Despensar la “inmigración” (O un intento de conocer mejor las movilidades y alteraciones sociales contemporáneas)

Unthinking “immigration” (Or a bet for better understanding social mobilities and changes in contemporary societies)

  • Javier E. Romano
  • Enrique Santamaría
La presente entrevista incide en todo un conjunto de interrogantes y discursos sobre esa categoría social cada vez más omnipresente que es la “inmigración” e intenta realizar así, un llamado de atención acerca de los modos en que se está produciendo y difundiendo conocimiento sobre las migraciones contemporáneas. Como todo ejercicio dialógico, la entrevista transciende los confines que definen su objeto y, de este modo, se presenta como un amplio recorrido por algunas de las principales problemáticas, autores y acontecimientos del devenir social de las últimas décadas. En este sentido, su contenido, al apuntar ideas, lecturas e indagaciones realizadas o en curso, no sólo da cuenta de una trayectoria sociológica personal, en la que se apuesta por -y se invita a- un necesario despensar la “inmigración”, sino que señala algunos potenciales senderos por los que transitar epistemológica, teórica y metodológicamente en la siempre difícil tarea de elucidar los tiempos contemporáneos.
    Palabras clave:
  • Sociología
  • Conocimiento
  • Migraciones
  • Memorias
  • Alteridades
  • Espacios
This interview opens a whole range of questions and discourses about an increasingly discussed social category: immigration. It attempts to raise attention about the concept of contemporary migrations and its diffusion. Like any dialogue the interview transcend the limits that define its aim, and for this reason, appears as a vast journey among some of the main problems, agents and events of social change in recent decades. Targeting ideas, readings and past or current investigations, the interview shows a personal sociological background that suggests and invites to unthink the concept of immigration and also indicates potential ways to explore it epistemologically, theoretically and methodologically in the challenging task to better understand modern times.
    Keywords:
  • Sociology
  • Knowledge
  • Migration
  • Memories
  • Otherness
  • Spaces.


El diálogo que hemos mantenido con Enrique Santamaría es fruto de un vínculo que surge en el contexto de mi residencia en Barcelona durante los últimos cinco años, y más concretamente, en el marco del programa de doctorado que estoy cursando y de algunos grupos y seminarios interdisciplinares en los que ambos participamos. Este período de tiempo ha servido para compartir reflexiones acerca de la circulación de saberes y discursos vinculados a los emergentes procesos migratorios, y de forma más amplia, a un conjunto de problemáticas asociadas al modo en que las ciencias sociales abordan la construcción, dinámica y complejidad de las nuevas alteridades sociales.

En la entrevista hemos transitado por un itinerario pautado por la presentación de los procesos migratorios, su objetivación, y sus consecuencias en los espacios simbólico-materiales, como son la memoria o el ámbito educativo. También hemos creído oportuno acercarnos al modo en que se conceptualizaron, especialmente por parte de los medios de comunicación, los hechos conflictivos acaecidos en París en otoño del año 2005, y a los supuestos que esa conceptualización conlleva por lo que hace a la reflexión de la integración y la conflictividad sociales. En consecuencia, en la entrevista subyace el interés —y el intento— de realizar un ejercicio cuestionador, crítico y crísico de las categorías, los modos y los relatos que se utilizan para reconocer las dinámicas sociales y producciones psico-socio-antropológicas que intentan dar cuenta de las problemáticas mencionadas.

Enrique Santamaría, profesor de sociología en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), es coordinador del grupo de trabajo y de investigación en Socioantropología de los Procesos Identitarios (ERAPI), del Instituto Catalán de Antropología (ICA), y miembro del Grupo de Estudios sobre Inmigración y Minorías Étnicas (GEDIME), y en tanto que tal del recientemente formado Centro de Estudios e Investigación en Migraciones, de la citada universidad. Así mismo, anima el grupo “Sociologías Iberoamericanas” (GSIA), que está integrado fundamentalmente por investigadores e investigadoras sociales de la misma UAB. Sus investigaciones tratan sobre la percepción social de las migraciones, el (re)conocimiento de las identidades/alteridades sociales, los procesos de transmisión y creación cultural y sobre migraciones, memoria y novación social.

1 La “inmigración” se hace socialmente presente

Javier Romano: Con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información las distancias físicas han dejado de ser un obstáculo para el movimiento de personas, mercancías, ideas y conocimiento. Para muchos, este fenómeno ha sido catalogado como globalización o mundialización. En este contexto, el fenómeno migratorio ha asumido una relevancia y complejidad que lo ha llevado a ser objeto de las agendas políticas, noticia de los medios de comunicación, motivo de investigación para las ciencias sociales, ha afectado marcos jurídicos, planes urbanos e incluso es también considerado un tema vinculado a la seguridad nacional. En términos generales, ¿cuál ha sido la evolución o construcción social del fenómeno por parte de la sociedad española?

Enrique Santamaría: Por lo que hace a tu pregunta hay que decir que, según mi parecer, no sólo han sido las nuevas tecnologías de la información las que han dado lugar a lo que hoy conocemos por “globalización”. Entre los fenómenos que habría que incluir estarían al menos las transformaciones en el marco de las tecnologías del transporte y las que hacen referencia a la organización internacional del trabajo y del consumo, que dan cuenta de manera muy incisiva de algunos de los movimientos poblacionales actuales.

En este sentido, las migraciones internacionales que han tomado por lugar de asentamiento España representan una constante desde los años sesenta, estando inicialmente relacionadas con las infraestructuras del tardofranquismo o con diferentes exilios políticos, aunque lo cierto es que desde mediados de los años ochenta se han visibilizado, pasando a formar parte del imaginario colectivo, y que desde bien entrados los años noventa se han comenzado a acelerar y sobre todo a diversificar.

Esta llegada, presencia e instalación de personas procedentes de países periféricos, que es con quienes se asocia los términos “inmigración” e “inmigrantes”, ha sido objeto, como muy bien dices, de las prácticas y retóricas de todo un conjunto de agencias y escenarios sociales, que han hecho de la “inmigración” y de los migrantes un problema, incluso una amenaza social y política. Desde un principio se ha afirmado insistentemente que los inmigrantes eran muchos e incluso excesivos, que estaban invadiendo ciertas ciudades y espacios, convirtiéndolos en guetos. En este sentido, la idea que se ha prefigurado desde mediados de los años ochenta y que ha ido tomando cuerpo de naturaleza es la de que la presencia de los migrantes constituye un grave problema social, de dimensiones europeas, y que ello es debido fundamentalmente al hecho de que son muchos, están muy concentrados y son muy diferentes culturalmente de los denominados autóctonos.

JR: ¿Qué actor o actores crees que han influido más en la idea que hoy tenemos del fenómeno?

ES: Indudablemente han influido múltiples y dispares escenarios y actores sociales. En primer lugar, habría que señalar al Estado, con sus gobiernos y administraciones, que ha puesto en marcha un tipo de política de extranjería que, con sus matices y vaivenes, ha centrando sobre todo y obsesivamente la cuestión migratoria en el tema del control de fronteras; aunque también se hable de la integración de los inmigrantes y del desarrollo de los países o regiones de los cuales provienen.1 Estarían también los medios de información y las industrias culturales, que no sólo han difundido extensamente la idea de que los migrantes son muchos y constituyen un grave problema, sino que han sido los grandes artífices, junto con los escenarios y actores educativos, de reforzar su etnicización, de rotularlos y concebirlos en términos de minorías étnicas, de diversidad cultural. De hecho, un rasgo clave ha sido la paulatina difusión de la culturalización de las dinámicas y procesos en los que se ven envueltos los migrantes, relegándose las cuestiones económicas y políticas y los vínculos que estas mantienen con lo cultural e identitario a un segundo plano. Entre estos actores estarían también los propios migrantes y los investigadores que están estudiando la realidad y las situaciones en las que estos viven.

JR: ¿Qué papel han jugado los propios migrantes en su identificación como actores?

ES: No cabe duda de que los propios migrantes han jugado un papel capital, aunque se haya de añadir de inmediato que este ha sido secundario, pues la identificación o el reconocimiento dominante que de ellos se ha hecho no ha sido en tanto que actores sino, como ya he dicho, en tanto que problema o amenaza. En este sentido, lo que caracteriza a la población migrante no es tanto el crecimiento y la magnitud que ha llegado a alcanzar, sino el proceso de fijación e inserción tanto individual como colectiva de la misma. Esta inserción la han protagonizado los migrantes a través de la construcción, apropiación o reivindicación de espacios comunitarios, con la celebración pública de festividades, efemérides o ritos, que, al mismo tiempo que han reconstruido una cierta sociabilidad, han edificado una presencia colectiva, y, muy particularmente, mediante la creación de asociaciones de inmigrantes y de protagonizar movilizaciones en defensa de sus derechos y particularidades.

Con estas asociaciones y movilizaciones los migrantes han aparecido abiertamente como sujetos sociales y políticos, que, como en el caso de los encierros y movilizaciones de los migrantes “sin papeles” 2, han sabido constituirse como un actor colectivo autónomo, que ha sido capaz de encontrar una resonancia considerable en la opinión pública. Si bien su intención más inmediata y manifiesta consiste en la regularización de su situación administrativa, este novísimo movimiento social implica una crítica radical de las formaciones sociopolíticas nacionales al contestar y resignificar la figura del “ilegal” sobre la que se asientan las políticas de inmigración, al llevar a cabo prácticas y adoptar estrategias de carácter transnacional o al recordarnos que lo político no se reduce a lo formalmente representativo, planteando así la necesidad de revisar la noción de ciudadanía e incluso la de la misma democracia.

JR: ¿Cuál ha sido el camino que se ha transitado desde la sociología para situar e interpretar el fenómeno?

ES: Lo primero que habría que decir al respecto es que el fenómeno migratorio se redescubre en las ciencias sociales españolas en la década de los ochenta, vinculado a la tardía visibilización social de los inmigrantes. Esta visibilización y redescubrimiento se produjeron en estrecha relación con la adhesión de España a la Unión Europea y ni una ni otro surgieron debido a que la inmigración constituyera un problema para la sociedad y economía españolas. Todo lo contrario, entonces como ahora resultaba una necesidad desde el punto de vista socioeconómico. Digamos también que, en relación con esto, la “inmigración” es visibilizada en la opinión pública y en la academia en consonancia con la forma en la que se la estaba concibiendo desde mediados de los 70 en los países comunitarios, tras la crisis del petróleo3 y la puesta en marcha en algunos de ellos de políticas de inmigración cero; es decir, como un “problema social” y no, como había sido hasta ese momento, en términos de mano de obra o de trabajadores extranjeros.

Dicho esto, cabe apuntar que durante la segunda mitad de los años ochenta asistimos al surgimiento de todo un conjunto de estudios que lo que pretendieron y pretenden es perfilar la presencia de los migrantes, estableciendo cuántos son, dónde residen, de dónde provienen, cuáles son sus condiciones de trabajo y de vida, fundamentalmente. Además, estos estudios, que comenzaron siendo para toda España, han ido concretándose en ámbitos territoriales cada vez más circunscritos: comunidades autónomas, provincias, comarcas, ciudades, barrios.

Un segundo tipo de estudios, que surge a finales de los ochenta vinculado a la progresiva institucionalización de la inmigración, contempla los estudios que podríamos denominar “prácticos”, en los que se pretende detectar y denunciar las necesidades que los migrantes tienen, eso sí siempre en términos de la lógica de la propia institución desde la que se lleva a cabo el estudio o desde la que se lo promueve o financia. Aquí se encontrarían toda una sería de estudios de carácter fundamentalmente asistencialista en los que se estudia las migraciones para establecer medidas de intervención, sin que ello signifique la mayoría de las veces considerar, ni mucho menos poner en entredicho, las lógicas institucionales. En esta clase de estudios se podría incluir también los muchos estudios que se han llevado a cabo sobre la denominada “educación intercultural” que, lejos de contemplar las lógicas sociales que se dan en los escenarios educativos, se llevan a cabo desde una perspectiva descontextualiza.

Finalmente, y ligada a las críticas formuladas por las asociaciones de ayuda y de los propios migrantes, y a los debates dentro de las propias ciencias sociales, comienza a partir de principios de los años noventa a aparecer una perspectiva mucho más compleja que pone el acento no sólo en los propios colectivos ni en las necesidades o problemas que su presencia presenta sino en la propia sociedad de instalación y en las dinámicas que la conforman y que hacen que el fenómeno adopte la forma que adopta. Se incluirían aquí los estudios que se definen como construccionistas, es decir, aquellos que insisten en el papel que los diferentes actores juegan en la forma en que los migrantes son pensados y tratados, teniendo dichos pensamientos y acciones un efecto de realidad.

Es en ese mismo momento en el que comienzan a hacerse trabajos mucho más preocupados por las cuestiones teóricas y metodológicas, y por tanto científicamente mejor armados. En este sentido, cabría decir que las carencias o las debilidades que la investigación sobre las migraciones había padecido se van superando, de tal modo que comenzamos a asistir a una importante desfocalización temática, a una mayor preocupación por los procesos en los que la instalación de los migrantes se produce así como a una mayor complejización de las miradas que sobre ellos se proyecta, empezándose a considerarlos como actores colectivos e individuales dentro de esos procesos. Queda, no obstante, como tarea seguir profundizando en esta complejización, abordar nuevas cuestiones desatendidas y, sobre todo plantear de un modo mucho más decidido los aspectos epistemológicos, teóricos y metodológicos de las investigaciones.4

JR: ¿En qué aspectos del fenómeno estás trabajando actualmente?

ES: Si bien mi trabajo continúa insistiendo en el quehacer general de despensar la “inmigración” con el objeto de poder conocer mejor, que no más, las movilidades y alteraciones sociales contemporáneas, como lo ilustraría la investigación que estoy llevando a cabo, como muy bien sabes pues participas en ella, sobre la representación de Bolivia y los migrantes en la prensa económica española, en el marco del estudio que dirige Carlota Solé5 (Solé, 1995, 1998; Solé, Parella & Cavalcanti, 2008) sobre los procesos económicos transnacionales en los que estos migrantes se ven involucrados, en la actualidad estoy trabajando fundamentalmente en otras tres cuestiones muy concretas.

En primer lugar, estoy terminando, junto con Juan de la Haba6, una investigación que, realizada en el seno del Centro de Investigación en Gobernanza del Riesgo (GRISC), y concebida al modo de una intervención sociológica, nos ha permitido elaborar y testar en el marco de una gran ciudad catalana un proceder metodológico de carácter participativo de cara a la generación de diálogo y consenso social sobre la instalación de nuevos equipamientos religiosos; equipamientos que hay que aclarar, tal y como están las cosas hoy en día por estos pagos, han de entenderse como fundamentalmente oratorios y mezquitas musulmanas. Este estudio, además, nos ha permitido realizar una revisión bibliográfica sobre los conflictos que en torno a la abertura y habilitación de centros de culto se están produciendo en distintos países y ciudades europeas, así como poner en práctica un foro híbrido deliberativo para aprehender la diversidad y dinamismos socioreligiosos en, como ya he dicho, una gran ciudad catalana, diagnosticar las posibles necesidades o problemas y encontrar de manera participada las soluciones que múltiples y muy dispares actores sociales, entre los que se incluyen también aquellos que están estudiando estos procesos, han considerado más adecuadas a través de la deliberación.

Otra de las cuestiones que desde hace un par de años estoy alentando, en este caso junto con Nadja Monnet7, es una serie de encuentros sobre fotografía y alteridades, en los que el objetivo es reflexionar pública y colectivamente sobre las prácticas y los usos de la fotografía y de las complejas relaciones que ésta tiene con las movilidades y alteraciones sociales. En estos momentos estamos coordinando un monográfico, producto en parte de dichos encuentros, sobre el tema para la revista Quaderns-e, que saldrá en el segundo semestre del 2010.

Finalmente, no quiero dejar de señalar, aun a riesgo de extender mucho mi respuesta, que también estoy trabajando sobre las estrechas y complejas relaciones entre migraciones y teoría social. En este caso, estoy poniendo el acento no tanto en las múltiples y dispares teorizaciones que sobre las migraciones se han y se están elaborando, sino en ese segundo sentido de la expresión que, pasando mucho más desapercibido, coloca la cuestión en el papel que han jugado y siguen jugando las migraciones y los migrantes en la elaboración y circulación del pensamiento y la investigación social. De este modo, me estoy centrando en las migraciones de científicos sociales latinoamericanos en Cataluña y España, en sus causas y experiencias, y sobre todo, en el sentido del influjo teórico y académico que han tenido y tienen. Esta investigación, que se encuentra en sus inicios, permite romper con las visiones miserabilistas, etnicistas y utilitaristas predominantes y hace posible plantear cuestiones que, como las señaladas, están quedando relegadas cuando no omitidas o silenciadas.

2 Memorias y migraciones

JR: Desde una perspectiva histórica España ha sido por siglos una sociedad desde donde partieron millones de migrantes que se dirigieron fundamentalmente hacia América Latina, e incluso ha habido procesos muy fuertes de migración interna como por ejemplo el que se desarrolló desde Andalucía a Cataluña. ¿Qué papel juega la memoria en este escenario?

ES: Lo que hoy denominamos España ha sido históricamente un espacio geográfico que también ha recibido poblaciones, aunque quizás no en las mismas dimensiones en las que de él hayan tenido que partir, y que ha estado recorrido por diversas formas de desplazamiento dentro y entre las diferentes e incluso antagónicas formaciones sociopolíticas que lo han ocupado y modelado territorialmente.

En relación con el papel que juega la memoria en ese espacio estado-nacional que denominamos España, se trata de un tema sobre el que necesitamos profundizar mucho más, pero sobre el que podemos afirmar que la “cuestión inmigración”, y especialmente ese lugar común de la reciente conversión de España en una sociedad de inmigración, está claramente relacionado con una cierta construcción de desmemoria. Como puse de manifiesto al analizar dicho tópico en mi libro La incógnita del extraño (Santamaría, 2002), con el omnipresente lema “España, un país de inmigración” no sólo se constata el importante cambio demográfico experimentado, sino que sobre todo se denota que la sociedad española se ha transmutado en una sociedad globalmente distinta a la que era. En una sociedad que ha dejado de ser expulsora de poblaciones, para convertirse en receptora de las mismas.

A este respecto, digamos que, en contraste con otros Estados-nación, como EEUU, Canadá, Argentina o Nueva Zelanda, en los que la expresión “sociedad de inmigración” hace referencia a un mito de origen, en el que se celebra la idea de que la “nación” tiene su origen fundacional en las masivas inmigraciones que experimentaron a lo largo del siglo XIX e incluso del XX, en el caso español se trata de un mito de transformación que, indicando que numerosos extranjeros se han instalado recientemente, de manera más o menos permanente, en la sociedad española, hacen de ella una sociedad radicalmente diferente. Este mito no se puede entender del todo si no tenemos en cuenta que surge estrechamente relacionado con el mito del cambio, más aún, con el mito de la modernización de España, que es central en el imaginario sociopolítico desde los años ochenta del siglo pasado.

La inmigración evoca, así, el mito de la modernización de la sociedad española, según el cual en unas pocas décadas las ancestrales estructuras sociales y culturales habrían quedado subvertidas y se habría roto con cualquier forma de tradicionalismo y de apego al pasado, entrando así y definitivamente en el espíritu de la modernidad. En este contexto, la emigración y los emigrantes desaparecen totalmente del imaginario y la inmigración se convierte en el único fenómeno de interés público. Como ocurre con tantos otros fenómenos de la España contemporánea, la inmigración se nos presentaría como un fenómeno sin historia, como un fenómeno reciente y novedoso, que no tendría ninguna relación con las anteriores ni con las actuales migraciones que acaecen en España. En relación con esto, recordemos que hoy en día, además de la inmigración de cuadros o técnicos de empresas multinacionales, de funcionarios de organismos internacionales o de jubilados comunitarios, por ejemplo, también se dan emigraciones de corta distancia, que van dirigidas hacia las capitales de la provincia o que acaecen en el entorno de las grandes áreas metropolitanas, migraciones de retorno de antiguos emigrantes o nuevas emigraciones internacionales de ciertos profesionales y técnicos, a las que ni se nos ocurre llamar fuga de cerebros o de competencias, entre otras.

JR: ¿Se puede hablar de un patrimonio de ideas, prácticas y comunicación que merece ser rescatado para que nos ayude a pensar el presente?

ES: En tu pregunta quiero intuir que me inquieres sobre la existencia de una memoria de las experiencias migrantes y su potencialidad para pensar críticamente el presente. En este sentido, lejos del optimismo que suele proyectarse en las bondades de lo que podemos llamar “pedagogía de la memoria”, pienso que el recurso a ésta puede tener resultados polivalentes. No creo que por hacer recordar a algunas personas sus experiencias migratorias éstas tengan que ser necesariamente comprensivas e incluso solidarias con los nuevos migrantes. Todo lo contrario. Como Erving Goffman nos mostraba con respecto al estigma, el hecho de compartir una marca infamante nos puede llevar a ponernos en lugar del otro, pero también a ser lo mismo de prejuicioso que se ha sido con uno cuando ha padecido dicho estigma. En este sentido, una verdadera política de la memoria ha de estar necesariamente asociada con el desarrollo de un pensamiento crítico sobre las formaciones sociales en las que uno mora y en las que tienen lugar los aconteceres sociales. Un pensamiento que además de ser crítico (y esta expresión se suele convertir con demasiada frecuencia en una mera formalidad o convención, a la que se recurre como mágico ungüento amarillo) ha de ser necesariamente autocrítico, y en este sentido, crísico y creativo; es decir ha de ser consciente de los condicionantes que lo producen y lo gobiernan, de los límites que presenta y de las implicaciones sociales, políticas y morales que su uso tiene.

3 Alteridades y educación escolar

JR: La llegada de migrantes afecta positivamente a ciertas instituciones como las que se encargan de la tributación ciudadana, a otras en cambio, les plantea desafíos de organización e infraestructura. En el caso concreto de la educación entiendes que el modelo es apropiado para albergar en sus aulas a alumnos procedentes de distintas culturas. ¿Cuáles son los principales problemas emergentes en la educación?

ES: Este es un tema sobre el que me resulta particularmente difícil contestar de manera concisa. Para mí se trata de un tema que está inscrito en una cuestión más amplia, como es la de los procesos de transmisión y de creación sociocultural. La educación por la que preguntas, y a la que nos solemos referir cuando coloquialmente hablamos de educación intercultural, es en realidad la educación escolar, que es un tipo muy particular de educación.

Como he puesto de relieve en mi contribución al libro colectivo Contra el fundamentalismo escolar (Santamaría & González Placer, 1998), la educación escolar tiene unas particularidades institucionales que condicionan de manera determinante la relación que los establecimientos escolares mantienen con los distintos grupos sociales y las de estos entre sí. De hecho, en gran medida, dichas relaciones y los propios grupos se construyen y reconstruyen en los establecimientos escolares y con las configuraciones culturales que éstos transmiten. Unas configuraciones que no son asimilables ni reducibles a una supuestamente uniforme y universalmente compartida “cultura nacional” o —de lo que hoy se habla menos— “cultura de clase”. Estas configuraciones culturales que la escuela transmite son productos de una compleja operación de reapropiación pedagógica y didáctica de elementos culturales procedentes de diferentes sectores sociales, aunque muy especialmente de las nuevas clases medias urbanas, por otro lado, fuertemente escolarizadas, que pone en diferentes condiciones para proseguir la escolarización a los individuos que proceden de diferentes grupos sociales, al encontrar incluidos, valorados, ignorados, despreciados o simplemente excluidos las elaboraciones culturales que les son propias o más cercanas.

Con relación a esto, no se me escapa tampoco que lo que en las escuelas se difunde, es también —lo que complica mucho más la cuestión— aquello que los alumnos se transmiten entre ellos y que no sólo tiene su origen en, ni mucho menos es un calco de, la cultural familiar, sino que se trata de elaboraciones y reelaboraciones fuertemente condicionadas por aquello que los medios y las industrias culturales y publicitarias les proponen constrictivamente. Además, los alumnos interpretan, en función de sus contextos y experiencias sociales, las promesas escolares, dando crédito o no a las mismas.

En este sentido, los principales problemas emergentes con los que se encara la educación de nuestros días vuelven a ser los de la transmisión de conocimientos, la igualdad, el reconocimiento de la diferencia, la democracia y las solidaridades en los establecimientos escolares y en las sociedades en las que están insertos. O, para decirlo en negativo, que a veces suele entenderse mejor, los de las desigualdades y exclusiones sociales y culturales, las heteronomías y sumisiones, las violencias, humillaciones, resentimientos e insolidaridades, las ignorancias y fetichizaciones que se producen y se mantienen o transforman en y a través de los escenarios escolares. Eso sí, en las nuevas o modificadas circunstancias de las que indudablemente hay que dar cuenta. La forma en que todo ello se manifiesta y es experimentado en la vida cotidiana de los establecimientos y de los actores que los moran y que, en diferentes medidas, los conforman.

4 Revueltas juveniles y modelos de integración social

JR: En el otoño de 2005 se sucedieron en París manifestaciones de violencia protagonizadas por jóvenes inmigrantes de primera y segunda generación. A partir de esos hechos se analizaron los modelos de integración tanto francés como inglés. A la luz de estos modelos ―en el caso de que exista un modelo español― qué similitudes y diferencias tendría con los modelos referidos.

ES: No me gusta pensar en términos de modelos, pues soy de la convicción de que, más allá de que estos nos puedan ser de suma utilidad para comprender gráficamente la realidad social, ésta no es susceptible de un comportamiento prototípico, formal y unitariamente preestablecido. Tengo una inclinación a pensar los fenómenos sociales y políticos, las realidades o relaciones sociales, en términos de procesos históricos y de situaciones sociales.

En este sentido, dadas las condiciones y las experiencias tanto colectivas como individuales de estos jóvenes a los que aludes, los episodios de violencia urbana que tanto escandalizaron en el otoño del año 2005 —especialmente la quema de coches— se inscriben, más allá del acontecimiento puntual que los desencadenó, en un largo proceso de violencias tanto físicas como simbólicas, que los anteceden y que los suceden.

No creo que unos acontecimientos como los señalados se puedan reducir a ser mero síntoma de la salud de un modelo de integración a la francesa.

Particularmente, unos de los protagonistas de aquellos episodios, hay que recordar que siempre son múltiples los que participan en la producción de los ordenes/desordenes sociales, fueron unos jóvenes que, más allá de su supuesta procedencia inmigrante, sobre la que tanto se insistió, fueron y se sintieron violentamente rotulados como “escoria”, en un contexto en que dicho rótulo tiene una carga simbólica muy fuerte. En este sentido, soy de la opinión de que las identidades jugaron un papel destacado, pero, lejos de lo que se suele entender por ello, no se trató de identidades preestablecidas ni mucho menos esenciales, que harían referencia a los orígenes nacionales o étnicos de dichos jóvenes, sino de una identificación situada, que surgió en el marco del conflicto y que fue producto pero también productora o sostenedora de la acción colectiva. Dicho de otro modo, pienso que no fue una preexistente identidad inmigrante, la que jugó un papel capital, sino ese brutal rótulo de “escoria”, con trágicas evocaciones y significados, que, en una situación social determinada, les fue puesto y con el que en el marco del conflicto se identificaron, actuando en consecuencia.

En referencia a la segunda parte de la pregunta, y pensando más en lo que verdaderamente constituyó el meollo de la noticia en España8, esto es, si dichos sucesos anunciaban un futuro próximo como consecuencia de la cada vez más significativa presencia de inmigrantes en este país, tan sólo decir, que sucesos similares pueden producirse sin lugar a dudas, aunque lo primero de todo habría que ver en qué fundamos esa similitud a la que aludimos. En este sentido, hay dos procesos que me llevan a sostener esta afirmación, y que no tienen por qué implicar necesariamente la participación ni de jóvenes ni de hijos, ni nietos de inmigrantes, y que son, por un lado, los efectos que han tenido las transformaciones del mundo del trabajo, que se han traducido en las vidas de los barrios obreros y en las identidades colectivas e individuales de sus vecinos, así como la paulatina transformación de un Estado que, relegando cada vez más su dimensión social —su mano izquierda, que diría Pierre Bourdieu9—, recurre cada vez con mayor insistencia a la criminalización y al sistema penal para gestionar las tensiones y los conflictos sociales.10

5 Espacios materiales y simbólicos

JR: Durante el desarrollo de la entrevista hemos privilegiado los espacios simbólicos donde se construyen imágenes y relaciones sociales tanto de conflicto como de integración. Quisiera ahora focalizar la cuestión de la apropiación de los espacios materiales, aquellos que tienen como escenario la ciudad, los barrios, el problema de la vivienda, la concentración y el desplazamiento. ¿Qué tipo de relación se establece entre los procesos migratorios y el espacio urbano?

ES: La cuestión sobre la que ahora me preguntas es una cuestión sobre la que afortunadamente ya existe un importante conjunto de interesantes trabajos. Indudablemente, las migraciones que suponen la llegada e instalación, por muy temporal que sea, de nuevos moradores a la ciudad y más concretamente a determinados espacios urbanos, implica la irrupción de resignificaciones y de nuevos usos de estos espacios. Significados y usos que se relacionan con los que hasta ese momento se venían desarrollando y que, por tanto, entran en interrelación, lo que no tiene porqué entenderse exclusivamente en términos de competencia. Una buena parte de la imagen y de las representaciones sobre las que se fundan las nuevas prácticas y relaciones con los migrantes, y entre estos, así como ya pasaba con los que ahora denominamos uniformizadoramente autóctonos, recaen sobre estos significados, usos e interrelaciones que median entre los diferentes sectores sociales.

De hecho alguno de los trabajos que he llevado a cabo con Juan de la Haba han intentando incidir sobre estas cuestiones. Han intentado llamar la atención sobre las interacciones, estructuras, conflictos y cambios sociales y espaciales que acontecen en los contextos urbanos, y en concreto en aquellos en los que los migrantes se ven concernidos, con el fin de poder poner de relieve las múltiples estrategias socioespaciales que los diversos actores ponen en práctica. En este punto, no sólo hemos llamado la atención sobre los efectos de ocultación que la representación miserabilista y culturalista de los migrantes tiene por lo que hace a las relaciones y/o el conflicto social en el espacio, sino los que son debidos a lo que hemos dado en llamar la razón espacial. En este sentido, el obsesivo mitema del “gueto”, con el que se suele asimilar toda agrupación de migrantes; su contrapartida, la idealización del “mestizaje cultural” como forma de regulación de las diferencias; y la concepción tecnicista sobre la gestión y ordenación del territorio, entre otras manifestaciones, vendrían a ocultar los procesos y dinámicas sociales en las que los migrantes están envueltos.

Con respecto a esa manifestación tecnocrática de la razón espacial a la que aludimos, nos encontramos que, entre proyectistas, operadores y promotores inmobiliarios, ya sean públicos o privados, se diluye lo social a través del predominio de las consideraciones y los dispositivos técnicos, al sobresaturar la ordenación y el diseño territorial de imperativos técnicos —y, cada vez más, de consideraciones estéticas. Junto a esto, cabría señalar también la excesiva confianza en la función del diseño urbano o arquitectónico, de tal manera que de su campo de acción desaparece toda consideración a los moradores como coproductores del espacio y sus lugares, como sujetos locales y no sólo meros consumidores de espacio. Dicho de otro modo, la planificación urbana y el diseño arquitectónico dejan de ser, en este caso, un verdadero proceso social, al excluirse en el proceso de construcción de lugares la parte que le corresponde a la deliberación, sea ésta más o menos conflictiva, de las formas construidas. Deliberación que es, en definitiva, la que los dota de un valor y un significado públicos.

JR: ¿A que sectores de la sociedad española crees que afecta más la especulación inmobiliaria y la segregación espacial?

ES: Esta es una pregunta difícil de contestar sin caer en generalizaciones que no nos permitirían percatarnos de los procesos y situaciones que se viven en diferentes lugares que componen las ciudades, y que si algo los caracteriza es la complejidad. Una primera cuestión que surge es la de cómo entender la expresión “afecta”, pues ésta suele interpretarse habitualmente en el sentido de “incide negativamente”, lo que evita encarar las múltiples caras del alcance social de fenómenos tales como la especulación y las segregaciones espaciales. De hecho, de la especulación inmobiliaria algunos sacan pingües beneficios, económicos y simbólicos, en detrimento indudablemente de aquellos que salen francamente perjudicados, y por tanto, algunos sectores se ven afectados muy provechosamente. Además, podemos decir que, a veces, la especulación inmobiliaria “rompe” con la segregación espacial a partir de abrir un nuevo espacio para otros sectores sociales y expulsar o confinar forzosamente a parte de las poblaciones que antes vivían en ellas. Del mismo modo, encontramos que algunos de los espacios exclusivos, nunca referidos como guetos, están formados por y para determinados sectores privilegiados que intentan distinguirse y protegerse de la presencia de otros sectores a través de encerrarse en determinados enclaves del privilegio y la seguridad. Esta segregación distinguida y seguritaria no suele incluirse, ni de ella suele hablarse, al abordar la cuestión de la segregación espacial, pues supuestamente no constituye un problema social.

Por otro lado, cabe señalar que algunos de los conflictos que oficial, massmediática e incluso académicamente, han sido diagnosticados apresuradamente como “conflictos interétnicos”, en realidad entrañan un complejo de causas, entre las que indudablemente puede estar la pugna por la apropiación y la definición que se le otorgue a dichos espacios. A modo de ilustración podemos referirnos al hecho de que la mayor parte de los conflictos que han sido calificados de “brotes de racismo y xenofobia” tienen en común una fuerte focalización sobre el espacio urbano, en especial, aunque no exclusivamente, sobre plazas o parques. No obstante, si bien se da en ellos un claro conflicto en torno al uso, el control y la seguridad del espacio urbano, un análisis mucho más atento de los acontecimientos nos permite ver cómo la casi automática proyección espacial oscureció la percepción de otros componentes sociales determinantes en estos antagonismos y enfrentamientos.

Dos ejemplos emblemáticos de la geografía imaginaria del racismo nos serán sumamente ilustrativos. Como han puesto de manifiesto algunos trabajos, el conflicto generado supuestamente por la “invasión” de la plaza de la Corona Boreal de Aravaca por parte de inmigrantes dominicanas, era en realidad un conflicto que tenía un mayor alcance y en el que se solapaban cuestiones relacionadas con el hecho de que el citado barrio ha ido ocupando progresivamente una posición de prestigio en la estructura social urbana de Madrid, habiéndose transformado en una zona de atracción para las clases medias altas. A este respecto no deja de ser sumamente revelador el que una de las principales reivindicaciones de los vecinos durante el conflicto fuera su separación del municipio de Madrid, para agregarse al de Pozuelo, que es una de las zonas más prestigiosas del área metropolitana madrileña.

Igualmente, se puede hacer referencia a los denominados sucesos de Ca n’Anglada, en Terrassa (Barcelona), que fueron simplificadoramente interpretados en términos de diferencia cultural, y así, al insistirse exclusivamente en el hecho de que los inmigrantes eran percibidos y representados con rasgos amenazantes, y ello fundamentalmente por su notoria presencia física y su alta movilidad por ciertos espacios del barrio, como la popularmente llamada “plaza Roja”, se encubrían aspectos más fundamentales y anteriores en el tiempo, como son el deterioro de las solidaridades de clase producido por la progresiva vulnerabilidad y precariedad laboral, que ha tenido su origen en las reconversiones que la industria metalúrgica de la zona ha padecido, y el debilitamiento de las tramas relacionales y de la pérdida de capacidad de control sobre el propio espacio en el que se vive y convive.

JR: ¿De qué forma el auge de los espacios privados en detrimento de los espacios públicos puede afectar la convivencia, la comunicación, las prácticas de reconocimiento y fortalecimiento de la participación ciudadana?

ES: Ciertamente esta cuestión me parece fundamental para entender los actuales procesos y dinámicas urbanas, y ello no sólo por lo que directamente plantea sino también por lo que está implícito en ella. En efecto, creo que buena parte de lo que acontece en torno al espacio urbano con los significados y usos públicos que los migrantes, entre y con otros actores, hacen de él, choca con el uso cada vez más privativo y mercantil del mismo. Los migrantes, con sus resignificaciones y usos espaciales, en cierta manera nos ponen de relieve que una de las transformaciones que han sufrido nuestras ciudades ha sido la paulatina conversión de cada vez más espacios públicos en lugar de mero tránsito. El espacio público se ha convertido en un no-lugar por el que se pasa con el fin de ir al trabajo, de realizar compras o de consumir escaparates y paisajes turísticos. El hecho de morar, esto es de ocupar y vivir las calles dejando huella en ellas, se ha convertido en algo que inquieta y atemoriza. Y ello mucho más si quienes lo hacen son percibidos como diferentes e inquietantes, como peligrosos extraños.

De esta manera, la paulatina expropiación de los espacios públicos que la presencia y los usos de los migrantes revela, afecta a las relaciones e interacciones que en ellos acontecen, afecta a la convivencia entre los diferentes vecinos, e indudablemente a la participación que estos tienen en el desarrollo de lo que en la ciudad, en sus barrios y espacios acontece.

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