Transitando entre la noción de intertextualidad y la de dialogismo, este trabajo pretende hacer un ejercicio exploratorio de las posibilidades que podrían ofrecer estas perspectivas para el análisis de textos producidos en un encuentro comunicacional. Hemos partido de considerar ese encuentro como un diálogo (recogido en la forma de “entrevistas”), entre una disciplina específica, la psicoterapia, a través de las voces de sus practicantes, y las preguntas surgidas en los márgenes de esa práctica, desde enfoques transdisciplinares pertenecientes a ese campo heterogéneo de la teoría crítica.
Las entrevistas fueron realizadas a profesionales de la psicoterapia1 que ejercen en el área metropolitana de Caracas. Durante la realización de las entrevistas y posterior trascripción y relectura, comencé a tener la impresión de que algo peculiar había estado sucediendo durante las mismas.
Tomamos en consideración inicialmente, lo que Labov y Fanshell (1977) nos dicen respecto de una entrevista. Ellos plantean que podemos definir una entrevista como un speech event en el cual una persona, A, extrae información de otra persona B, la cual estaba contenida en B, como biografía de tal manera que “la información contenida en la biografía de una persona ha sido experienciada y absorbida por esta persona y será retornada con un cierto monto de orientación e interpretación que está condicionada por la experiencia y orientación de la otra persona”. Por ejemplo, nos dice que “B puede haber visto un accidente, y A extraer información de esto, pero no es una entrevista en el común sentido del término, desde que esta información no está en la biografía de B, sino que meramente es transmitida sin digerirla”.
Si bien Labov y Fanshell están aludiendo especialmente al caso de las entrevistas psicoterapéuticas, el efecto que comenzamos a encontrar en nuestros encuentros era similar, posiblemente porque apuntaban a una reflexión acerca de temas en los que una parte importante de la vida de estas personas era concernida (su actividad laboral) e implicaban argumentaciones que involucraban a su propia historia de vida (dado que se construía un relato acerca de las diferentes posiciones, decisiones y situaciones a las que se ha enfrentado en su práctica profesional). Así, comenzamos a darnos cuenta que en estos textos se estaba produciendo una narrativa que involucraba una temporalidad construida como una narración biográfica, amén de que buena parte de las entrevistas, inclusive aquellos que hicieron este tipo de intervención “informativa”, una reflexión “corpórea” (en tanto “digerida”, como apuntan Labov y Fanshell, op. cit.) acerca de la propia experiencia, era siempre incluida.
Aun cuando estaba ausente un posicionamiento subjetivo en el cual yo pudiese ocupar la posición de A, y como Labov y Fanshell (op. cit.) señalan, regresase la información a B con un monto de orientación e interpretación, tal como ocurre en los encuentros psicoterapéuticos, no había que desestimar este evento autobiográfico que las entrevistas estaban recogiendo.
Consideré entonces, que la manera en la cual el diálogo había sido producido en muchas de estas entrevistas no sólo estaban recabando “información”, sino que se trataba de encuentros, que a pesar de partir de un guión general, se estaban construyendo en el diálogo mismo. De tal manera que, mi presencia, como cualquier otra presencia, servía de testigo a esta construcción, y cualquier comentario, frase u opinión, se ubicaría en la estructura misma del encuentro, como una señal de reconocimiento, que como plantean Lacan (1953,1953a) y Bajtin (1934-35) hacen que nuestros enunciados estén orientados hacia nuestros oyentes y sus respuestas. Lacan subrayará que siempre recibimos del otro nuestro mensaje en forma invertida, y es en estas marcas y puntuaciones que el otro impone a nuestras palabras, que un sentido emerge. Apuntaríamos entonces que era posible que un sentido de la propia experiencia como psicoterapeuta, estuviese emergiendo en estos encuentros.2
Ahora bien, las enunciaciones mismas estaban revelando una peculiaridad, que remitían a un espacio de vida, que excedía con creces un enfoque centrado en el recuento autobiográfico de un “self monádico”, fuente y determinación de sus actos y deseos. Así mismo, era difícil separar a las personas entrevistadas de sus enunciaciones, puesto que por los ejemplos y las situaciones que planteaban en el “uso” de las teorías psicológicas en los contextos específicos, era posible acotar un efecto de “estilización”, de una “apropiación productiva” que realizaban en su práctica. En este doble eje de tensión, se planteaba el problema de ¿Cómo podríamos atender a la multiplicidad que estaba siendo producida y no reconstituir nuevamente un sujeto monádico?.
Nuestra preocupación, se inscribía en una búsqueda de claves metodológicas que permitieran dar cuenta de las producciones y posiciones de quienes participábamos en la investigación, fuera de los ejes de comprensión de la tradición del sujeto moderno, que en su vertiente cartesiana, involucra una concepción autocontenida de sujeto (Elias, 1987), y en su versión neoliberal, una visión autárquica del sujeto (Burchell, 1996), que invisibiliza los ejes de producción institucionales de esta subjetividad.
Por ello, retomamos la teoría de la enunciación de Bajtin, y nuestra secuencia expositiva partirá con una presentación de sus conceptos, para seguidamente mostrar cómo los hemos instrumentalizado en nuestra propuesta de “lectura”3 de las entrevistas, que ejemplificaremos con un fragmento de una de ellas. Finalizaremos con una breve conclusión en la cual puntuaremos los elementos que desde esta propuesta, hacen posible trabajar con los efectos de estilización, sin restituir una noción de sujeto “monádico” y “autocontenido”, al mismo tiempo que permite hacer visibles los conflictos institucionales en los cuales las subjetividades se configuran.
De acuerdo a Todorov (1981), la posición que Bajtin introduce en la controversia presente (especialmente álgida durante los años veinte) dentro de las ciencias del lenguaje, descansa entre dos posiciones enfrentadas: por una parte, la crítica estilística, interesada únicamente en los problemas relativos a la expresión individual, y, por otra parte, la emergente lingüística estructural (Saussure) centrada en el lenguaje. Bajtin apuesta justamente por hacer descansar sus postulados en torno a la noción de enunciado (y la de género discursivo, que le es correlativa), pero oponiéndose, a un mismo tiempo, tanto a las creencias de los lingüistas y de los estilistas, que consideraban al enunciado como individual e infinitamente variable. En su lugar, parte por considerar al enunciado humano como el producto de la interacción de la lengua y el contexto del enunciado –un contexto que sigue a la historia. Tal como señala Kristeva (1966, p. 35) Bajtin es quien por primera vez propone un modelo “donde la estructura literaria no sólo existe, sino que es generada en relación a otra estructura”.
La crítica de Bajtin a las posiciones de Saussure, se centra básicamente en el interés colocado por este último a la distinción entre lengua y palabra. En su “Curso de Lingüística General” (Saussure, 1916) podemos encontrarnos con esta distinción entre la langue como las reglas generales comunes a todos los hablantes de una lengua concreta (el lenguaje en su dimensión social) y la parole, como el uso individual del lenguaje. El objeto de la lingüística para Saussure sería la lengua, y es a esta idea de que el lenguaje debe ser analizado únicamente en tanto que sistema abstracto, es a la que Bajtin se opone, y más bien considera que una ciencia nueva -la translingüística- debe estudiar la relación mutua entre lenguaje individual y lenguaje social.
De acuerdo a Onega (1997, p. 21) la propuesta de Bajtin considera que el uso del lenguaje por un individuo está condicionado por: a) el sometimiento a las reglas básicas del lenguaje (“como código que garantiza su comunicabilidad”) y b) “por la situación espacio-temporal e histórico-social en la que se encuentra”. Estos tres polos “el individual, el discursivo y el ideológico, establecen un complejo diálogo a diferentes niveles de abstracción que Bajtin denomina “heteroglosia”.
En “La palabra en la novela”4 Bajtin (1934-35, p. 80-89) introduce sus consideraciones acerca del lenguaje, que como han señalado los autores citados, le demarcan de toda una tradición dentro de la filosofía del lenguaje, de la lingüística y de la estilística, tradición, que únicamente se ocupa o bien del polo del sistema del lenguaje único, o exclusivamente, del polo del individuo que utiliza ese lenguaje. A ese lenguaje único lo verá más bien como el resultado de las fuerzas centrípetas, presentes en los procesos históricos de unificación y centralización del lenguaje, que se imponen a las fuerzas centrífugas del pluralismo. Por esa razón, considera al lenguaje no como un sistema de normas abstracto, sino siempre “saturado ideológicamente” y en “indisoluble relación con los procesos de centralización político-social” 5.
A la idea de un lenguaje único, monolingüe, que es más bien el resultado de pugnas históricas, Bajtin (op. cit., p. 90-91) opondrá su noción de heteroglosia o plurilingüismo, como esa diversidad que está siempre presente, no existiendo un “rostro auténtico, indiscutible, de la lengua” dado que todos los lenguajes son considerados como máscaras. Esta diversidad no queda agotada en los procesos de unificación, puesto que a un mismo tiempo que esta “centralización” ocurre, se desarrolla ininterrumpidamente el proceso de “descentralización y separación” del cual dan cuenta los diferentes “dialectos” a través de los cuales se expresan los diferentes lenguajes ideológico-sociales: de grupos, “profesionales”, generacionales, etc. De esta manera, es posible afirmar que la teoría del enunciado de Bajtin descansa entre esos dos polos, en donde habla y lengua se entrecruzan, de tal manera que su unidad de análisis será el enunciado, puesto que en cada enunciado es posible reconocer tanto estas tendencias únicas, como el plurilingüismo socio-histórico, efectos de las fuerzas centrífugas y centrípetas que actúan en cualquier expresión de lenguaje, presentándola como unidad en tensión, contradictoria, un plurilingüismo dialogizado, juego vivo de la lengua (Todorov ,1981).
De esta manera, es clave rescatar esto que es a la vez sincronía y diacronía, ese auténtico medio del enunciado que es “el plurilingüismo dialogizante, anónimo y social como lenguaje, pero concreto, saturado de contenido y acentuado, en tanto que enunciado individual” (Bajtin, op. cit., p. 90).
Es sólo formando parte de un contexto plural, dialógico, que un enunciado, una obra, un texto puede alcanzar su “significación estilística”, estilo el cual es “definido por su relación con otras réplicas de ese diálogo”, que es a la vez un sentido de respuesta, a lo que ha sido dicho, pero también de anticipación a las posibles réplicas que han de producirse. De esta manera, aquello que los estilistas sólo consideraban propio de los géneros retóricos y costumbristas, es generalizado por Bajtin a todos los discursos, los cuales están también orientados hacia el oyente y su respuesta6.
Para Bajtin, un enunciado no se agota a sí mismo, no encuentra sus objetos en una relación unívoca, sino en una pletórica multivocidad. Lo interesante de esta aproximación es que nos abre en la búsqueda de significación y de sentido “actual” a la multiplicidad, a ese “plurilingüismo social” que se forma en torno a cualquier objeto, a esa red compleja de relaciones, de valoraciones, acentos ajenos, y a la pregunta por esa activa participación en el diálogo social en el cual todo enunciado se produce7
En Bajtin (1934-35 y 1979), la comprensión está indisolublemente unida a una respuesta, sea de objeción o de consentimiento, comprensión que siempre considera pues, al hablante, de lo cual se desprende que toda comprensión es dialógica. De allí que afirme que lo característico y constitutivo del enunciado es su “orientación hacia alguien”, un enunciado tiene autor y destinatario, y es justo lo que lo diferencia de las palabras y oraciones, unidades significantes que son por el contrario, “impersonales, no pertenecen a nadie y a nadie están dirigidas” (Bajtin, 1979, p. 285)
Werscht (1993) señala que el constructo más básico de Bajtin es el de dialogicidad, implicado por su noción de direccionalidad como “cualidad de dirigirse a otro” sin la cual, el enunciado no puede existir. Ello involucra la situación o contexto enunciativo, de manera que la relación entre las enunciaciones y el escenario sociohistórico, ha de ser considerada en las producciones de significaciones. De esta manera, en Bajtin (1934-35) es ese carácter contextual, relacional e intencional del lenguaje, lo que hace que estemos marcados por las palabras de otros. Más que mera imitación o reproducción, Bajtin ve un desarrollo creativo de la palabra ajena, que por ello, es siempre semi-ajena, semi-propia. El estilo aparece aquí.
Ese valor performativo, familiar, próximo, susceptible a la modificación, es lo que caracteriza a la palabra “intrínsecamente convincente” y la diferencia de la palabra “autoritaria” (Bajtin, 1934-35). La palabra “autoritaria” (religiosa, política, etc.) posee una estructura semántica inamovible y sólo admite ser totalmente aprobada o rechazada. Los múltiples diálogos que se producen en torno a la palabra “autoritaria”, nos son representados en eso que Bajtin (op. cit., p. 122) denomina “construcción híbrida” o enunciado “ambivalente” que es el enunciado “que de acuerdo a sus características gramaticales (sintácticas) y compositivas, pertenece a un solo hablante, pero en el cual y en realidad se mezclan dos enunciados, dos maneras de hablar, dos estilos”. Estas construcciones híbridas poseen a un mismo tiempo, dos sentidos contradictorios, dos acentos. Para Kristeva (1968, p. 195) el término “ambivalencia” implica “la inserción de la historia (de la sociedad) en el texto, y del texto en la historia” y desde allí, introduce la idea de dialogismo, como intertextualidad.
Los conceptos más resaltantes de Bajtin, encuentran una dinámica conjugación en su visión particular del enunciado como “experiencia colectiva”. Un enunciado incluye “los géneros discursivos, la situación social concreta en que los enunciados se realizan, y las personas localizadas en situaciones que emplean los géneros discursivos para formar enunciados.” (Burkitt, 1998, p. 166).
El primer elemento de esta triangulación, el género discursivo es definido como tipos relativamente estables de enunciados elaborados en cada esfera de uso de la lengua, ellos son las “correas de transmisión entre la historia de la sociedad y la historia de la lengua”. “Ni un solo fenómeno nuevo (fonético, léxico, de gramática) puede ser incluido en el sistema de la lengua sin pasar la larga y compleja vía de la prueba de la elaboración genérica” (Bajtin, 1979, p. 254). Ello marca la heterogeneidad y diversidad de los géneros, que se complican y crecen en la medida que crece y se diversifican las posibilidades de la actividad humana.
Esas diferentes esferas de uso, estratifican el lenguaje en géneros, los cuales, “no solamente se diferencian por su vocabulario; implican determinadas formas de orientación intencional <aspecto objetual-semántico>, de interpretación y valoración concretas” (Bajtin, 1934-35, p. 106). Es central la idea de que justamente lo que se estratifican son estas posibilidades intencionales8, que a lo interior de los usuarios de un determinado género, aparecen poblados de sentido, mientras que al exterior de ese grupo, aparecen como pintorescos, o restrictivos y complicados en su utilización. Esa estratificación no necesariamente altera la unidad abstracta del lenguaje, sino que al estar determinada por las diferencias intencionales (entendidas estas como diferencias entre horizontes abstracto-semánticos) vendría expresada a través de las diferencias de interpretación y acentuación de los elementos del lenguaje. En este punto, Bajtin se desplaza de los análisis gramático-estructurales, puesto que considera que esas variaciones reconocibles en ese nivel, dentro de cada uno de los géneros o argots específicos, no puede ser comprendida ni estudiada, sin comprender su significación funcional (es decir, cuál sería la función de estas diferencias en constituir un punto de vista específico sobre el mundo que cada género expresa).
En nuestra propia lectura de las entrevistas, pudimos reconocer diferentes géneros, empleados en diferentes momentos de las entrevistas por quienes participamos en ella, trazando tonos. Género de “los amigos”, el género más “profesional” o “académico” , el género del círculo más concéntrico de una cierta Escuela o tendencia: una verdadera “jerga” que muchas veces era difícil de comprender para quien no participa de ella.
En algunos caso, todos estos estilos se combinaban en una misma entrevista, o si la distancia generacional, y de intereses profesionales era más amplia, tendían a reducirse hacia un tono más académico-profesional. Sin embargo, discriminarlos puede ser útil para quienes en una lectura, puedan darse cuenta de posicionamientos discursivos diferentes, en los cuales, el cambio del género empleado, puede decirnos qué tipo de subjetividad está siendo introducida en la entrevistas, y qué efectos tiene sobre la temática tratada9.
Del modo de considerar a los géneros discursivos se desprende esta manera en que es incluido el segundo elemento de la triangulación, a saber, la situación social. La aproximación de Bajtin enfatiza que los enunciados y el significado de los enunciados están inherentemente situados en un contexto sociocultural. Dado que la producción de todo enunciado implica “la apropiación de por lo menos un lenguaje social y un género discursivo, y porque estos tipos sociales de habla están situados socioculturalmente, la siguiente explicación asume que el significado se encuentra inextricablemente ligado a los escenarios históricos, culturales e institucionales” (Werscht, 1993, p. 86). De esta manera, en Bajtin (1934-35, p. 110-11) “cada palabra tiene el aroma del contexto”.
En nuestro caso, existía una situación bastante restrictiva, como lo es la que ofrece el contexto de entrevista. En las enunciaciones mismas, es posible reconocer, cuán restrictiva podía estar siendo esta situación, tanto para quien fungía de entrevistadora, como para quien lo hacía como entrevistada. Las entrevistas serían un espacio de tensión entre las fuerzas centrífugas y centrípetas, que empujan una y a un mismo tiempo, a la unificación y a la dispersión. Y ello, está en relación con la noción bajtiniana de acuerdo a la cual “cuando la gente habla, usa una mezcla específica de discursos de los que se han apropiado en un intento de comunicar sus intenciones, pero sufren «en ese intento» la interferencia procedente desde dos fuentes: los significados pre-existentes de las palabras y las extrañas intenciones de un interlocutor real” (Worton & Still, 1990, p. 15).
Es decir, que la fuerza proveniente de los invisibles hilos de diferentes instituciones (formales e informales) creaban sus propias tensiones, y organizan el proceso enunciativo mismo, a la par de crear interrogantes acerca de los interlocutores (presentes y distantes) en referencia a los cuales las enunciaciones eran organizadas.
Por otra parte, si existe una consideración básica en la teoría del enunciado de Bajtin, que se desprende de su noción de dialogicidad, ella es la de ser enunciado por alguien y dirigido hacia alguien. Ese sentido de direccionalidad, es lo que dota de significación a las palabras, pues es en su intencionalidad, en su relacionalidad, se reconoce todo un contexto situacional, así como las múltiples voces que pueblan una voz.. De allí que el tercer elemento considerado en la triangulación enunciativa, sean las personas que emplean el lenguaje, y ello nos lleva a destacar un sentido de “autoría” que puede emerger. Pero esta persona, en tanto “autora”, no podemos considerarla ni como individuo, ni como mero “locutor” o vehículo de un discurso. Esa posición dentro de la triangulación señalada, corresponde pues a una “biografía”, concebida como una multiplicidad localizada, es decir, una experiencia de vida producida en un contexto socio-histórico específico, y que en tanto contextualizada, carga consigo, en su forma de realización enunciativa, del “aroma” del contexto y es por ello, que a un mismo tiempo, puede resumir también una experiencia colectiva (Bajtin, 1934-35, y 1979; Burkitt, 1998; Rivero, 2001).
De esta manera, Bajtin permite reintroducir una noción de autor basada en una identidad descentrada, que corporeiza a un mismo tiempo, tanto una perspectiva individual (producida en relación dialógica con los contextos), como un sentido de experiencia colectiva. Esto es un punto de inflexión para dar cuenta de la conexión entre los postulados de Bajtin y la teoría de la intertextualidad (Kristeva, 1966; Still y Worton,1990; Onega, 1997), en tanto que es en relación a esta multiplicidad de textos, de voces, que nuestras experiencias de vida son construidas. De allí se desprende que este efecto de autoría no puede entenderse como proviniendo desde un self monádico, sino como el resultado de las múltiples conexiones que son posibles de ser realizadas en el espacio de una vida.
A partir de este fragmento de entrevista con dos psicoterapeutas, “X” y “Z”10, pretendemos mostrar nuestra exploración de las posibilidades que ofrecen los conceptos bajtinianos en la lectura de la entrevistas.
Y:... [y en el caso de] la demanda sobre todo en los pacientes psicosomáticos
Z: en eso si es que nosotros nos ponemos particularmente necios
X: Ahí si que nos ponemos necios; yo también (...)
Z:. Y yo a estos muchas veces tal cual se los digo. Tal cual estos últimos que dice X, tal cual se los digo. Porque la utilidad, porque claro, te mandan a irte a consulta a que te vea el psiquiatra, “...¡ah, no, pero yo no estoy loco!...” Entonces empiezan...
X:. Es alguien que está totalmente divorciado de su malestar psíquico
Z: ¡Totalmente divorciado!, ¡totalmente divorciado! Entonces, yo hasta se los explico: “lo que tú no estas poniendo en una palabra, lo estas poniendo en tu cuerpo; y la idea aquí es que pongamos en el cuerpo lo que es el cuerpo y pongamos en las emociones, en los pensamientos, en unas palabras las cosas que te molestan; y eso es a lo que yo te invito” ¡Tal cual! ¡literalmente! Así en muchas oportunidades con pacientes muy concretos...
X: Si, a veces que tú no puedes esperar a que el tipo se pregunte algo...
Z: Claro porque tienes diez hospitalizaciones, ¡Coño!
X: ¡Coño! porque se va a morir
Y: ¿Cómo sería el encuadre psicoanalítico normal y común?
X: Bueno, ¿cómo es?, ir más allá del bienestar del paciente, ¿cómo es?, “la cura viene por añadidura” ¡nojoda, chica!; ¡ si la cura es por añadidura!
Y: No, no, es que realmente..., y mucho menos en estos ambientes en que tú no puedes esperar, porque se les va la vida entre una espera, entre una espera en que él piense, se le ocurra y...
Z: Además, con el nivel sociocultural de la gente aquí, que no tiene como muchas herramientas; la estructura hospitalaria no les permite, uno los puede ver una vez al mes, ¡¿cuánto más lo puedes ver; dos veces al mes?!, haciendo un esfuerzo sobrehumano por meterlo en la consulta. O sea, entonces tú no tienes ni el tiempo, ni el espacio, ni el lugar, ni las herramientas como para bueno dejar que a él algún día se le ocurra pensar en lo que le está pasando.
X: Entonces allí dicen: eso no es psicoanálisis, eso es psicoterapia
Z: Bueno, que me muestren en un guión. Yo todavía no entiendo muy bien cuál es la diferencia. Je, je, je. Si al paciente o sea a la persona le sirve como herramienta para poner coto a sus goces pues....
X: Exacto, exacto, empezando por allí ¿no?
Z: O sea, no me interesa si es psicoterapia o análisis, lo que me interesa es que una gente llegue a organizar un poquito mejor, pues con sus deseos, con sus demandas, con sus fantasmas, con lo que sea pues, pero que se organice un poco mejor y deje de repetir y de gozar pues; no me interesa...
Y: Haces como una delimitación entre lo que sería el psicoanálisis y lo que sería la psicoterapia; ¿cómo ves un campo como muy móvil?
X: Yo no entiendo mucho...
Z: No, yo te puedo decir lo que te estoy diciendo....
X: Hay unas diferencias hasta teóricas en relación con eso. Pero lo que creo básicamente qué es la diferencia manejada vulgarmente, es decir, corrientemente es que, el psicoanálisis, en el psicoanálisis la cura viene por añadidura, en el psicoanálisis es un recorrido donde el objetivo es el recorrido mismo, mientras que en la psicoterapia tú tienes objetivos, tú tienes puntos de llegada, en el psicoanálisis no. Esa sería la diferencia que se maneja.... Por eso, esto es psicoterapia porque tu objetivo es prolongarle la vida a tu paciente, o sea, tú quieres que no se muera; mientras que en el psicoanálisis, si su voluntad es de muerte
Z: que se muera
X: que se muera
X-Z-Y: risas
En un primer momento, podemos hablar de un efecto “estilístico” que está presente en todo este fragmento: la ironía y el humor, recorren las diferentes intervenciones, en una clave de entendimiento, que obligan a hacer referencia al marco relacional común, y al enclave cultural donde es posible y aceptable un tono como el que mantienen las entrevistadas al tratar de temas que consideran importantes: la vida de las personas que atienden, el trabajo que realizan, sus relaciones con las instituciones (de formación, y en donde laboran). Muestra al mismo tiempo, de esa manera en la cual las enunciaciones recogen “el aroma del contexto”, en un espacio cultural en donde es posible esta combinación de géneros.
Al mismo tiempo, toda una polifonía es reconocible en este fragmento. Por una parte, las voces frente a las cuales una parte del diálogo se organiza, que pone en tensión tradicionales posicionamientos discursivos, y en donde mis propias intervenciones participan también de ellos. Actualización a un mismo tiempo, de diatribas históricas previas, tales como la diferencia entre psicoanálisis y psicoterapia, nada desestimable, especialmente porque X y Z habían iniciado su entrevista definiéndose como “psicoanalistas en formación”. Estos ecos de voces institucionales nos dan cuenta también, del contexto institucional en el cual laboran: un hospital público, con un tipo de clientela y unas prácticas vinculadas a la salud-enfermedad, que imprimen tiempos y condiciones a las intervenciones que desde el marco “psi” realizan las entrevistadas.
La batalla se reintroduce, y como señala Bajtin (1934-35, pp. 154-158) “El proceso de formación ideológica del hombre es...un proceso de asimilación selectiva de la palabra ajena”. Esta asimilación selectiva, se va reconociendo, en trozos de frases, algunas con un efecto estilístico: “alguien divorciado de su malestar psíquico”, “Si al paciente o sea a la persona le sirve para poner coto a sus goces”. Frases que pertenecen a un género discursivo, jerga común a las participantes de la entrevista11, tal vez incomprensible para otros.
Nos gustaría detenernos en la re-acentuación que realizan de “la palabra autoritaria”. Vemos cómo las citas indirectas tiñen las intervenciones, del tipo “ir más allá del bienestar del paciente” “la cura viene por añadidura”. La rigidez de esta palabra, al provenir de la voz de la autoridad, tiene un peso institucional, que diferencia el campo del psicoanálisis y el de la psicoterapia.
Donde el cierre de esta palabra no hace posible un diálogo, recibe entonces un tratamiento peculiar: un cambio de acento. Cambio de acento que produce una “construcción híbrida”, que es una palabra que concentra dos voces. Así, vemos cómo en esta intervención de X: Bueno, ¿cómo es?, ir más allá del bienestar del paciente, ¿cómo es?, “la cura viene por añadidura” ¡nojoda, chica!; ¡ si la cura es por añadidura!, el acento irónico de la frase “¡si la cura es por añadidura!”, introduce una “otra voz” en la “voz institucional”, que refracta con ello una nueva intención. La ironía respecto a esta voz de la autoridad será llevada al extremo, cuando las entrevistas justamente pongan en evidencia el ridículo de seguir estas máximas hasta sus últimas consecuencias.
Podemos entonces, retomar la idea de una autoría que emerge desde una biografía concebida como una multiplicidad localizada. ¿Cuántas veces, en cuántos textos, no ha sido tratado, discutido, cuestionada, o, instituida, la diferencia entre psicoanálisis y psicoterapia? ¿Cuántas voces en torno al valor de la vida, a la salud-enfermedad (como ellas tienen lugar en el ambiente hospitalario)?. La corporeidad de los enunciados viene dada porque estas personas no hablan desde ningún lugar, por el contrario, sus posiciones son arrancadas desde sus propios espacios institucionales donde las voces de múltiples instituciones –y sus prácticas enunciativas- mantienen un diálogo permanente. De hecho, la imposibilidad de dialogar con los límites institucionales respecto de lo que es “psicoanálisis” y de lo que es “psicoterapia”, es reabierta por el tratamiento estilístico. Así, el recurso a la ironía, al humor, reabre el diálogo con la palabra “autoritaria”, esa que pretende una mera transmisión, y la obliga a re-situarse en el contexto que la coloca al límite de su seguimiento.
Quisiéramos destacar, la tensión reconocible entre los discursos (géneros, estilos, etc.) empleados, y las posibilidades y constreñimientos que la situación social específica imprime. Esta tensión recorre al enunciado, desde que estos están encarnados en una biografía, cuyas posibilidades enunciativas están históricamente vinculadas a sus experiencias institucionales. Estas instituciones son las que a un mismo tiempo, ofrecen materiales diversos que permiten organizar la experiencia profesional, y desde donde se toman elementos para construir significaciones. Pero estas instituciones -en tanto incluidas en un dispositivo disciplinar- constriñen a su vez las posibilidades enunciativas de quienes participan en ellas.
Como vemos, la subjetividad se encuentra producida en ese contexto institucional de conflictos, de posibilidades y constreñimientos. El contexto cultural, además, provee de géneros, a partir de cuyos márgenes es posible construir creativamente (efecto “estilístico”) las experiencias, y en esta construcción una “nueva” lectura –tanto de los “textos psicológicos” como de la propia experiencia- emerge.
Clave para comprender el sentido de autoría en Bajtin, son sus nociones de dialogismo y polifonía. Desde que la noción de autoría está ligada a su teoría de la enunciación, no podemos entonces desvincularla de un diálogo permanente, y por tanto, inacabado. Así como el significado de una palabra no es gramatical sino contextual, su propuesta de dialogicidad nos recuerda que estos significados se construyen relacionalmente, cargados de pasiones y de contenidos ideológicos. No se trata entonces de concebir a los efectos de estilización o de autoría como producidos por un self autocontenido, sino por el contrario, como resultado de una multiplicidad siempre por ser producida.
Ello nos permite hablar de una biografía localizada, una multiplicidad contextualmente constreñida a un tiempo y a una realidad socio-histórica, por lo que en su realización enunciativa resume una experiencia colectiva. Y esto es reconocible, a partir de que sus posibilidades enunciativas están históricamente vinculadas a las experiencias institucionales. Destacaremos también el sentido de biografía localizada, en tanto encarnada y producida (producción, y no esencia) en contextos institucionales limitados, prolíficos de discursos, en cuyas redes una experiencia de vida es configurada. En nuestras entrevistas, hemos visto cómo el “ser terapeuta” se configura en el diálogo con las voces que mis preguntas atrapan, y con las múltiples voces institucionales que han introducido las entrevistadas, de diferentes procedencias, que actualizan conflictos intra e interinstitucionales, voces heterogéneas que siempre harán a la palabra semi-propia, semi-ajena.
Obviamente, entramos con ello en el terreno de la intertextualidad, sin pretender eludir las constricciones socio-históricas que imponen las formas de lo pensable, a partir de las cuales cada sociedad puede organizar los márgenes de la experiencia que considera posibles –y por tanto “decibles”. En el caso analizado, es posible advertir de qué manera estos “textos-teorías psicológicas” son empleados instrumentalmente (Burkitt, 1998), y reconocer las fuerzas y presiones que ejercen los diferentes espacios institucionales (institución psicoanalítica, la hospitalaria, las instituciones “psi” de ese medio cultural, etc.).
Este tipo de aproximación hace, por otra parte, emerger una posibilidad de análisis de la praxis, que no busca fundamentos exteriores “evaluativos” de una acción a partir de un criterio que se asume como “externo”. Así mismo, tampoco parte de la idea de un sujeto “libre” y autodeterminado centro último de sus decisiones. Más bien, pretende hacer evidentes a los condicionantes que posibilitan y constriñen las acciones de los sujetos, basándonos en el supuesto de Bajtin (1979, p. 28) de acuerdo al cual “Un acto humano es un texto en potencia y puede ser comprendido (como acto humano, no como ficción física) tan sólo dentro del contexto dialógico de su tiempo (como réplica, como postura llena de sentido)”.
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