como lo destructor de toda reglamentación social, otros lo formalizan como la desaparición de la individuación y la conducción a lo más primitivo fundido en un todo, en una masa social, es entonces tal peculiar fenómeno el que a través de las formas racionales no se le ha podido asentar alguna unidad de análisis, puesto que en cada fragmentación del fenómeno, se vuelve un intento inútil el bosquejar a un movedizo elemento que encarna los más opuestos y disímiles lugares.

El pánico aparece así como fenómeno particular presente en el imaginario colectivo que cuando se propaga en la sociedad, ésta se disgrega, se descompone, pero al mismo tiempo el pánico es totalización, formación de un todo al arrastrar con él a toda una agrupación. De ésta manera el pánico presenta una oscilación de lo individual a lo colectivo, conduciéndonos a giros paradójicos, en donde lo microscópico se comunica de modo instantáneo con lo macroscópico, por ello es que una dificultad de explicación de ciertas teorías holistas como psicologías de las masas, no pueden explicar este doble movimiento de descomposición e individuación y la totalización o formación de un todo, así como tampoco pueden explicar el aspecto “contagioso” del pánico.

Dupuy quiere enfrentar a través del análisis meticuloso propio del pensamiento analítico, las respuestas dadas a explicar el pánico desde las escuelas Estado Unidense y Francesa, en investigación de campo, así como las dadas a través de la psicología de las masas y de las teorías de la económia política, pero es dentro del radio de éstas últimas en donde en un aunar la masa, el pánico y el mercado, logra forjar en una misma estructura la perspectiva general del fenómeno, el emerger de las distintas miradas en la construcción de un esquema conceptual propio que limita, y permite justamente esto, analizar fenómenos liminares como el pánico sin desconocerlo de lo intrínsicamente endógeno al propio sistema social, y sin desconocer su apariencia exógena al mismo, en definitiva considerando su raíz auto-productiva.

Así hace frente a tal tarea, a través de la utilización de dos nociones fundamentales dentro de su análisis:

El Partage, noción que constituye tanto la acción de descomponer algo en sus partes, partirlo, cuanto la acción de compartir, tomar parte o participar en algo; supone pues la unión de dos cosas inmediatamente contradictorias, separar unir; hacer partes o partición y formar parte o participar; en el primer caso algo se descompone en los elementos que lo forman, para hacerlos claros y distintos; en el segundo, lo que está separado es mediado para establecer un puente que lo una, que lo haga copartícipe.

La Contención, es una noción bifronte, pues contener supone la acción de refrenar o someter a un límite algo que, en caso contrario, quedaría suelto y se desbordaría, pero también denota la situación de llevar o tener dentro de sí algo que de este modo deja de ser considerado como exterior; que algo contenga alguna otra cosa significa, pues, a la vez que la tiene a raya y la incorpora.

Dupuy, así, intenta formalizar su pensamiento en la consideración de que las cualidades de los procesos operativos a distintos niveles comparten características comunes, siendo la más importante la constitución de una entidad unitaria (pueden ser ejemplos un sistema de células o un sistema monetario determinado) que a primera vista, parece como algo exterior a sus componentes, pero que sin embargo, es generado en forma endógena por el entrelazamiento de aquellos mismos componentes. En este sentido lo que puede aparecer como exógeno (lo Otro), es posible de ser constituido endógenamente si uno mira la lógica inclusiva completa de la situación y sus propiedades emergentes.

“La sociedad se mantiene unida por sí sola, es decir, más allá o, mejor dicho, más acá de la voluntad y de la conciencia de los individuos que, sin embargo, lo actúan.” (p. 27)

La idea misma de ciencia social está estrechamente vinculada al descubrimiento de las propiedades auto – organizadoras de lo social, es decir, “Al hecho de que lo social no es ni el producto de un “programa externo” (Voluntad de un radical Otro) ni de un “programa interno” (voluntad general, contrato social, actividad constituidora (fabricatrice) de un Estado)” (Prólogo de R. Ramos Torres, p. 16)

Para pensar tal autonomía de lo social es necesario un diálogo interdisciplinar, y también el diálogo interparadigmático en el interior de una misma disciplina. Pudiendo así tanto la lógica del Partage y la Contención mostrar sus capacidades reveladoras.

Se ha de pensar analíticamente la autonomía de lo social, para lo cual se han de realizar básicamente dos situaciones.

1. Aclarar esa autonomía considerando las propuestas teóricas de la cibernética y ciertas concepciones de la biología. (Acá trascendiendo las formas disciplinares, y siguiendo la lógica de los sistemas autoorganizados, o sea, introduciendo el diálogo interdisciplinar)

2. Retratarla en lo que tiene de específico y diferencial. (Acá ateniéndose a lo propio de la morfogénesis, lo que llevará a indagar en el principio de imitación y su correlato antropológico, el homomimetius, lo que supone trascender las tradiciones del homus sociológicus y elhomooeconomicus (1).

Dupuy plantea que es necesario entonces (sobre todo en relación con el primer aspecto antes señalado) la práctica de pensamiento y diálogo interdisciplinar, pero al mismo tiempo señala a la vez que son difíciles y que pueden fácilmente terminar en una simple parodia.

La dificultada principal, radica en:

“La improbable voluntad o competencia de las partes para escuchar y comprender cabalmente las “verdades” del otro” (Prólogo de R. Ramos Torres, p. 17)

El interés por promover esos diálogos es una idea compleja, ya que en muchas ocasiones tales diálogos se quedan en solo una sumatoria de imitaciones de las disciplinas más duras, que sobre la utilización abusiva de metáforas, configuran sistemas conceptuales sugerentes pero vacíos. Así, si al incluir a la biología, a la cibernética o a la física en el diálogo, se llega a dibujos de lo social retratado en estructuras discipativas, cuánticas o como un súper organismo vivo, con lo que ciertamente no se adelanta nada al respecto. Por tanto, no se trata de proceder de una manera reduccionista de llevar lo social a lo biológico ni de la acumulación de simples tropos biologistas, sino que más bien la intención se debe abocar a encontrar lo que comparten sistemas que siendo muy diferentes entre sí, mantienen una característica común, que conviene pensar en sí misma; su autonomía a la vez organizacional, informacional y evolutiva. Es decir se busca un proceso integral, casi dialéctico, más que una simple acumulación o sumatoria de imágenes descontextualizadas.

Es entonces a través de esta mirada, que se vuelve posible comenzar a trazar la galaxia auto, que puede especificarse de múltiples formas: auto-organización, auto-trascendencia, auto-referencia, auto-exteriorización, auto-complejización, auto-realización, etc., y que van a ser tales, las que harán posible considerar ambos lados de la paradoja, logrando aunar aquello que parecía irreconciliable, o que cuyas conexiones no estaban del todo claras, pudiendo dejar de lado explicaciones que tienden a otorgan a algo externo, como un mito, una deidad, un demonio o cualquier forma de mal, lo que finalmente es producto de la propia humanidad y sus relaciones, sobre todo en el caso de un objeto tan antiguamente de moda como el pánico. Queda por cierto, a criterio del lector si la consideración del final respecto a las formas de sociología más bien cuantitativa, es en definitiva la más acertada ante la “complicación” de las escuelas psicológicas de las profundidades, situación que en ciertos niveles, no deja de ser cierta.

Notas

(1) La hipótesis del mimetismo, alude a la situación de que los seres humanos se imitan unos a otros en su deseo; y en donde nunca se desea otra cosa que lo que el otro desea. Así, en el mecanismo mimético, la situación original no puede ser la de un sujeto A que imita el deseo de otro sujeto B que desea en forma autónoma, ya que la mimesis es universal (y por tanto afecta a todos los sujetos). Por tanto, uno debe asumir una doble imitación, en la que A imita a B y B imita a A. Los objetos emergen de este mecanismo conforme a la lógica de la profecía autocumplida. Es decir, que A cree que B desea a O, da sus primeros pasos hacia O, significando así a B que O es deseable. Cuando B a su vez manifiesta su deseo, A tiene la evidencia de que no se equivocó. El objeto O no es un origen, ya que es de hecho un efecto, que emerge en esa relación, es un suplemento; en el origen solamente está la repetición.