Athenea Digital - num. 2 otoño 2002-

Psicología para el desarrollo. Alianzas metafóricas contra la pobreza

Juliana Flórez Flórez
Universitat Autònoma de Barcelona

 

Problemas del abordaje de la pobreza desde una Psicología desarrollista

Desde hace más de medio siglo ha cobrado una fuerza sin precedentes la idea según la cual el desarrollo es la solución a la miseria. A pesar de haberse constatado el grave fracaso de ese modelo de cambio, el deseo de transformar a la gente "tradicional" sigue instalado en nuestras vidas y no ha desaparecido del horizonte de las ciencias sociales. La psicología también ha sido partícipe del proyecto del desarrollo y ha dado por sentado que en él reside la solución a la pobreza.


El objetivo de esta investigación es estudiar cómo se ha tejido el vínculo entre la psicología y el desarrollo, como ámbito de transformación social de la pobreza. A la par que nos proponemos ésto, cumplimos otro objetivo: contribuir desde la psicología como disciplina con las perspectivas críticas del desarrollo. Estas perspectivas han ignorado los aportes de la psicología al debate del desarrollo. (Burman, 1994, 1999; Lalueza, Crespo y otros, 1994, 1996, 2001; Morss, 1992; Walderkine, 1993).


Tomamos aportes de tres perspectivas epistemológicas: 1) Desde el socioconstruccionismo (Gergen, 1994; Ibañez, 1996) damos relevancia el carácter histórico de la producción del conocimiento, así como la necesidad de problematizar las explicaciones cuya verdad damos por sentada. 2) De la epistemología feminista tomamos por un lado, la necesidad de incorporar los deseos a la teorización del cambio (Braidotti, 1994, Pujal, 2000) y por otro, tomamos el conocimiento situado (Hesse, 1966; Haraway, 1991). 3) Desde una perspectiva hermenéutica (Gadamer, 1975; Ricoeur, 1975) abordamos los textos (material de análisis de la investigación).

Primero, explicamos cómo llega ha conformarse el campo del desarrollo. Repasamos las Doctrinas del Desarrollo del siglo XIX adoptadas en la Europa para administrar la miseria de la naciente sociedad industrial, las luchas libradas en la América Latina de la postindependencia para rechazar la modernización y por último, el carácter desarrollista de las políticas coloniales. Tras este repaso, contamos cómo a partir de la II Guerra Mundial, el desarrollo se constituyó en un campo de saber/poder minado de procesos simbólicos que incluyen la producción, puesta en circulación y fijación de significados y deseos respecto al cambio social. A partir de 1945, la pobreza empezó a ser considerada como el atraso del Tercer Mundo, cuya gran solución era el desarrollo (capitalista): la modernización y la industrialización a alcanzar, gracias a la asistencia del Primer Mundo. El desarrollo, en tanto que formación discursiva (Foucault, 1969) ha producido desde 1945 sus propios objetos (Tercer Mundo) y sujetos (tercermundista/subdesarrollado). Dentro del espacio discursivo del desarrollo, se ha establecido un sistema de relaciones entre conceptos, instituciones, procesos socio-económicos, formas de conocimiento, factores tecnológicos, etc. La sistematización de esas relaciones define las condiciones bajo las cuales pueden incorporarse al “discurso del desarrollo” objetos, conceptos y estrategias; desde este sistema de relaciones se ha generado una práctica discursiva cuya sistematización determina: quién puede hablar, qué se puede decir, desde qué punto de vista, etc. acerca de la pobreza. Así, se han definido ciertas reglas para el surgimiento, denominación, análisis y eventual transformación del problema de la pobreza, en un plan o política de desarrollo. (Escobar, 1996, 1999).

En la producción del campo del desarrollo, las ciencias sociales han sido fundamentales. Se hace una breve referencia a la “Economía del Desarrollo”, la “Atropología Desarrollista” (Redfield, Lewis), la "Sociología del desarrollo" (Germani) y otras ciencias sociales se han consagrado a ese modelo de cambio. Aunque no existe una subdisciplina consagrada al desarrollo como ámbito de transformación social, sería un error interpretar esta ausencia como la prueba de que nos hemos mantenido al margen de ese proyecto. Por el contrario, llama la atención que distintas perspectivas psicológicas, de una u otra manera, aludan al desarrollo como la solución a la miseria.

Se estudia cómo se ha tejido el vínculo entre estos ámbitos, explicando: 1) la producción de una psicología desarrollista; 2) cómo esa producción obedece a un ámbito epistémico, de modo que entre las ciencias circulan las mismas metáforas del desarrollo, y a su vez, 3) cómo la producción de esa psicología responde a las demandas de control social, fijando esas metáforas en el espacio cotidiano.

1) Producción de la psicología desarrollista. Para estudiar el vínculo entre psociología y desarrollo, primero revisamos las teorías psicológicas de la pobreza y el sub/desarrollo; seleccionamos algunas de ellas y las organizamos, identificando para cada una: el problema (pobreza o subdesarrollo), la solución (desarrollo) y las intervenciones que deben realizarse (Cohen, 1985). No obstante, consideramos que desde el momento en que se define un problema y su solución, se alude a un concepto de cambio social; identificamos entonces, tres posiciones en las que se emplaza a la psicología respecto al cambio de la situación de pobreza: posiciones paralelas al cambio económico (’50 y del ’60), posiciones complementarias del cambio socio-económico (’60) y posiciones comprometidas con el cambio social (’60). Tomamos las dos últimas posiciones para analizar cómo se ha tejido el vínculo entre la psicología y el desarrollo.

Las teorías de la posición complementaria al cambio socio-económico, en su mayoría, siguen un modelo funcionalista del cambio y una epistemología positivista. Identifican el problema en términos de subdesarrollo; estudian los factores psicológicos asociados al sub/desarrollo (motivaciones dependientes-independientes, creencias y actitudes tradicionales-modernas, valores y anti-valores del desarrollo, etc.) y formulan intervenciones sobre dichos factores, las cuales -en conjunto con cambios estructurales-, producirían el desarrollo.

Por su parte, las teorías de la posición complementaria con el cambio social, siguen un modelo de cambio conflictivista y son de corte marxista. Parten de que el problema es una estructura caracterizada por la desigual distribución de la riqueza y el poder. Estudian los mecanismos psicológicos asociados a estas desigualdades (locus de control externo, desesperanza aprendida, alienación, ideología de la dependencia). Su intervención está dirigida a que la gente tome consciencia de su situación de opresión y se movilice (participe) para alcanzar el desarrollo. Los cambios a nivel psicológico son una condición necesaria para producir y mantener los cambios sociales. Estas propuestas no identifican la pobreza con el subdesarrollo, ni a diferencia de las anteriores, se pliegan con facilidad a este modelo; por el contrario, lo desafían de manera crítica, pues se nutren de enfoques que desafiaron intensamente al paradigma del desarrollo: la escuela económica de la Dependencia (Cardoso y Faletto), la Teología de la Liberación (Martín Baró), la Educación Popular (Paulo Freire) y la Investigación Acción Participativa (Orlando Fals Borda). Aunque son perspectivas críticas del desarrollo, aceptan de manera implícita que éste es el modelo de cambio a seguir.

Tenemos dos posiciones fuertemente enfrentadas en sus bases teórico-políticas que sin embargo, coinciden en un mismo fin: alcanzar el desarrollo. En el caso de aquellas propuestas que establecen el subdesarrollo como el problema, no es de sorprender que -por oposición- el desarrollo sea la solución. Pero ¿qué sucede con aquellas propuestas, que partiendo del compromiso político de dar cabida a las posturas de los “oprimidos”, no cuestionan a la alternativa de cambio hegemónica?. Quizás -como sugiere, Escobar (1996)- el esfuerzo de los enfoques críticos ha resultado insuficiente para articular un rechazo al modelo de desarrollo porque luchan por construir una realidad diferente dentro del espacio discursivo del desarrollo. Siguiendo esta idea, podemos decir que las teorías psicológicas de ambas posiciones (complementaria y comprometida) han compartido el espacio discursivo del desarrollo para teorizar sobre la pobreza. Entonces, a pesar de no existir una subdisciplina psicológica para el desarrollo, podemos afirmar que existe una psicología desarrollista: un conjunto de líneas teóricas en torno a procesos psicológicos relacionados con la pobreza que toman por solución el desarrollo, cuyos supuestos beben de distintos enfoques (Conductismo, Cognitivismo, Humanismo y las vertientes Comunitarias) y atraviesan la psicología impregnando distintos ámbitos de intervención (evolutiva, clínica, escolar, organizacional, etc.).

Siguiendo el interés de conocer cómo estas dos posiciones comparten el modelo de desarrollo, analizamos:

a) El tratamiento de conceptos claves. En primer lugar, ambas posiciones establecen una equivalencia entre pobreza y subdesarrollo, ya sea de manera explícita (posición complementaria) o implícita (posición comprometida). Con ello reducen todo proceso de cambio a un proceso de desarrollo; además, reducen la vida social a la necesidad de cambio (progresivo). En segundo lugar, las dos posiciones revisadas parten de una crítica al carácter econocéntrico del desarrollo. Ambas posiciones toman este econocentrismo como el punto de partida o momento fundacional de una producción teórico-práctica vinculada al campo del desarrollo. Estos conceptos introducen cambios en la disciplina, marcándole determinadas funciones.

b) Los Cambios y funciones de la Psicología Desarrolista. Los aportes psicológicos generan cambios en el «campo del desarrollo». Temas psicológicos son incluidos en definiciones de desarrollo. Estos cambios suponen que la función de la psicología es humanizar al homoeconómicus rescatando su olvidada dimensión psicológica. Pero además, suponen la función de identificar los procesos psicológicos asociados al sub/desarrollo, aplicando sus conceptos básicos (motivaciones, creencias, valores, ideología, etc). Una última función de la psicología desarrollista es construir vínculos con la economía. Sea que la dimensión psicológica complemente los cambios económicos (posición complementaria) o sea una condición necesaria para que éstos ocurran (posición comprometida), se insiste en tejer vínculos entre ambas disciplinas, de modo que se asegure una labor mancomunada por el desarrollo. Estos vínculos se crean siguiendo diferentes estrategias: 1) el uso de indicadores económicos para derivar los psicológicos 2) las citas directas a textos económicos y 3) la referencia directa a procesos económicos. La necesidad de construir vínculos con la economía, supone que ésta y la psicología son ámbitos inconexos y que al vincularlos habría una evolución disciplinar.

c) La evolución interna de la disciplina. A lo largo de las lecturas, encontramos referencias a la evolución de la psicología gracias a su aproximación a un campo convencionalmente económico (el desarrollo). Se describen las tres lógicas del conocimiento progresivo a las que aluden estas referencias: la verdad última, el conocimiento especializado y el monismo. Era de esperar que aparecieran estas tres lógicas, pues difícilmente la producción teórica moderna escapa a ellas; pero más que “nuevos hallazgos” interesaba conocer cómo se configuran éstas lógicas, específicamente para la psicología desarrollista. Las tres lógicas se entrecruzan con la noción misma de desarrollo, pues el sentido moderno otorgado a este proceso promete una verdad última (la cima del desarrollo) de la que estaremos más cerca mientras mayor sea el número de áreas de nuestra vida abarcadas por el progreso (religiosa, política, económica, psicológica, corporal, etc), y mientras mayor sea también la exactitud con que llevemos a cabo los pasos de este proceso.

2) Circulación de metáforas del desarrollo. En este apartado se aborda la producción de la psicología desarrollista en relación a la episteme que la posibilita. Tomamos el eje horizontal saber-saber propuesto por Foucault que describe cómo diferentes ámbitos de saber existentes en un momento determinado comparten un mismo modo de conocer, de modo que entre ellos se establece un isomorfismo que remite a lo que es pensable en ese momento (Morey, 1983). Siguiendo esta hipótesis, el desarrollo no sería la forma “natural” de solucionar la pobreza, sino la manera de entender el cambio privilegiada por la modernidad, que ordena las cosas de manera progresiva. Y el vínculo entre desarrollo y psicología, no sólo obedece a que ésta haya tomado por objeto a aquel; sino además, a que comparte con disciplinas contemporáneas la misma episteme y por tanto, un mismo espacio discursivo para teorizar sobre el cambio.

Entre los diversos ámbitos de saber -científicos o no- han circulado metáforas del desarrollo que configuran redes de significados, dan coherencia a las teorías y generan una intersubjetividad en torno a ellas. Las metáforas, una vez ancladas en nuestro lenguaje acerca del cambio, se convierten en «metáforas muertas» (Ricoeur, 1975), de modo que evocan un modelo de cambio que parece la solución “natural” a la pobreza. Se pueden trazar estas redes al ver la correspondencia conceptual entre distintas disciplinas. Identificamos tres redes entre la psicología y la economía: a) la «teoría de la Motivación al Logro» (posición complementaria) y la «teoría del Crecimiento Económico» de Rostow, b) las teorías del «enfoque de los valores» (posición complementaria) y las teorías «neoinstitucionalistas» y c) las teorías de la «dependencia económica» y las de la posición comprometida.

3) Fijación de las metáforas del desarrollo. En este apartado destacamos que la producción del conocimiento también obedece a prácticas sociales. Tomamos el eje saber-institución, propuesto por Foucault para describir cómo los ámbitos discursivos obedecen a sus ámbitos prácticos e institucionales asociados. (Morey, 1983). A partir de este eje nos proponemos explicar cómo la producción de una “psicología desarrollista” responde a las demandas de control social, contribuyendo a fijar en el espacio cotidiano las metáforas del desarrollo. En ese sentido, el vínculo entre psicología y desarrollo, también obedece a un ámbito práctico que fija ciertos sentidos para los procesos sociales. Como recuerda Miguel Morey (1983), un eje de análisis no es independiente del otro, pues interesa encontrar la relación entre dos ámbitos de saber (eje horizontal) en la medida que puedan relacionarse con las prácticas, instituciones, relaciones sociales, políticas, etc. (eje vertical).

Las intervenciones sobre la pobreza, en tanto que foco de control social (Cohen, 1985:15) activan dispositivos de poder/saber (Foucault). Mediante los mecanismos de institucionalización y profesionalización, las metáforas del desarrollo, se traducen en técnicas racionales (de evaluación, clasificación, planeación, medición, etc.) que producen un conocimiento normalizado del “ser a desarrollarse”. (Escobar, 1996). En este sentido, las funciones de la “psicología desarrollista” forman parte de los mecanismos de institucionalización y profesionalización, a través de los cuales esta disciplina ha respondido a las demandas del control social, contribuyendo a mantener el orden jerárquico que busca eliminar.

4) Implicaciones del abordaje de la pobreza desde una psicología desarrollista. Partiendo de las perspectivas críticas del desarrollo, se analizan tres implicaciones de abordar la pobreza desde una psicología desarrollista:

a) Re/construcción de sujetos anhelantes del desarrollado: las categorías producidas por la psicología desarrollista instauran y mantienen una subjetividad del pobre en términos de carencia; serían narraciones cargadas de metáforas sobre sujetos anhelantes del desarrollo que abren espacios de gobierno del Otro. Espacios que no se clausuran indefinidamente. Por ello es importante estar atentos a la paradoja de la representación que impide llevar a plenitud nuestros deseos de emancipar al Otro y por la cual, nuestra identidad “pura” como investigadores/as se diluye, y la neutralidad del lugar desde donde hablamos desaparece.

b) Dejar en «Paz» a la pobreza: La psicología ha potenciando al «campo del desarrollo» a lo largo de sus sucesivas transformaciones. Si bien ha logrado humanizar al «campo del desarrollo», en un intento desesperado por compensar su econocentrismo, ha ofrecido un modelo de cambio que parte y termina en el sujeto. Pareciera que es en la “psique” donde reside la posibilidad (decisión) de integrarse al sistema. La situación de miseria pasa a ser una responsabilidad exclusiva de la gente pobre. La pobreza es vivida “en paz” sin que perturbe al orden social existente.

c) Sofisticación del desarrollo (controlado). La función de “construir vínculos con la economía” trata de acoplar dos disciplinas para asegurar el engranaje de las diferentes parcelas de la realidad, de modo que ésta pueda llevar un curso de desarrollo “normal”. La búsqueda de este vínculo, en vez de seguir una tendencia evolutiva, responde a un efecto fragmentario que parcela el conocimiento sobre la pobreza y conlleva a una sofisticación del control social (Foucault, 1975). La disciplina psicológica tendría “su lugar de intervención” y como diría Castel (1973), los problemas psicológicos que son económicos, sociales, psicológicos, etc. se reducen a éste último ámbito, psicologizándolos. Al mantener “su lugar”, la psicología desarrollista contribuye con el funcionamiento de las otras ciencias desarrollistas y con el del campo mismo del desarrollo. Pero además, al asegurar “su lugar”, esta ciencia no logra desprenderse de sus viejas explicaciones circulares, pues sigue estudiando a los pobres para describir aquellos factores en los que difieren del resto de la sociedad y esas descripciones se toman como la causa; se mantienen así las explicaciones tautológicas tan rechazadas por “culpabilizar a la víctima” (Escovar, 1979).


* * *

Con esta investigación hemos querido mostrar la importancia de no sobredimensionar la metáfora del desarrollo para explicar la condición de pobreza. ¿La psicología debe enmarcarse dentro del proyecto del desarrollo?, ¿debe procurar el desarrollo de la gente?. En ese caso, ¿de cuál desarrollo se habla?. No debemos obviar que todo cambio no implica necesariamente desarrollo, ni que toda solución a la pobreza no exige cambios modernizadores. Pero entonces, ¿cuál es el modelo de cambio a seguir?. Esa no es una respuesta exclusiva de la ciencia, ni que podamos dar ahora. Con Mires (1996) consideramos que eso dependerá de la trama indeterminada que se conforma mediante la conjunción de acciones sociales, y que sólo es seguro que esos actores no serán únicamente los hasta ahora privilegiados por las ciencias sociales, marcadas por el evolucionismo histórico; lo urgente -sostiene Mires- es abandonar un modelo de cambio que determina al actor social a través de teorías económicas, para imaginar propuestas económicas a través de la determinación del actor social. Así podremos potenciar los grandes esfuerzos de la psicología por no permanecer indiferente ante el vertiginoso aumento de la pobreza.

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