Bottici, Chiara (2007). A Philosophy of Political Myth. New York: Cambridge University Press. ISBN: 978-0-521-87655-1
El presente trabajo de Chiara Bottici viene a expresar una sospecha que cada vez se hace más presente en el seno de la filosofía política: el desarrollo de las teorías contemporáneas y su fuerte apuesta por la racionalidad del individuo como registro de lectura para la comprensión de la dinámica política social, es insuficiente para aprehender las distintas tonalidades y gamas que ésta presenta. Sospecha que en la historia del pensamiento retorna cada vez que estos fenómenos muestran las grietas del discurso científico racionalista. Como lo demuestra las reflexiones de ciertos intelectuales europeos (Pareto, Mosca, Sorel) a principios del siglo XX. En este orden el objetivo de la autora es presentar una conceptualización del mito político, explicitando su gramática especifica, para así poder diferenciarla de una serie de conceptos que generalmente se usan indistintamente: ideología, rito, utopía, imaginario. A la vez que mostrar las relaciones y tensiones entre el discurso mítico y el discurso científico y religioso
Para poder resolver esta empresa la autora propone en una primera instancia una genealogía del mito, subrayando tres momentos de la historia del pensamiento: la antigua Grecia, el medioevo, y la ilustración. Recorrido que ya empieza a traslucir la originalidad de la postura del trabajo, pues contrariamente a la fuerte tradición que visualiza el momento de ruptura entre filosofía y mito en la Grecia del siglo V antes de Cristo, Bottici acierta al marcar que tanto en Platón como en Aristóteles el mito no esta definido como una forma de falso conocimiento, sino como una forma de entender el mundo diferente al Logos. El antagonismo entre mito y verdad- realidad- razón es producto del cristianismo, con su concepción de una única verdad revelada, y del reduccionismo racionalista del iluminismo.
Esta genealogía pone de manifiesto dos argumentos centrales para todos aquellos que pretendan trabajar en torno a mitos políticos. En primer lugar refuta la connotación peyorativa de gran parte de la literatura moderna, que estigmatiza al mito como conocimiento falso, como factor de heteronomía, como un signo de sociedades primitivas. El mito no se sustenta sobre la distinción gnoseológica verdadero – falso, sino sobre la necesidad de dar significación a nuestro mundo. Por otra parte, relacionado con lo anterior, ningún mito puede pretenderse universal, como la ciencia de la ilustración, o como el Dios de las religiones monoteístas, pues esta demanda de significación que el mito trata de satisfacer se edifica sobre las particularidades especificas de cada contexto. El mito es propio del politeísmo, donde conviven muchos relatos, que fluctúan con las circunstancias.
A partir de estas premisas en la segunda parte del escrito la autora define los límites conceptuales del mito, para lo que recurre al pensamiento de Hans Blumenberg. El mito es entendido como un proceso constante como un trabajo sobre el mito, donde anidan una multiplicidad de variantes e interpretaciones de un mismo corpus. Una estructura básica que se transforma en la relación entre narrador y receptor, con el objeto de dotar de significancia, no sólo sentido, a un entorno determinado. Afirmación que señala otra consecuencia relevante para los estudiosos de los mitos: sólo podemos comprender la dimensión de un mito particular si nos adentramos en el mundo de vida de los receptores y narradores de mitos, si miramos con sus ojos, en caso contrario se cae en el riesgo de convertir al mito en un papel muerto. Al responder el mito a la necesidad de significancia de un espacio tiempo concreto, sólo comprendiendo la singularidad de ese contexto entendemos como opera el mito. Situación que la autora exitosamente grafica con las distintas modulaciones que el mito del Estado Naturaleza presentó en Hobbes, Rousseau y Kant; modulaciones que solo se comprenden si incorporamos las preocupaciones de sus contemporáneos.
El mito se presenta siempre como una estructura narrativa, pero a diferencia de la historia narrativa, presenta los eventos en forma dramática, lo que permite comprender su función performativa. Retomando a Sorel, la autora señala, que el mito impulsa a los individuos a actuar, al verse participes de una sucesión de eventos que los tiene como protagonistas1. La constitución dramática del mito inspira en los individuos el compromiso emocional con la estructura narrativa. Lo específicamente político de los mitos no esta dado por el contenido de la narración, sino porque permite dotar de significancia a las condiciones políticas y a la acción. En otras palabras permite dar contenido a los criterios de legitimidad sobre los que un poder se asienta, o significar la necesidad de revertirlos.
Lo anterior nos introduce a uno de las conclusiones más novedosas y logradas de A Philosophy of Political Myth; el mito político al ser independiente de cualquier contenido específico, trasciende cualquier valoración axiológica. Puede ser la raíz de la dominación, pero también puede ser el punto de partida de la autonomía, puede ser conservador, como progresista. Diferenciándose de esta manera de aquellos autores, como Cassirer, que intuían que el mito político moderno era un producto de las experiencias totalitarias, la autora trata de liberar al mito político de cualquier determinismo. El mito político no es un producto exclusivo de un único régimen político, ni tampoco de una determinada etapa de la historia. Más aun una mirada detenida puede hallar el trabajo sobre el mito en diferentes escenarios; lo que delimita la consecuencia heterónoma o autónoma, es la clausura o la apertura del trabajo sobre el mito, como la autora reconoce siguiendo a Spinoza y a Castoriadis es el grado en que esta sujeto a crítica.
Al finalizar la obra la autora nos introduce una visión novedosa en torno al mito político en las democracias liberales contemporáneas. En estos nuevos escenarios en los cuales las grandes narrativas han desaparecido, y por ende pareciera haberse erradicado este tipo de estructuras narrativas. El mito político resurge en la dialéctica entre lo extraordinario y lo banal, volviendo sorprendente los lugares comunes y viceversa. Hecho que genera mayor dificultad a la hora de reconocer un mito político. A principios del siglo XX el mito de la raza aria que Cassirer analizaba, o el de la huelga general de Sorel, eran fácilmente identificables. Sin embargo hoy nos enfrentamos a mitos más modestos, que se entrecruzan y se diversifican, como afirma la autora el trabajo sobre el mito no se da ya sobre un continente, sino sobre archipiélagos. Lo que no quita su relevancia al momento de dar significancia a lo político, pero si dada su mayor capacidad de pasar desapercibido limita la apertura hacia la crítica.
El presente escrito posee una notable virtud, difícil de hallar en libros de filosofía que se ocupen de la materia. Allende el alto nivel de abstracción de algunos de sus pasajes, la autora nos brinda una teoría del mito político susceptible de ser utilizada y operacionalizada con el fin de hacer un trabajo empírico en torno a un mito político particular. Las distintas dimensiones que utiliza para definir el concepto proveen las herramientas necesarias para identificar con precisión si nos hallamos ante un mito político o ante otra expresión del imaginario social: utopía, ritual. Más aun la noción de trabajos sobre el mito que Bottici recupera de Blumenberg obliga al científico social a adentrarse en la singular relación entre relator y receptor constitutiva de todo mito, para encontrar allí las especificidades del mismo.
Otro punto destacado es el debate que instala tras sus consideraciones finales en torno a las características del mito en nuestras sociedades contemporáneas. Negando la pertinencia de aquellas lecturas que sólo son capaces de advertir el mito en lo excelso, por ende cuando este es evidente, este escrito nos empuja a decodificar el trabajo sobre el mito que subyace en ciertas cuestiones triviales, para desde allí plantar la lucha por mitos con mayor apertura a la crítica.
Tudor, Henry (1972). Politcal Mytth. New York: Praeger