Athenea Digital. número 4- Otoño 2003

Monnet , Nadja (2002)
La formación del espacio público: una mirada etnológica sobre el Casc Antic de Barcelona. Barcelona: Catarata.



Alexis Ibarra Martínez
Universidad Autónoma de Barcelona
alexisaim@hotmail.com

 

La formación del espacio público es el resultado de un estudio realizado en 1996 en un barrio del Casc Antic, en el distrito Ciutat Vella de Barcelona. La investigación se sitúa en el terreno de la antropología urbana y propone una “observación flotante” como forma de aproximarse a su objeto de estudio.

Los usos del espacio público en el barrio constituyen el eje central de análisis en este texto. La autora parte de una concepción social del espacio: sus aspectos físicos y materiales cobran sentido, en tanto que están inmersos dentro de redes relacionales.

El espacio físico condiciona, aunque solo parcialmente, las pautas de convivencia de sus habitantes. Al mismo tiempo, las relaciones entre los habitantes moldean el espacio, de modo que éste pierde su carácter inalterable.

Desde la mirada de Monnet, el barrio es más que la escenografía sobre la cual se desenvuelve el drama social.

Así, la reflexión gira en torno a las redes de convivencia y a las prácticas cotidianas, es decir, a los formas de vida que dan significado al espacio.

Realizar un estudio de este tipo plantea varios retos al investigador. Uno de ellos es acercarse a la diversidad de habitantes del barrio desde categorías pre-concebidas. Pero el estudio de Nadja Monnet es cauteloso en este aspecto. Términos como autóctono, extranjero o migrante, se sitúan siempre en un contexto histórico y social.

La autora muestra el conjunto de relaciones y prácticas que en el interior del barrio moldean las figuras del local o del extranjero. A través del análisis teórico y desde la voz de los habitantes, se muestra como dichas categorías se encuentran en negociación y fabricación permanente.

Paralelamente, se cuestionan las clasificaciones que pretenden trazar fronteras nítidas entre los distintos grupos que ahí conviven. En vez de partir de taxonomías pre-establecidas, la autora se pregunta sobre las condiciones que permiten articular las relaciones en términos de etnicidad. Así como sobre los procesos que dan lugar a que ciertos grupos se vuelvan socialmente visibles en un momento histórico dado, mientras que en otro permanecen en la invisibilidad.

Desde esta línea de pensamiento resulta inevitable hablar del proceso de construcción del otro. Así, la autora señala las prácticas que permiten situar a individuos dentro del “nosotros”, o bien, como parte de los extraños.

Los alcances de este tipo de análisis son diversos, por una parte, para el lector se vuelve tangible que la configuración actual del barrio es resultado de procesos que pueden trascender a sus habitantes.

Sin embargo el vecindario no aparece como producto acabado o inalterable. Las acciones cotidianas y las redes de convivencia hacen del barrio una entidad en transformación. Así, habitantes y usuarios se localizan en una posición de actores con capacidad de elección.

De esta forma la autora evita connotaciones de disfunción o patología a determinados grupos, por ejemplo, a quienes suelen etiquetarse bajo el rubro de migrantes.

La postura etnográfica de la investigadora permite al lector ser testigo de la vida cotidiana en el barrio, las descripciones dan cabida a las pequeñas acciones y detalles que moldean espacio: la música, los olores, las tiendas y los bares. Así el lector puede seguir el trayecto desde estos elementos concretos hasta las interpretaciones de la autora.

Los habitantes y usuarios están presentes como interlocutores a lo largo de la investigación. A partir de su discurso, la autora reflexiona sobre las distintas, y a veces contradictorias, imágenes que ellos tienen sobre el barrio.

Desde estos discursos también se muestra la percepción que los habitantes tienen del otro, de aquel que se etiqueta como distinto, pero también se muestra cómo puede darse el tránsito entre la condición de diferente a la de semejante.

El texto se circunscribe a un espacio y un tiempo localizados, como lo es el barrio del Casc Antic en el año 1996. Desde la premisa, sostenida por la misma autora, de que todo espacio está vivo, no sobra preguntarse qué transformaciones han operado en el entramado físico y social del barrio desde ese entonces.

Por otra parte, el ensamblaje del texto permite que dichos elementos, aparentemente locales, sirvan de plataforma de reflexión sobre ámbitos más extensos, como la migración, la interculturalidad, la construcción de identidades o la conformación del diálogo y el conflicto.

A diferencia de otros textos, La formación del espacio público invita a pensar sobre estas cuestiones no como productos acabados que esperan a ser descubiertos por el investigador, si no como procesos vivos que emergen en la fábrica de lo cotidiano.