Trabajo, neuromagma y fisuras. Escenario neo/postfordista.

Work, neuromagma and fissures. Neo/postfordist scenario

  • Francisco Quintana
Constatar la existencia de un corte dicotómico entre actividad y trabajo, tal y como ha subrayado cierta genealogía, permite deconstruir la compleja fenomenología surgida con la renovación fordista (neofordismo) y con la mutación tecno-organizativa (postfordismo, capital cognitivo,…)promovida en el marco de la producción/reproducción glocal ( global-local) de la socialización mercantilizada. Uno de los efectos más relevantes de estas trasformaciones es que el trabajo y la trama valorizante devienen ante todo en subsunción de neuromagma y de las modalidades de relación intersubjetiva (comunicativas, lingüísticas,…). Además, la demanda de la fuerza de trabajo se modifica y contrae, lo cual provoca la caducidad de la denominada "sociedad del trabajo". Se trata, en definitiva, de la fagocitación psíquica y social a la que se oponen determinados comportamientos, ruidos que distorsionan momentáneamente el flujo circulatorio del significado y del sentido instituidos. Con todo, lo que evidencian estas problemáticas es la insoslayable necesidad de proponer nuevas prácticas y categorizaciones en lo tocante a la teoría del valor y de la crítica de la política.
    Palabras clave:
  • Relaciones laborales
  • Globalización
  • Subjetividad
  • Resistencia
  • Poder
To verify the existence of dichotomic split between activity and labour as a certain kind of genealogy has pointed out, allows us to deconstruct the complex phenomenology established by the fordist renovation (new-fordism) and techno-organizational mutation (post-fordism, cognitive capital,…) Promoted within the frame of production -reproduction of mercantilized socialization.. One of the most outstanding effects of these transformations is that labour becomes above all an absorption of neuromagma and the different modalities of intersubjective relation. Besides, the demand of workforce gets modified contracting itself and causing the expiration of the socalled "working society". All in all, it is about psycho-social swallowing up, the objection to some bahaviours, noises that distort momentarily sense and meaning. In general, what these questions reveal is the need of proposing new practice and categorizations regarding the theory of value and the critics to politics.
    Keywords:
  • Work relations
  • Globalisation
  • Subjectivity
  • Resistance; Power

Las condiciones impuestas por la globalización económica y política capitalista y, como uno de sus efectos, los cambios acaecidos en la esfera tecnológica y de la organización productiva, exigen una reformulación de las prácticas y de la discursividad en contra del trabajo. Así, de inmediato, si partimos de la distinción entre actividad humana en sentido genérico y trabajo o práctica heterónoma de transformación, efectuada por sujetos (objetos) sujetados1, lo que resulta altamente significativo en el actual periodo es que, en combinación con el aporte de valor provinente del trabajo neofordista - ejecutivo, rutinario, en cadena - el formato postfordista, basado en tecnologías robóticas, telemáticas, etc... al expandirse provoca un crecimiento exponencial de la tasa de explotación y del monto de valor añadido en determinados segmentos y ramos del ciclo productivo/reproductivo. Al mismo tiempo, paradójicamente, persiste la idea alentada por ciertos sectores (sindicatos, partidos, empresarios,...) de que el trabajo es un bien social escaso y el paro una amenaza.

Estas transformaciones, que abarcan las últimas tres décadas, suponen una verdadera mutación2. En este sentido, algo que podemos verificar es cómo en ciertas áreas del capitalismo avanzado las corporaciones multinacionales se han reconvertido con objeto de especializarse en productos muy concretos para usos específicos pero de un alto valor añadido. Esta particularización de los productos supone, según Reich (1992), pasar de producir un gran volumen de mercancías, característica esta de las economías de escala (fabricación en serie), a producir un gran volumen de valor y plusvalor, algo propio o que se desprende del hecho de producir mercancías hechas a medida con técnicas flexibles de ensayo/error.

La polivalencia toma de este modo el relevo de lo estandarizado en una perspectiva neo/postfordista3 que conjuga diversidad tecnológica con heterogeneidad en el mercado, esto es: series cortas de productos “a la carta” que requieren una gran flexibilidad y capacidad de adaptación a las oscilaciones de la demanda inducida.

Por otra parte, a la persistencia del ámbito neofordista- fordismo sin las garantías del “pacto social”- hay que añadir la aparición de áreas y segmentos en que la producción de valor y de valor añadido no depende únicamente o en lo esencial de la rutinización de tareas, ni tampoco de la existencia de una gran concentración de asalariados y de materia prima en un espacio fabril delimitado, a diferencia de lo sucedido con la fábrica fordista y taylorista, fábrica del obrero masa. La valorización tiene lugar en aquel caso principalmente gracias a articulación de saber sociotécnico y comunicación. Se trata de la implantación de tácticas y estrategias que utilizan saberes especializados, promueven el manejo de intangibles, gestionan ideas formalizadas como algoritmos que, sin embargo, no prescinde de las tareas repetitivas (data entry...) Destacan sobre este particular tres tipos competencias requeridas para la consecución de estos procesos:

  1. Habilidad para conjugar diversos componentes en una dirección determinada o con un objetivo prefijado.

  2. Dominio de la persuasión para identificar oportunidades.

  3. Eficacia en el reconocimiento de problemas y soluciones.

A este respecto, la producción no es la resultante de la suma de individualidades sino de equipos multidisciplinares; combinación de categorías y especialidades cuya aparente horizontalidad enmascara la asimetría y jerarquización. Se ha dicho, por cierto, que la metáfora que permite describir el funcionamiento de los equipos postfordistas es la de un grupo que con el mismo puzzle hace varios rompecabezas simultáneos.

En esta porción del mercado correspondiente al capital informacional -de la “spider´s web” o de la “global web”- el aumento del valor depende, por tanto, fundamentalmente, de la interrelación y sinergia de unos conocimientos estrechamente ligados al lenguaje: analíticos, simbólicos, conversacionales, lógicos.

Sin embargo, no se trata de un hallazgo reciente. Richta (1974), por ejemplo, puso de manifiesto que el valor en economía depende del trabajo obrero, pero también del crecimiento de la ciencia y la técnica. Corroboran estas predicciones algunos de las características del postfordismo, esto es: el I+D hace posible una “productividad tecnológica“ que multiplica la producción de riqueza a la vez que reduce los costes a la mitad; aplicación de técnicas basadas en el manejo de códigos y señales en la programación de la producción (telemáticas, optoelectrónicas, fermentación y clonaje en la “producción in vitro”...) (Robin, 1989) Resulta significativo también el cambio en la proporción entre parte material e inmaterial: En 1984, en las fábricas de computadoras en EEUU, el 80% de los costes dependía del hardware y el 20% del software; en los noventa la proporción se ha invertido. Finalmente, la evolución de la formación y de la investigación constituye el reflejo de una tendencia en virtud de la cual lo inmaterial adquiere una especial relevancia: veinte años atrás dicho capítulo representaba un 50% del PIB o PSB (Producto Social Bruto) norteamericano; hace diez años el 70%; actualmente casi todo lo producido puede ser atribuido en líneas generales a elementos inmateriales.

En cuanto a lo energético, las nuevas tecnologías y modalidades de gestión consumen menos energía debido a las características de los procesos y a la mayor precisión en el cálculo y en las operaciones realizadas. En 1975, con 1 dólar suplementario de gasto energético se lograba un incremento de 1 dólar en el PSB; hoy en día se necesita solamente entre 0,5 y 0,3 dólares.

Una de las consecuencias de estas modificaciones, combinación de “high tech” y neoesclavitud, es que al evaluar la productividad, es decir: al establecer la relación entre los factores que forman parte del proceso y lo producido, carece de sentido seguir manteniendo la interpretación de estos procesos en los términos en que lo concebía la economía clásica (neoclásica, keynesiana o marxista), dado que ahora intervienen factores inasibles y que, precisamente por este motivo, su cuantificación resulta inviable. Es más, en muchos casos la productividad no depende en lo fundamental de variaciones en las proporciones de factores operacionales. De ahí la importancia de elaborar una nueva categorización crítica de la teoría del valor acorde con modalidades inéditas de valorización, de generación/apropiación del excedente. Conceptualización que debe superar necesariamente los límites inherentes a la crítica ortodoxa de la economía política. Indagación práxica que penetre y desmenuce unos procesos de valorización, monetarizantes (monetarización generalizada de las relaciones sociales) que convierten los “estilos o formas de vida” en la fuente de alimentación y de valor añadido del circuito de producción/ reproducción. Procesos más que económicos políticos o biopolíticos en los que el incremento en el valor de las mercancías pasa a depender entre otras variables de la difusión de una socialidad productivista que sobrepasa y engloba la cantidad de sobretrabajo (entendido éste en acepción ortodoxa, cuantificable) generada, de lo cual no hay que inferir, erróneamente, que el trabajo ha dejado de ser un factor valorizante o que tiende, como ocurre en las fantasías de Jeremy Rifkin, a su total desaparición. Es indudable que el trabajo en sus diversos formatos: neofordista, cognitivo... sigue siendo un ingrediente sustancial de la valorización. Se constata, por tanto, la aportación de otros ingredientes y de otras sinergias no siempre medibles o que simplemente no admiten su traducción algorítmica; y la aparición de interrogantes del tipo: ¿cómo medir la creatividad, la imaginación, la disposición a colaborar... elementos, qué duda cabe, indispensables en la innovación postfordista? Todo ello permite concluir que la presunta objetividad de la ley del valor ha devenido por último arbitrariedad de poder; correlato de una biopolítica que subsume o fagocita en el territorio mecantilizado cuerpos, mentes, afectos... y un largo etcétera.

1 Capital cognitivo

Estos procesos se inscriben, son parte constitutiva del salto cualitativo representado por el paso de la “sociedad fábrica o sociedad del trabajo” a la “metrópoli o sociedad del control o sociedad red-telemática”. Configuración en la que destaca el crecimiento experimentado por el capital cognitivo, una de las diversas caras del capital (financiero/industrial/....).

Bajo el influjo cognitivista, la empresa se convierte, según L. Cillario (1996), en megamáquina que produce y moldea la subjetividad: “ La fábrica es una gigantesca fábrica de mentes. No sólo en el sentido de que la producción manufacturera se constituye como soporte de la producción de conocimiento, sino también en su recíproco: en cuanto asume la configuración consistente en la producción del individuo, de su estructura cognitiva y mental “.

“Muta, en suma, la fisonomía del lugar de producción que ha caracterizado la historia del capitalismo: la fábrica deviene retículo de producción informativa, y el retículo de producción de conocimiento deviene fábrica de la que capta la disposición a organizarse según modelos industriales supeditados, mediante incrementos de la productividad en el trabajo, a los objetivos de la valorización capitalista ”.

Por otro lado, si antes de la “revolución tecnológica” los aumentos de productividad dependían de características o prerrogativas que aparecían como externos al trabajador asalariado considerado mero ejecutor, de ahora en adelante, con el postfordismo, los mecanismos de innovación quedan absorbidos, subsumidos, pasan a ser parte de las funciones ejecutivas. De esta manera, el trabajo cognitivo (genera plusvalor cognitivo) se despliega en tanto que mecanismo reflexivo: flexión (renovación constante de los procedimientos, de las secuencias) sobre otra flexión (actividad productiva inmediata); creatividad succionada o sometida. Prototipo de abstracción reflexiva que aparece como “ la forma capitalista del trabajo adecuada a la fase de informatización de la sociedad”. En definitiva, la división del trabajo implantada por el capital cognitivo - que aspira a reforzar el control sobre el operario - aunque en cierto modo es menos concreta en cuanto a la delimitación de funciones supone de facto un acrecentamiento en la complejidad de los dispositivos de subordinación.

El trabajo cognitivo- centro neurálgico del trabajo postfordista- se ve involucrado en una dinámica desquiciante de cambio constante -desestructuración / reestructuración- inserto en la polivalencia, encasillado en una pluralidad de roles eventualmente contrapuestos; provoca una “disociación psíquica”, mental, causa de patologías y trastornos (stress, pérdida de identidad, desdoblamiento, soledad,...) Dicotomía que, unida a particulares formas de cooperación social, prefigura una sofisticada combinatoria de elementos de productividad socio-individual, pero también la emergencia de efectos perversos, disipativos, que introducen discontinuidades en el espacio/tiempo, heterogéneo, fractal de la metrópoli.

El capitalismo cognitivo se despliega, pues, como dualidad estructural (Cillario, 1996): social/psíquico-mental; subjetivo/intersubjetivo; volumen de riqueza económica/ volumen de riqueza cognoscitiva,.... En él distinguimos, por una lado, su faceta de capital económico-monetario correspondiente a la cantidad de riqueza contabilizada, expresada en términos monetarios, secretada por la renovación de los métodos de producción dependientes de la reflexividad. Por otro, el capital en tanto que movimiento que se interioriza a través de procesos y estructuras psíquicas y mentales; la forma que adopta el capital aquí es el sentido o, más exactamente, la producción de sentido y de significaciones.

Sobre este tema, Berardi (2001), a pesar de mantener un enfoque que atribuye un excesivo peso específico a la “new economy”, ha remarcado en su lectura deleuziana de estos procesos algo que no deja de tener interés, a saber: la existencia de dinámicas desterritorializantes surgidas con la introducción por el capital cognitivo de procedimientos y sistemas específicos; dispositivos para desarticular la proliferación de comportamientos y subjetividades contrarias al trabajo (escaqueo, absentismo...) Desde una perspectiva más amplia, global, se perciben, afirma, dos grandes subespacios claramente diferenciadas: uno cableado, tramado mediante redes telemáticas; y otro que aglutina una masa remanente de trabajo industrial (neofordista).

2 Metamorfosis del trabajo

Con la diseminación postfordista se extienden y afianzan los segmentos y los ámbitos de producción inmaterial. Visto desde la óptica microeconómica y microsocial diremos que cambia el “estatuto tecnológico del trabajo”. El trabajo metamorfoseado prefigura el contenido “informacional” y “cultural” de la mercancía. Llegados a este punto cabe diferenciar dos aspectos:4

  1. Dimensión informacional que remite a las modificaciones en la organización del trabajo en las grandes empresas industriales y en el terciario, cuyas tareas pasan a depender en gran medida del tratamiento de la información y de la comunicación horizontal y vertical.

  2. En cuanto al contenido cultural de las mercancías, nexo entre ciclo de la producción inmaterial y conjunto de actividades no tipificados por la sociología y economía ortodoxas como trabajo, esto es: actuaciones diversas, saber difuso, “intelectualidad de masas” que permite definir de un modo normalizado valores, pautas estéticas...

Los principios y criterios presentan, no obstante, carácter antinómico. Si, por un lado, al fijar los objetivos estratégicos excluyen. Por otro, reclaman la plena implicación, ante todo mental, psíquica. Resulta paradigmático sobre este particular el “modelo Benetton”5, promotor de una nueva categoría de gestión basada en la “administración de flujos sociales”: flujos de crédito, técnicos, de deseo, en los que las campañas publicitarias funcionan de manera interactiva, a guisa de campañas de opinión pública que convierten al consumidor en pieza clave del engranaje de producción/distribución/realización del valor. La subjetividad se desdobla al devenir simultáneamente presupuesto y resultado; abarca lo contractual- mediado por las normas reguladoras - y lo no contractual.

En la esfera contractual, el trabajador “...tiene que asumir en el seno de un equipo polivalente la conducta de una instalación automatizada. Tomar iniciativas con rapidez, cooperar con los que reparten tareas en función de la situación. Tener autonomía y sentido de la responsabilidad. La dirección es ciertamente incapaz de mandar, encuadrar, vigilar los equipos polivalentes que, en la industria del automóvil entre otras, controlan ciertos departamentos” (Gorz, 1991, p. 87) Exigencia, por consiguiente, de colaborar en la administración de lo imprevisible, de establecer comunicaciones en el momento adecuado, engullidas en “tiempo real” por el flujo ininterrumpido. Actuación más que como prolongación de la máquina en calidad de “relé comunicacional” en la cada vez mayor integración equipo/sistema. Diseño a fin de cuentas de un nuevo espíritu, de lo que ha venido a denominarse “empresa humana integrada y multidimensional”.

El trabajo deriva esencialmente en capacidad de “activar” y “gestionar” la cooperación en el ciclo integrado. En este caso, la “diferencia específica” derivada de la formidable implicación de subjetividad, que es justamente aquello en lo que se sustenta el diferencial de productividad, pone de relieve, como una consecuencia notablemente significativa, la caducidad del concepto de productividad marginal6 preconizado por algunos exponentes del poder económico ( neoclásicos / neoliberales, “nueva ortodoxia” del Banco Mundial...)

Esta concepción del trabajo reclama implicación, o mejor, sobreimplicación, que quiere decir que siempre hay que estar “más allá” de sí mismo. De esta manera, sobreimplicación es sinónimo de autenticidad, condición necesaria del actuar como debe ser, de una vida que resuma, sin cortes ni interrupciones, valor añadido intensivo. Adquiere respetabilidad, reconocimiento quien sabe implicarse: colaborar, zambullirse en el flujo comunicacional, plenamente, sin reservas. Imposición y autoimposición ilimitada. Exigencia a las conductas de un exceso de sí mismas como prueba de una socialidad correctamente realizada. Obligación permanente de colaborar, donde nada indica con precisión cual es el grado ideal de implicación: una muestra más de cómo la ley del valor deviene pura arbitrariedad, ley política, puro poder.

Así pues, en el cosmos monetarizado y del control, uno de cuyos ejes centrales es la metamorfosis del trabajo, se borra de un modo irreversible la separación entre interioridad y exterioridad de la factoría, entre productivo e improductivo, ya que todo comportamiento es reconducido hacia la axiomática del cálculo político-económico. En el todo productivista, espacio/tiempo biosocial mercantilizado y del control, la “metrópoli” -megarregión industrial/postindustrial- ha tomado el relevo de la fábrica fordista y taylorista al engullir y metabolizar relaciones salarizadas y no salarizadas.

Vasto despliegue que afecta a lo que Gorz (1991) define como “condición del hombre post-marxista”. Textualmente: “...de la masa creciente de saberes desarrollados, los individuos no dirigen más que una ínfima parcela. La cultura del trabajo ha estallado en mil pedazos de saber especializado y de este modo ha sido arrancado de la cultura de lo cotidiano. Los saberes profesionales no suministran ni las señales ni los criterios que permitían a los individuos dar sentido al mundo, orientar su curso, orientarse en él. Descentrados respecto de sí mismos por el carácter unidimensional de sus tareas y de sus saberes, violentados en su existencia corporal, tienen que vivir en un medio en vías de dislocación y fragmentación continua, librado a la agresión megatecnológica. Este mundo imposible de unificar por la experiencia vivida no es más que el mundo vivido de la dolorosa experiencia. La vida cotidiana ha estallado en playas de tiempos y espacios cortados unos respecto a otros, sucesión de sobresolicitaciones agresivas, de tiempos muertos y de actividades gregarias. A esta fragmentación vivida corresponde una (no)-cultura de lo cotidiano, hecha de sensaciones fuertes, de modos efímeros, de diversiones espectaculares y de informaciones fragmentarias”7(p. 117)

Más allá de esta interpretación, lo que se detecta es cómo a medida que se hace patente el desfase del modelo histórico de la “sociedad del trabajo”, la productividad del trabajo neo/postfordista adquiere nuevas dimensiones. Productividad en calidad de sustituto postindustrial, no lineal, mutante, que se alimenta de saberes soterrados, formalizados o no, que anteceden y suceden, retroalimentan en calidad de anexo y complemento el trabajo asalariado. Separación entre mano y mente, ejecución y diseño subordinados a la autonomización heterodeterminada del “intelecto abstracto”. Saberes que están en el meollo del capitalismo neo/post, objetivizados en específicos criterios, reglas y procedimientos.

Estas consideraciones permiten sacar a relucir aquel premonitorio “Fragmento sobre las máquinas” de los “Grundisse” marxianos en el que se enuncia una tesis que remarca la importancia creciente del saber abstracto- ante todo saber científico y técnico- sustituto en su aplicación productiva del trabajo parcializado y repetitivo. Saber que se transforma en capital fijo al ser transferido al sistema automático de las máquinas; portador de esquemas cognoscitivos; núcleo básico del incremento de valor definido globalmente como “general intellect”. Categoría que, en la actualidad, puesta al día permite designar formas de comunicación, de socialidad y de saberes complejos (lenguajes artificiales, elementos de teoría de la información, conceptos sistémicos, teoremas de lógica formal...) virtualmente productivos.

Expolio en última instancia de un inmenso yacimiento - “neuromagma”- que, como apunta Berardi (2001), ya no es mera fuerza física carente de cerebro, en cuyo caso el tiempo de trabajo resultaba fácilmente cuantificable porque era lineal y homogéneo, indistinto, en su abstracta generalidad. Ahora se trata de algo muy diferente: “fluido psíquico”, inteligencia colectiva disponible para la cooperación valorizante y, al propio tiempo, en el reverso, caldo de cultivo de patologías; “sustancia etérea” que escapa a cualquier medida o regla.

3 Lenguaje de las fisuras

Nos hallamos, por tanto, ante un sofisticado manejo de reservas de saber social convertible en saber tecnológico. Inteligencia subsumida, parasitada, dotada de una potencialidad que paulatinamente sentará las bases de la previsible reducción en determinados segmentos y sectores de la producción del trabajo en versión fordista, lo que conlleva la supresión de ciertos postulados en que se ha inspirado el proceso económico. En esta tesitura, los sistemas tecnocientíficos contribuyen a prefigurar las condiciones que conducen a la sustitución de la fuerza de trabajo por dispositivos inteligentes. Sustracción de valor que se apoya principalmente en la capacidad de ideación, en el consumo de energías mentales. El crecimiento del plusvalor relativo - ante todo en forma de plusvalor cognitivo - emerge como pilar de la transformación postindustrial, mientras que la masa de trabajo industrial, sin dejar de tener una presencia cuantitativa importante, disminuye en términos relativos su participación en el cómputo de la productividad y de la riqueza.

Un elemento significativo de estos cambios y de su previsible desarrollo tendencial es que no apuntan en líneas generales a la desaparición del trabajo asalariado, aunque sí a su disminución en segmentos y sectores concretos, de ahí el paro estructural que se ha venido observando desde los inicios de la reestructuración. A este respecto, se observa que cuando el paro decrece en un país o en una región aumenta en otro.

En este sentido, el trabajo tal y como se entendía en los tiempos del pacto fordista: actividad que presupone el contacto con algo tangible, material, asociado a determinadas relaciones sociolaborales estables, se ha visto reconvertido de manera acelerada, desde mediados de los 70, en las nuevas modalidades representadas por el neo y postfordismo. Una de las consecuencias más relevantes de estos cambios, tanto desde la óptica de la crítica de lo económico como de lo político o del poder, es que el trabajo stricto sensu ha dejado de ser considerado el pilar central de la producción y del sistema de valores, al prefigurarse un marco inédito en el que las formas de poder y la valorización ni están articuladas en torno a la fábrica ni tienen un centro. Lo que emergen, por el contrario, son densas redes asimétricas y policéntricas que se extienden por un territorio dislocado con centros metropolitanos y amplísimas periferias, suburbios; compleja mezcla de homegeneidad y heterogeneidad, de orden y desorden, carente de un único centro neurálgico. Ello exigirá, sin duda, conceptualizar en otros términos y con otro enfoque la propuesta clásica del rechazo del trabajo, del “cero al trabajo”; actualizar el slogan “no trabajar jamás”. Cuando el trabajo en el formato de trabajo asalariado industrial disminuye estructuralmente o bien sufre profundas modificaciones no basta obviamente con reivindicar el “derecho a la pereza “ o propugnar el absentismo a secas como si nada hubiera ocurrido. Pero también, y con mayor razón, hay que ir más allá de las propuestas de reducción y/o redistribución del tiempo de trabajo, esto es algo que el propio sistema económico y la administración impulsan, al menos parcialmente, desde hace tres décadas; además significaría aceptar el reparto de la miseria en cualquiera de sus versiones: trabajo industrial rutinario, reticular, cognitivo... ; Y, ante todo, porque implica caer en el espejismo de creer en la desaparición gradual de cualquier tipo de actividad heterodeterminada, o lo que es lo mismo, en la eventual autodestrucción del nexo capitalista.

La cuestión no estriba, ciertamente, en preocuparse por la mayor o menor escasez de trabajo - dado que no se trata de un bien deseable - sino en cómo afrontar la crítica deconstructiva del trabajo y de la situación creada a resultas de esa doble respuesta dada por el capital a la crisis de la “sociedad del trabajo” o “sociedad salarial”: por una parte, al instaurar un nuevo régimen regulador que fragmenta (división entre ciudadanos y excluidos; asalariados y sin salario; Autóctonos y “otros”...) y precariza lo social; Y, por otra, con la proliferación de nuevas formas de sometimiento (ciclo de producción inmaterial, paro como subordinación al empleo, formación permanente, consenso...). Dicho con otras palabras, es indispensable situar la crítica práxica a la altura de los tiempos, y ello requiere tener en cuenta las propiedades de este escenario neoimperial, espacio/tiempo mutado; contexto versátil, hiperreal, metrópoli: supermercado / parque temático / territorio del control.

Maremágnum en el que, a pesar de todo, en el curso de los últimos años, lo imprevisible muestra la existencia de puntos vulnerables; espectro de experiencias “no alternativas” sintomáticas que ni constituyen el recambio del sujeto histórico proletario ni constituyen un nuevo paradigma. Ámbito variado, minoritario de comportamientos antagonistas: asamblea de parados de Jussieu, okupas, fugas improductivas... que distorsiona momentáneamente el circuito de la “comunicación intersubjetiva trabajista”. Iniciativas que explícita o implícitamente dicen “no al trabajo”. Ciertamente sería incoherente reivindicar algo nocivo y que la propia dinámica tecnológica y económica tiende a reducir y metamorfosear. Invitación a tomar porciones del “gran pastel”, al establecimiento episódico o duradero de determinadas fractalizaciones desmercantilizadas. Se trata, en suma, de fisuras que alteran en ocasiones el significado y el sentido impuesto por unos poderes -desorden sistémico, narcótico/paranoide- que parasitan y gestionan la diversidad.

4 Referencias

Berardi, L. (2001) Zero y la Fabbrica dell´infelicità. Roma: Ed. Derive Approdi

Cillario, L. (1996) L’economia degli Spettri. Roma: Manifestolibri

Gorz, A. (1991) Métamorphoses du Travail . Quête du Sens. Paris: Galilée.

Reich, R. (1992). The Work of Nations. NewYork: Vintage Books.

Richta, R. (1974) La Civilisation au Carrefour. Paris: Anthropos.

Robin, J. (1989). Changer d’ere. Paris: Seuil.