Athenea Digital - num. 4 otoño 2003-

Entre la reconciliación y la convivencia. Un análisis de las narraciones cotidianas en el contexto chileno

María José Reyes Andreani

Programa de Doctorat en Psicologia Social. Universitat Autònoma de Barcelona

mjreyes74@hotmail.com

 

Por más de una década en la vida político social-chilena, los pasados se nos aparecen una y otra vez, haciéndonos presente miedos, dolores, sufrimientos, extrañamientos, pérdidas, rostros, nombres, sueños truncados. Pasados que nos hablan de fracturas, quiebres, de mundos polares y antagónicos. Pasados que se habitan, significan y remiten a mundos diversos y opuestos que entran en lucha y colisión en el presente, en nuestro presente.

Es desde esta amalgama e imbricaciones de sensaciones, vivencias y experiencias pasadas que se hacen continuamente presentes, desde donde emerge la necesidad de interrogar e indagar una noción que desde el plano político-institucional ha pretendido la ‘resolución de los conflictos’, la ‘restauración de los quiebres’, en definitiva, la ‘disolución de las diferencias’ entre pasados en el presente: la noción de reconciliación nacional.

Un llamado por parte de las voces político-institucionales, en especial de las gubernamentales, que reconoce la conflictividad que genera lo pasado, pero a la vez la urgencia de dotarse de una estabilidad presente y futura; que nos habla de una ruptura, de un quiebre en las relaciones, pero a la vez apunta a la necesidad de reunir, restaurar, re-conciliar aquello confrontado.

Una reconciliación que opera, por un lado, hablándonos de un pasado mítico, pasado de conciliación entre la familia chilena; por otro señalándonos un futuro utópico deseable y esperable, futuro de reencuentro entre todos los chilenos; y a la vez enunciándonos un pasado reciente conflictivo que se hace necesario resolver en tanto potenciador de caos e inestabilidad. Un llamado a reconciliarnos, desde las voces político-institucionales, que fija la mirada hacia un futuro prometedor, hacia un futuro de ‘plena democracia’.

Esta lógica que subyace en la articulación de la reconciliación, se inscribe y a la vez potencia una política institucionalizada –‘la política de los consensos’– la cual, tal y como señalan diversos estudios que versan sobre el proceso transicional chileno, enfatiza y valora la estabilidad y gobernabilidad por sobre la emergencia de diferencias y conflictos. Una política de los consensos que, para muchos académicos y agentes de diversos sectores político-sociales, no ha sido sino más bien una política de impunidad y de olvido, pues pretende con su puesta en juego borrar todo vestigio del pasado en pro de la llegada a la ‘plena democracia’.

Los diversos estudios acerca del proceso de transición hacia la democracia que han desvelado la lógica anteriormente expuesta, ciertamente han sido de gran relevancia para comprender la configuración política, económica y social del ‘Chile actual’. Han sido análisis que se han centrado en la ‘ingeniería institucional’, en las voces que, desde su particular mirada, emergen como relevantes, legítimas y autorizadas. Sin embargo, hay un territorio inexplorado que podría desafiar y resignificar aquella configuración ya instituida, pero que sin embargo, es constantemente subsumido por la lógica institucional: el espacio de la vida cotidiana.

Así, nada de extraño nos resulta al escuchar tanto de voces académicas, como de las político-institucionales, que nuestra sociedad es ‘desmemoriada’, ‘temerosa de los conflictos’, ‘fóbica al pasado’, ‘obsesionada por el futuro’. Es como si nuestras prácticas cotidianas ‘actuaran’ incesantemente dinámicas político-institucionales y/o se viesen determinadas por los dictámenes resueltos ‘desde arriba’.

Nuestra apuesta en esta investigación ha sido justamente problematizar aquella subsunción de lo cotidiano por la política-institucional que se genera en los diversos análisis acerca del ‘Chile actual’, interrogando e indagando al espacio del día a día, un espacio que continuamente debe lidiar con diferencias y conflictos de un pasado que se hace presente.

¿Cuáles eran los sentidos que de la reconciliación se iban configurando en las prácticas del día a día? fue la pregunta que generó una escucha intencionada hacia los decires cotidianos y a la vez la que posibilitó la movilización de memorias contrapuestas y en lucha, es decir, la puesta en escena de aquellas diferencias pasadas conflictuadas en el presente.

¿La primera sorpresa?, cómo los diversos hablantes(1) fueron entretejiendo por medio de distintos nudos, sentidos de reconciliación en tensión que, de una u otra manera, dan inteligibilidad a las prácticas cotidianas respecto a cómo enfrentar lo pasado en el presente: convivencia versus reconciliación, o lo que es lo mismo, reconciliación en acción versus reconciliación como objeto. Lógicas y apuestas cotidianas en constante conflicto. Sentidos de reconciliación que coexisten en el acontecer cotidiano, pero que se manifiestan de forma dislocada en tanto figuran formas de hacer y de relacionarse que se distancian y excluyen.

La convivencia, a diferencia de lo que podríamos pensar usualmente, lejos está de significar ‘armonía’. Alude, tal y como dan cuenta las voces cotidianas, a convivir con y desde el conflicto; a reconocer la presencia de tensiones, y junto con ello a manejarlas, tramitarlas, agenciarlas desde las propias relaciones; a experimentar día a día hasta dónde llegar con el considerado adversario, configurándose el convivir como un trabajo continuo, como un trabajo siempre por hacer. Ciertamente, otra práctica a la de reconciliación, la cual opera objetualizando el conflicto y lo pasado para expulsarlo del presente, pretendiendo generar un escenario en ausencia de diferencias.

Así, ambos sentidos articulan miradas temporales opuestas y excluyentes. Mientras la reconciliación objetualiza lo pasado, lo historifica, lo transforma en un ‘ya sido’ sin sentido para el tiempo presente, la convivencia en cambio al operar desde y con las diferencias pone en juego pasados, pero pasados vivos y vívidos que se habitan y vivencian desde el presente, configurando un tiempo corpóreo, localizable, visible. En otras palabras, la reconciliación nos sitúa en pasados ‘ya sidos’, mientras la convivencia en ‘pasados siendo’.

De esta forma, la reconciliación desde las voces cotidianas, instala una lógica secuencial, cronológica y progresiva, donde lo pasado es tiempo anquilosado en lo pretérito y cada vez más alejado del acontecer presente, y donde lo presente adquiere sentido en la medida que proyecte, que trace un futuro de estabilidad y paz social. En cambio, en las prácticas de convivencia, es la lógica retroprogresiva la que se pone en juego desde los decires cotidianos, la cual nos habla de ‘pasados presentes’ que se configuran desde y en las propias relaciones sostenidas en el día a día, una lógica creadora de sentido y significación que posibilita la pluralidad, la emergencia de diferencias, la convivencia con el conflicto.

De esta manera, al escuchar e interrogar el espacio de la vida cotidiana, fue posible constatar que lejos se está de la indiferencia, de la apatía, de la amnesia, del miedo constante al pasado, de la búsqueda por olvidar, resolver y ‘hacer desaparecer’ sin más aquello que produce diferencias entre unos y otros, tal y como dan cuenta los análisis que se centran en la política-institucional. Al contrario, los relatos configurados también nos hablan de una apropiación, coexistencia, manejo y experimentación de los conflictos pasados presentes, en definitiva, de una convivencia con las diferencias que se articulan desde lo siendo.

Esta investigación va desplegando aquella polifonía de voces cotidianas, que se interrogan, contradicen, confluyen, asienten, acusan, silencian, enfrentan, colisionan, articulando sentidos de reconciliación en tensión que posibilitan otra forma de hacer, otra forma de enfrentar las diferencias pasadas en el presente. Así, las narraciones cotidianas configuradas desde lo siendo, van ejerciendo una política desde el conflicto, suspendiendo toda certeza, toda historia concluida y abriendo una posibilidad que no se manifestaba desde la lógica político-institucional, la posibilidad de transformación desde los pasados presentes, desde las memorias configuradas en las relaciones cotidianas.

 

(1) Realizamos distintos grupos de discusión, siendo la distinción entre ellos la ‘generación’ convocada. Adultos, adultos jóvenes, y jóvenes fueron las voces interrogadas. En cada uno de estos grupos, y extralimitando aquello que sucede habitualmente en Chile, reunimos a posiciones autodefinidas como de izquierda y de derecha –aquellas que desde la institucionalidad son visualizadas como opuestas y antagónicas– de modo de poner en juego en un mismo espacio-tiempo las diferencias.