El cerro de la mañana. Diario de campo

The hill in the morning. Field diary

  • Jesús González Mariscal

Lo que aquí se presenta es un fragmento del trabajo de campo que realicé en el desierto de Wiricuta con un grupo de danzantes aztecas durante la peregrinación del peyote… Se trata de un grupo interesado en conservar las tradiciones prehispánicas, forma parte de lo que se ha convenido en llamar el movimiento de la “nueva mexicanicad” y sobre el que estoy centrando mi trabajo en estos momentos.

Este diario sólo es un intento de transgresión del discurso académico que se propone desde las ciencias sociales, en este caso la antropología… tan sólo trato de dar un sutil soplo a la burbuja en la que se encuentra el discurso académico esperando tener la suerte de que choque con cualquier filo que la haga estallar y derramarse… no sé… una forma es introducir los recursos estilísticos, literarios, dentro de los ensayos académicos, algo que ya algunos veníamos intentando desde el ámbito político… y otra de las formas es romper las fronteras que han construido entre los diferentes terrenos del conocimiento, lo que llamamos disciplinas, y que han parcelado a este conocimiento en compartimentos estancos que impiden ver todo su flujo de relaciones…

Sólo espero que lo disfruten y que contribuya de alguna manera a la crítica que muchos de nosotros estamos intentando hacer desde la deconstrucción de esto que se empeñan en mostrarnos como la realidad… sea esta una acción directa contra la dictadura de la percepción…




  estábamos en lo alto del cerro de la mañana. el bernalejo. el eje de wiricuta, el espejo del 
águila.

  comenzaron a sonar las mandolinas, las conchas y las sonajas. nuestras voces y los caracoles 
acompañaron al viento saludando a los cuatro rumbos, y éste, como si no pudiese contener la alegría 
de la bienvenida, nos sorprendió, regalándonos una ligera lluvia. recordé que los huicholes llegan 
aquí para realizar ofrendas a la diosa lluvia en su peregrinación del peyote, para que ésta nutra 
las tierras durante el año próximo. la magia del desierto comenzó a llamarme. pude escuchar 
nítidamente su potente g r i t o de s i l e n c i o.

  cantamos durante unos minutos dando las gracias al venado azul por habernos traído hasta aquí,
mientras algunos de nosotros abríamos nuestros brazos con las palmas de las manos extendidas cuál 
oídos que podían capturar las vibraciones de la música y el lugar. tras montar el pequeño altar 
entre unas piedras propusieron comenzar a hacer las ofrendas que dejaríamos más tarde. traían una 
bolsa con diferentes hilos de colores. cada uno agarró dos pequeños palos y comenzamos a hacer 
esta pequeña artesanía huichol que consiste en colocar los dos palos en cruz y comenzar a hilar 
los hilos de tal manera que se teje una especie de cometita de colores. también las adornamos con 
diferentes flores y penachos de hilo improvisados, creando una diversidad de diferentes ofrendas 
realmente graciosas, muy lindas.
  
  se comentó que los huicholes piensan que al realizar estos movimientos específicos para hilar uno 
va dejando parte de sí, parte de la experiencia que ha ido amontonando durante el último tiempo.

  una vez que fuimos finalizando comenzaron a aparecer los escasos alimentos que cada uno había 
traído, ya que este día se consideraba como de ayuno casi completo. tomamos queso de cabra, hecho 
en el rancho, con pan, diferentes dulces, frutas, pan de cereales, pero no de manera copiosa, sino 
compartiendo lo poco que cada una tenía. esto generó un agradable clima fraternal, en el que los 
alimentos circulaban de mano en mano tomando pequeños pedacitos y en el que lo compartido se tornó 
sumamente sabroso.

  tras comer propusieron comenzar a ir dejando una a una las ofrendas, las que habíamos hechos
todos juntos y las que cada uno hubiese traído. antes de acudir al altarcito me acerqué a unos 
cuantos que andaban fumando mota. sólo fumé un par de caladas, pero desencadenó de manera 
importante todo lo que iba a vivir a partir de ese momento.

  salté de roca en roca hasta donde se encontraban reunidos. formaban un semicírculo alrededor del 
altarcito recién armado, por el que iban pasando, una a una, a dejar su ofrenda, las diferentes 
personas del nutrido grupo. de nuevo la música sonaba. sonaba expresando todo lo que nuestros 
labios no podían decir entretenidos en la letra de los cantos. sus sonidos recorrían cruces, 
espejos, flores y dioses.

     llegó mi turno. clavé una rodilla en el suelo, coloqué mi mano, portando lo que quise que 
fuera una cometita adornada con flores amarillas, encima del cáliz que contenía el humeante 
incienso abrigado entre las brasas. mi mano dibujó dos cruces en el aire cortando la abundante y 
olorosa fumarola, que atrapé trazando dos círculos en cada sentido. la mano se arrimó a mis labios 
y recorrió la suficiente distancia para depositar la cometa sobre la roca.

  retrocedí unos metros y me quedé observando. mi mirada comenzó a recorrer la imagen en frente de 
la cual permanecía dibujando giros de sorpresa. en ese momento llegó ángela hasta mi altura con su 
ofrenda en la mano decorada por unas últimas flores que me hablaron mucho acerca de ella. recordé 
las palabras anteriores acerca de lo que los huicholes pensaban de la realización de esta 
artesanía, y pude sentir la brisa colmada de belleza contenida en el soplo que ángela ofrecía

  su soplo era de hierbabuena y miel,
  de los que estimulan y endulzan delicadamente.

  regresó tras dejar la ofrenda. nuestras miradas cruzadas se preguntaron: ¿qué tal? comentamos que 
impresionados. le dije que sí, que la situación estaba siendo de una intensidad brutal. le dije que 
había traído la cámara de fotos, pero que no la había sacado hasta ahora porque había algo, no se 
el qué, que me decía que así estaba bien, que un solo intento de atrapar el momento podía hacer que 
se desvaneciese, al menos para mi. ella me comentó que dicen que las fotos roban las almas de los 
lugares y le dije que qué bien, que no me quería llevar nada de allí, que la energía fluía de una 
manera tan vertiginosa que retenerla de alguna manera no me latía.

  durante la pequeña conversación se nos escaparon unas cuantas risas, olvidando por un momento la 
relevancia de esta parte del ritual en la que nos encontrábamos. caímos en la cuenta, nos miramos 
avergonzados cómplicemente, y nos acercamos al altar. nos ofrecieron un par de sonajas como quién 
ofrece unos auriculares para el deleite del sonido. comenzamos a acompañar los cantos y los sonidos 
de mandolinas y conchas. los caracoles invocaban a los cuatro rumbos cada cierto tiempo. contemplé 
minuciosamente el paisaje. la fuerza que irradiaba esta imagen iba mucho más allá de la mera 
percepción visual. el altar estaba compuesto por una tela que contenía un híkuri dibujado

                          sobre la que permanecía un híkuri recién encontrado,
                                      el fuego y el
                                  agua;
                          el copal humeante,
                    espejitos,

xochill: el movimiento, la transformación
y todas las lindas diversas ofrendas que habíamos entregado: cometitas de colores, colores de 
cruces, diferentes artesanías en jade, collares, orejeras, tabaco, ramilletes de flores, flores 
sueltas....

  los sonidos estaban atravesándome, sumergiendo a mi cuerpo en un mar en el que me diluía, en unas 
olas con las que me derramaba sobre la arena. era tan ardiente el flujo de intensidades que 
prendieron los límites de mi piel, mis pensamientos y sentimientos. podía sentir a cada uno de mis 
poros respirando fuego, cómo ese aire recorría el laberinto de mi cuerpo rincón a
rincón colmándome por completo.

  la sonaja introdujo a los flujos de mi cuerpo en una espiral de movimiento con un enorme carga de 
contenido emocional.     híkuri me dijo que él es dios.    desestructuró todos mis andamios 
construidos en occidente. lo que asocio al dios que me trataron de inculcar es una complicada 
maquinaria de ejercicio del poder a través de la represión del deseo. porque asocio dios a la idea 
del dios de la religión cristiana que me toco vivir. un dios abstracto. que está en el cielo y me 
vigila continuamente. un dios que castiga. un dios copioso, al que parece gustarle la plétora. un 
dios que ejerce la peor represión sexual de la historia. una historia repleta de robo y sangre. un 
dios ante el que hay que subordinarse para recibir su misericordia.

  hikurí me dijo que el es dios.        que el es dios y que es una planta. es un cactus. me dijo 
que él està en la tierra. no en el cielo. que no quiere saber nada de la opulencia y la ostentación 
con la que parece ser se muestran otros dioses. que él es el que me encuentra a mi. que yo al 
encontrarle a él me encuentro a mi. que yo formo parte de él. que él forma parte de mi.

  hikuri me dijo que el es dios.        estaba sintiendo, escuchando claramente y de manera muy 
potente al venado azul.......... hikuri. escuchar en su sentido más amplio, atravesando las 
fronteras del sonido para escuchar con todo mi cuerpo. cada palmo de mi piel podía sentir su 
presencia.

  una de las estructuras más represivas de mi deseo es lo que llamo y me llaman yo. la 
concepción yoica de lo que soy castra mi existencia, limita mis posibilidades de hacer. uno de los 
caminos de disolución de este yo es, evidentemente, el de los estados alterados de 
consciencia. y unos de los caminos para lograr estos estados alterados de consciencia son las 
sustancias psicoactivas.

  cuando utilizo cualquier tipo de enteógeno se me revela como absurdo el pensar en un yo responsable 
de lo que acontezca: mis acciones, mis sueños, pensamientos, caricias o deseos. esto no dice que 
redima a mi cuerpo de responsabilidad, ya que es mi cuerpo el que recibe cuando es culpabilizado. 
por nada más.
por tanto,
                            dejar de pensar en términos de mi yo
            para sentir
                        en términos de mi cuerpo
            para escuchar
                        en términos de mi piel
                para ver con mi hiel
oler con mi esperanza
                        acariciar siendo brisa
                                                y
saborear los colores de este dulce atardecer.

  aún así, solo puedo hablar en primera persona, que no desde mi, mi yo, pero si sabiendo que mi 
discurrir es particular, restringido a mi persona. invalido a la hora de caminar como juez de la 
mano de cualquiera. todo el que quiera puede caminar de mi mano, mi pie o mi mirada, pero no voy a 
agarrar a alguien para que camine mi camino. prefiero perderme prendido de cualquier viento y 
descubrir, juntos, nuevos caminos. viajar sin destino, sin olvidar el petate que cada uno porta y 
que tanto abriga del anhelo.

  es de esta manera como entiendo cuando la gente me habla acerca de lo que le ha dicho o le ha 
enseñado el honguito, mescalito o la mota. desde ellos y desde la maleta del ser que porta cada 
uno. son tantos estas medicinas como lo que podría llamar yo responsables de mis 
pensamientos y todo lo demás. y cuando uno muestra esta actitud, de veras, con que fuerza se 
escucha todo lo que sin palabras nos cuentan estas medicinas.

y dejar hablar al abuelo, a mescalito, fue increíble. jamás aprendí tanto, tan intensa y 
vivencialmente. jamás descubrí de manera tan rápida tan diferentes cuestiones. solo recuerdo algo 
semejante cuando conocí al honguito en la montaña, en gredos, en la tierra donde nací.
  híkuri me dijo que el es dios. dios es una planta. me repetía. te muestro mi poder y te hago 
percibir, sentir, pensar todo de manera diferente. sólo tienes que escucharme y aprender de lo que 
muestro. no más.

me encontraba en un estado extático, radiante, ante unas sensaciones cuyo poder me desbordaba, por 
completo. me derramaba por la cumbre de cada pelo de mi piel rebosante del grueso caudal que a cada 
bocanada de aire entraba en mi cuerpo. estaba conociendo a dios. este dios. mecido por el son de la 
música. conectado a la tierra. escuchando el olor de sus colores. acariciando su amargor.
  toda la distancia durante los días compartidos con toda esta gente desapareció. ¡que lo que ellos 
entienden por dios es este cactus!!. ¡¡que la manera de conocer a dios es ingiriéndolo!!. ¡¡que 
este dios es el que me muestra de esta manera lo que llamamos realidad!!. todas estas ideas me 
corrían por el cuerpo generándome un estado de perplejidad pocas veces antes sentido. todo el 
filtro a través del cual había estado observando y entendiendo a esta gente se lleno de agujeros 
abismales a través de los cuales podía sentir a cada uno de ellos en estado puro, tal y como se 
encontraban en ese, tan especial, momento.

  mi mirada había sido atrapada por la composición de ese altarcito. no paraba de recorrer cada uno 
de sus elementos sorprendiéndome a mi mismo en cada uno de ellos: los espejos, el humo, las flores, 
el olor, hikuri y las crucecitas de colores. de pronto, mientras estaba tan inmerso en todas estas 
sensaciones, debió parar la música. yo creo que seguí por unos instantes moviendo la sonaja. una 
mirada de ángela me hizo volver a escuchar el silencio.
  comenzó a hablar el compadre jorge, explicando que llegado este punto la tradición decía que cada 
uno hablase acerca de lo que había sentido, de lo que le había llevado allí, y, en fin, de lo que 
cada uno quisiese, de lo que cada uno quisiera comunicar al venado azul y a cada uno de los allí 
presentes. llegó el momento en el que cada uno tenía que parir por la boca.

  el compadre jorge dijo que aun sabiendo la intensa emotividad del momento, como éramos unas 
cuarenta personas, y se hacía necesario volver en el día, sería conveniente que hablase un 
representante de cada lugar de origen, desde donde habíamos partido cada uno para este viaje. 
comenzaron a hablar los representantes espontáneos de cada grupo de danzantes : guanajuato, d.f., 
puebla, cholula, querétaro, cuernavaca... sus palabras iban dirigidas a las sensaciones tenidas 
durante el camino por el desierto, desde el rancho de san rafael hasta el cerro de la mañana: de lo 
duro del andar bajo este sol, del alegre y vitalizante encuentro con híkuri, de la grata y 
refrescante lluvia con la que nos recibió el monte... además, creo que todos dieron también las 
gracias por haber sido recibidos en el rancho, a los organizadores de la celebración y al resto de 
compadres y comadres por la agradable convivencia de estos días. algunas opiniones eran alegres e 
ingeniosas, con un humor que despertó risas. otras fueron densas de emocionalidad cargada, llenas 
de afectividad, de una sensibilidad extraordinaria. lloraron las palabras de un compadre ante el 
recuerdo de los compadres y comadres que no habían podido venir. recordé que en una conversación 
acerca del peyote me preguntaron si ya me había hecho llorar....
  después hablaron los representantes, de nuevo espontáneos, de los invitados por primera vez. como 
representante de celaya habló jesús, quien sobre todo mostró estar sumamente agradecido por todo lo 
que nos habían brindado durante esos días. habló el hombre de un matrimonio que había aparecido ese 
día por primera vez. y después me entregaron a mi la voz. torpemente y en voz baja pronuncié las 
palabras que fijaban el preámbulo que abría todos los diálogos, en los que te dirigías al grupo, 
durante las actividades sagradas : el es dios!, con el permiso de dios, con el permiso del venado 
azul, con el permiso de san rafael y san miguelito y de las animas de los cuatro rumbos....

  antes, mientras estaban hablando los compadres, había caído en la cuenta de que yo también tendría 
que decir unas palabras. pensé que me resultaría complicado, sumergido en el estado en el que me 
encontraba. pero me invadió la sensación de que simplemente no me darían la oportunidad; que mi voz 
se incluiría dentro de las personas que venían por primera vez y del compadre de cholula. y de 
alguna manera me alivió, me tranquilizó. creo que en todo esto había algo con respecto a sentirme 
de nuevo llamado como “el español”, peso con el cargué los primeros días y que me dejo poca 
posibilidad de movimiento en algunos casos.
  así que, tras el preámbulo, dije que pensaba que no iba a hablar, ya que me había sentido 
representado por las palabras del compadre de celaya, por ser personas que comparten conmigo el 
vivir todo esto por primera vez; y por las palabras del compadre de cholula, que ahora, es donde 
vivo. además, como ha dicho el compadre jorge, este es un momento muy, muy intenso emotivamente 
para mi y como le decía hace un ratito a la compañera, había traído conmigo la cámara de fotos, 
pero sentí que no quería robarle a este momento ni siquiera una foto. así que tampoco quiero 
robarle muchas palabras... solo darle las gracias a todos los compadres y todas las comadres por 
haberme permitido vivir todo lo que hemos vivido durante estos días que hemos compartido. que yo 
solamente llevo acá, en México, un mes, y es algo increíble para mi poder sentir todo esto. que 
gracias, de nuevo, a todos y todas, y ....      poco más....      él es dios.....
  después habló un compadre del lugar y el compadre jorge. sus palabras añadieron nuevos paisajes y 
agradecimientos a lo anteriormente escuchado. tras su intervención se dio por finalizada esta parte 
del ritual y se nos pidió fuésemos poco a poco bajando del cerrito para comenzar el camino de 
vuelta. se desarmó parcialmente el altarcito, llevándonos a xochill, el agua, el fuego y el 
incienso, y dejando el resto allí. unos pocos parecíamos atrapados por el lugar donde situamos el 
pequeño altar. nos resistíamos a seguir a los demás y abandonar el lugar sin contemplar por ultimas 
veces aquella preciosa composición. había algo último que decir, algo último que escuchar en este 
mágico sitio que nos había enredado entre sus vientos y se resistía a dejarnos marchar.... era 
difícil aceptar la partida de tan sublime espacio y tiempo....
  finalmente, descendimos todos del cerrito y comenzamos el camino de vuelta. todo mi cansancio 
acumulado desapareció por completo. habían sido unos días duros desde el punto de vista físico, mi 
cuerpo no estaba habituado a este ritmo, a esta actividad diaria que a mi me parecía brutal: la 
primera noche la mayoría no durmió nada, danzaron unas cuatro horas la siguiente mañana y otro 
tanto al atardecer; esa noche dormimos la mayoría unas seis u siete horas, pero hubo otros pocos 
que tampoco durmieron a penas; durante el nuevo día volvimos a danzar otras ocho horas y el 
siguiente día fue el día de peregrinación al bernalejo, por lo que nos despertamos a las ocho de la 
mañana con intención de aprovechar todo el día y pasar la menor parte del camino posible en la 
noche, ya que la orientación en el desierto es difícil.
  estos días me parecían un desgaste físico tremendo, y tras la larga caminata de uno 10 kilómetros 
hasta el cerro, con la piernas ya sobrecargadas y alguna que otra ampolla en los pies, comenzar a 
caminar de nuevo, con este paso rápido que siempre llevaba el grupo, me pareció sumamente 
agradable. mi cansancio había desaparecido por completo. sentía una suave sensación de cosquilleo 
por el cuerpo que lo elevaba por encima del posible cansancio. el cuerpo, en su deleite, se olvidó 
de la abrupta frontera entre el dolor y el goce. si durante la llegada al cerro recordaba un 
cansino caminar en el que golpeaba con mis píes las diferentes plantas espinosas que encontrábamos, 
ahora descubrí a mi cuerpo esquivando sutilmente las ramitas que aparecían en su camino. la 
relación que podía establecer con lo que encontraba a mi alrededor se transformó, o al menos 
destacó susceptibilidades ya adormecidas por el soporífero espectáculo con el que pretenden 
construirnos la vida. podía escuchar nuevos diálogos con las plantas, los animales, la montaña, la 
tierra, el desierto, los cuates.... eso sí, sin palabras. híkuri ya no dejó de enseñarme durante 
todo el camino. pude escucharle hasta la misma hora en que me acosté, ya dormida la noche.
  me dijo que me dejase de pendejadas, de mis pinches pensamientos en torno a la militarización del 
grupo y la idea del sacrificio judeo-cristiano ligada a sus actividades, que dejase de valorar en 
mis propios términos la experiencia de los demás, que a los demás, si acaso se les puede valorar, 
es desde los demás, es decir, siendo parte de ellos. y ser parte requiere estar involucrado no sólo 
al nivel de sus actividades materiales, sino de toda una cosmovisión. que los enteógenos forman una 
parte considerable de esta cosmovisión y que la investigación vivencial de estos estados supone un 
paso muy grande en este proceso de aprehendizaje. por supuesto, todo esto es una simple elaboración 
de todo lo que en ese momento sentía de un manera tan evidente y reveladora. híkuri me hablaba sin 
palabras. y me recordaba que existen muy diferentes caminos para alcanzar estados alterados de 
consciencia, y que el ayuno, la privación de descanso, la privación de sueño, la actividad física 
sostenida, la danza, la música y el canto eran unos de ellos. y que una de las maneras de ejercitar 
la suspensión del dialogo interior, que en tantas tradiciones de pensamiento oriental se ha 
desarrollado, es la de las caminatas en silencio en fila india.

  híkuri también me hablaba de otro tipo de relaciones, de las de los acontecimientos. surgían 
fuertes conexiones entre diferentes hechos ocurridos en diferentes momentos. hikurí me enseño la 
importancia del compartir, del abandono de la idea de propiedad que esto supone. yo, siempre que 
tomaba un gajo de híkuri ofrecía a los que tenía alrededor. en los momentos en los que se me hizo 
más difícil el fuerte sabor amargo del cactus, alguien me ofreció un dulce, con el se volvió mucho 
más fácil tragar. estos momentos me aparecían tan conectados que no hacía falta ninguna 
argumentación racional acerca del sinsentido de la propiedad privada material, el propio devenir me 
lo mostraba. para qué decir de la propiedad privada intelectual, ¿cómo atribuir a eso que llamo y 
me llaman yo, por ejemplo, esto que estoy escribiendo? no solo pertenece a las personas 
gracias a las cuales viví todas estas experiencias, sino que tendría que ir hasta mi misma madre 
para incluir a las personas responsables de esto que escribo, y eso hablando de personas y no 
teniendo en cuenta todos los demás flujos que me atraviesan, sobre los cuales habría mucho que 
decir.
  híkuri no paraba de abordarme, enseñándome acerca de innumerables cuestiones, que si ya danzaban 
entre mis ideas, ese día se emparejaron, formando concéntricos círculos para danzar juntas la danza 
de la amistad y la conformidad. la intensa belleza del paisaje se componía por la sensación que me 
provocaban sus elementos, no por la estética de mis percepciones visuales. mirar a la sierra madre 
oriental era sobrecogedor, la tierra gemía en su desconsolado llanto de destrucción. yo era parte 
de su llanto, me encontraba conectado a ella y podía sentirme como una mera piececita de todo este 
entramado de sorprendentes flujos. nos encontramos con diversos animales durante el camino: una 
serpiente cascabel, un par de camaleones, una cría de rata del desierto y diversos escarabajos. la 
manera de tratarnos fue condescendiente. nos dejamos ver, nos saludamos, nos contemplamos y nos 
dejamos marchar.

  coloreaba el cielo el atardecer y la caminata estaba siendo muy amable con nosotros. no se 
respetaban demasiado las columnas y formábamos pequeños grupitos con conversaciones muy amenas, 
entretenidas y, por momentos, asombrosas. unas pocas de ellas surgieron mientras ayudábamos al 
compadre marcos en su camino. marcos había padecido en su infancia unas fiebres reumatoides por la 
que sequía sufriendo dolores en sus articulaciones. su camino fue realmente épico.

  mientras caminábamos la voz de ángela comenzó a acariciarnos los rostros, refrescándonos la 
sofocante sensibilidad desbordada. comenzó a cantar regalándonos un precioso doble detalle, sus 
melodías y el hecho de que era la primera vez que alguien foráneo al grupo de danzantes hiciese una 
actividad que atrajese la atención del resto del grupo, de modo que se le valorase e incluso 
intentaran unirse. los supuestamente observados se convirtieron en observadores, y acompañados de 
esa voz, ufff, que maravilloso momento.
  al ratito hicimos una parada. hasta el momento no se me había ocurrido volver a buscar híkuris, 
pero al ver a unas cuantas comadres que comenzaron a buscar dije ¿por qué no?, y fui hacia donde 
estaban ellas, muy cerca de mi. iba con una actitud desinteresada completamente, no sabía si iba a 
tomar pedazos, ya que los últimos se tornaron demasiado amargos y me vinieron sensaciones de 
nauseas. además, híkuri me había dicho que mejor no me llevase ninguno, que si quería volver a 
verle sería mejor volver también al desierto. pues solo di dos pasos o tres, la comadre que estaba 
cerca mía me dijo que por ahí ella no vió nada, miré hacia ese lugar, y ..... cuatro híkuris bien 
bonitos!!!! que bueno!!! pedí un cuchillo y comencé a cortarlos, al levantar la vista un poco 
cuando venían los niños vi otros cuatro al ladito.. uuau!! nos los repartimos entre ellos y yo, 
arrancando uno con raíz para poder repoblar en otros lados; pero eso no es todo, los niños, al otro 
ladito, debajo de la misma gobernadora, descubrieron conmigo una nueva gran familia de nueve 
peyotitos. no cabía en mi asombro. en el viaje hacía le cerro solo había encontrado uno en media 
hora y ahora todo esto a lo dos primeros pasos. híkuri me enseño que él me encuentra a mi. que yo 
puedo buscar y buscar, pero si no se cómo buscar, será en vano. mi diferente actitud a la hora de 
buscarlo me dijo mucho, si bien la primera vez iba como un inquieto experimentador de sensaciones a 
descubrir lo que esta planta me provocaba y la dosis que debía tomar, según lo que había leído para 
tener estos u aquellos efectos, la segunda fue un buscar sin estar buscando, con una actitud 
desinteresada, un “a ver lo que me encuentro” más que una búsqueda del híkuri, y sobre todo un 
entendimiento del híkuri totalmente diferente, ¡habia conocido a este dios y el me estaba diciendo 
cómo encontrarnos!....

  anocheció. la noche cubrió nuestros cuerpos desnudos de todo lo que no es vestimenta. vestidos de 
desnudez seguimos caminando el camino de vuelta al rancho. nos perdimos unas tres veces y llegamos 
al pueblo, desde el que tuvimos que andar hasta el rancho. híkuri había seguido enseñándome. tenia 
una forma admirable de enriquecer las inquietudes en las que últimamente estaba enredado. me dijo 
que el es una de las más potentes sendas de revolución interior, de subversión del yo. que 
él es una línea de fuga, vía de escape, pincelada de nuevos recorridos que nos pierdan de los 
viciados circuitos, conquista de inhóspitos territorios donde podamos pintar los paisajes. 
casamientos de reinos. multiplicidad de multiplicidades. acción directa contra la dictadura de la 
percepción.
además, me dijo, de tener en cuenta este análisis, existe todo un largo ritual en el que, durante 
unos días, se generan unos vínculos muy potentes a nivel micropolítico. las comunidad formada 
durante estos días fue de un funcionamiento diferente a nuestro modus operandi habitual. se 
construyo un mundo imaginario, construimos una subjetividad con ladrillos de tradiciones que se 
llevan conservando muy largo tiempo. el adobe había sido mezclado con todo tipo de nuevos 
materiales producto de años de intercambio. se aprovechó la mierda de la gran vaca para hacer los 
suelos de la chozas. la superficies donde danzar, los tambores con los que dialogar con la madre 
tierra. el sonido no es lo que era, pero aún hay dialogo.
  diálogo en el se habla de la disolución de la familia clásica en el grupo, de un nosotros y 
nosotras, de unos recursos compartidos, de un crecimiento espiritual, de un conocimiento ancestral, 
de lucha.... y también, pues hay que hablar de dios, del venado azul, de san panchito y san 
miguelito. porque la fiesta acá es debido a la celebración del día de san miguel, en el que en el 
pueblo hay diferentes actividades religiosas y festivas en torno a la iglesia del pueblo, y 
nosotros danzamos en la plaza, al ladito de la puerta de la iglesia.
  durante esta parte del camino, vino a hablar conmigo juan, la persona que siempre portaba el 
estandarte del grupo de danzantes del D.F., me estuvo diciendo que el , junto con otras pocas 
personas publicaban un boletín mensual en el que hablaban acerca del grupo y de otros temas, como 
la lucha de los compadres de chiapas u opiniones políticas sobre temas como la globalización. me 
dijo que el andaba implicado en movimientos en torno a la educación, comenzando la labor política, 
luchando por la libertad, desde la pedagogía. me dijo que este tema de la reforma del sistema 
educativo, chiapas y los concheros eran los temas que más le interesaban.
  mis búsquedas acerca del vínculo entre chamanismo y zapatismo tomaban un color diferente tras 
escuchar a mescalito. había leído acerca de que algunos componentes del EZLN son chamanes, o que, 
simplemente, el consumo de enteógenos es habitual entre algunas comunidades zapatistas o personas 
concretas de esa comunidad. y me inquieta descubrir la relación entre el conocimiento al que se 
accede a través de las medicinas y una practica política insurgente. qué nos cuentan estas plantas 
de cuestiones tanto macropolíticas como micropolíticas. qué nos platican acerca tanto de sublevarse 
en armas o formar parte de un movimiento antiglobalización como de la relación con el otro y con 
uno mismo. la cuestión es que existe gente con un conocimiento muy grande a través de estas 
medicinas que es militante del EZLN. y ¿cómo se casan estos dos reinos? ¿qué relaciones podemos 
describir entre ambos? ¿podría generar éste ámbito nuevas aportaciones a lo que llamamos lo 
político?
  llegamos los últimos al rancho, nos habíamos parado a comprar azúcar y refrescos, y habíamos 
ayudado a marcos durante la última parte del camino. nos recibieron con alegría. invitándonos 
insistentemente a que comiésemos, ya que no habíamos comido a penas en todo el día. algunos no 
teníamos, aún así, muchas ganas de comer, pero tras repetirnos que nos sentaría bien, comimos sopa 
y frijoles. nos sentó de maravilla.
  tras cenar nos quedamos todos por el rancho. algunos fueron a dormir y otros nos quedamos por allí, 
hablando. estábamos bastante animados, el ambiente era muy chido. escuche de lejos sonido de 
tambores. me acerqué. mauricio apareció con un djembé que hasta entonces no había visto. me alegré 
al escucharle esos ritmos mientras cantaba. me preguntó si yo también tocaba, le dije que si, que 
un poco. dejó de tocar y me dejó el djembé. yo le dije que últimamente andaba liado con la 
percusión flamenca, pero que en el djembé me sonaba un tantito raro. aún así toque un poquito por 
bulerías. le gusto mucho el aire del ritmo. lo intentó repetir y después le explique un poco cómo 
era el compás. se acerco alejandro, que también tocaba percusión, y mostró interés en aprender este 
complicado ritmo. nos pasamos un buen rato entretenidos, jugando con los sonidos mientras ellos 
danzaban a su manera y cantaban algún trocito de letra. de nuevo se produjo el intercambio de 
papeles del que antes hablaba, las distancias se invirtieron, estrechándose en el camino. yo era el 
que tenía algo que enseñar mientras ellos miraban y aprendían. era el único momento, más algunas 
conversaciones, en los que parecía que yo también tenía algo, al menos, que mostrarles. algo que 
les atrajese tanto como para intentar aprenderlo. simplemente algo que les hiciese situarse en el 
lugar en el que a mi me habían colocado durante todos esos días. lugar, como cualquiera en el que 
te colocan, que me había acabado asfixiando.
  en esto llegó andrea, la chica andaluza, y se unió ágilmente al cuadro que habíamos montado. le 
dije: arráncate por bulerías, canija!!!, nos reímos acerca de mi expresión andaluza tan graciosa en 
ese contexto. y se arrancó. yo lo decía en broma y resultó que la comadre cantaba. y cómo 
cantó..... de nuevo la magia. de nuevo el deleite de los sentidos. de nuevo el calor de los 
recuerdos. de nuevo el desierto. de nuevo dios.... hikuri habló. híkuri era sonidos danzando, era 
tambor, era luna casi llena..... y una voz, que decía

todo es de color, todo es de color...
todo el mundo cuenta sus penas
pidiendo la compresión
quien canta sus alegrías
no comprende al que sufrió
señor de los espacios infinitos
tu que tienes la paz entre las manos
derrámala señor, te lo suplico,
y enséñales ha amar a mis hermanos.
enséñales lo bello de la vida,
y hacer consuelo en todas las heridas
y amar con blanco amor toda la tierra
y buscar siempre la paz, señor, y no la guerra.

todo es de color, todo es de color...
de lo que pasa en el mundo
por Dios que no entiendo ná!
el cardo siempre gritando
y la flor siempre calla.
que grite la flor y que se calle el cardo
y todo aquel que sea mi enemigo que sea mi hermano.
sigamos por esta senda
a ver que nos encontramos,
esa luz que esta en la tierra
y que nosotros apagamos.
señor de los espacios infinitos
tu que tienes la paz entre las manos,
derrámala, señor, te lo suplico
y enséñales ha amar a mis hermanos.

todo es de color, todo es de color...
todo es de color, todo es de color...


  esta es una de las canciones que mi mama me cantaba cuando me dormía entre sus brazos mientras 
arremolinaba a mi hermano entre sus faldas. él solo tenía dos añitos, pero ya jugaba, agarrado a la 
falda, a despertar las palabras de mi ensueño. cantaba.

  dos de las “tres edades” de gustav klimt. rodeadas de un marco de flores talladas en madera. el 
rictus de sus rostros es la mejor expresión que conozco del amor familiar. al menos, como yo lo 
viví y lo siento. y la sentía de manera tan intensa en ese momento!!… esa canción había recorrido 
varios momentos de mi vida, todos con un contenido emocional inmenso. esta vez, la relación de 
acontecimientos ocurridos en diferentes momentos temporales me trasladaba a estados perinatales, me 
hundía en las raíces de mi pueblo, de mi sangre; recorría años de caluroso cariño sosegado hasta 
llegar a desnudas danzas de soleadas soledades.

  escuchar esta canción en ese momento, de esa manera, en esa escenografía.... era la mejor de las 
representaciones que he podido imaginar.. esa letra...buuufff... cuánto decía de nuestro día... era 
como si marcase un nuevo nacimiento para mi. el desierto, en su regazo, acurrucado, me mecía, 
cantándome sueños al oído, que convertían en estrellas, el oscuro paisaje de mis párpados cerrados.
comenzamos a hacer te: en una gran olla hirviendo al fuego, agua con unos veinte botones de peyote.






“la poesía se opone a los preámbulos, los principios, los métodos y las demostraciones. la poesía 
es una metafísica instantánea” bachelard

“el mundo real desaparece para dar paso a un mundo imaginario. lo imaginario produce un efecto 
catártico; el éxtasis hace nublar provisionalmente las tensiones del medio y de la sociedad. es un 
pequeño paréntesis a la cotidianidad. se danza para vivir” cajas.

“la fiesta reúne a los individuos, los agita, lleva sus emociones a una especie de incandescencia 
frenética, invierte sus reglas de vida, agota de un golpe su vigor y sus riquezas” caillois

”ayer tuve un sueño
alto como el cielo
cuando desperté
algo me quemó muy dentro.

el pájaro cantaba
la eterna melodía
que brota de la tierra
sin cesar ni un momento.

de pronto me vi
como a un extraño
comencé a caminar
sin saber a donde ir
sin saber......

los árboles contaban
historias de otros mundos
con danzas expresivas
para un corazón sediento

luminosa mañana
prendida de sufrimiento
hoy he visto la luz
que todos llevamos dentro”

                        jesús de la rosa. triana