Reseña de Castro, Castro y Castro (2008) “¿Quién teme a la naturaleza humana?”

Review of Castro, Castro y Castro (2008) “¿Quién teme a la naturaleza humana?”

  • Ángel Enrique Carretero Pasín
Portada libro

Castro Nogueira, Laureano; Castro Nogueira, Luis y Castro Nogueira, Miguel Ángel (2008).
¿Quién teme a la naturaleza humana? Homo suadens y el bienestar en la cultura: biología evolutiva, metafísica y ciencias sociales. Madrid: Tecnos.
ISBN: 978-84-309-4825-3



Nos hallamos, evidentemente, ante lo que puede ser catalogado como un Libro de familia, en donde a los hermanos Castro Nogueira se les supone una coparticipación en un mismo, como dirían ellos, im-pliegue, en un común sentir o aire de familia que, por retomar el utillaje teórico propuesto a lo largo del texto, los incitaría a entrar en un mismo flujo intelectual. El libro no es una obra específicamente sociológica, biológica o filosófica al uso, por mucho que estas dimensiones aparezcan finamente entrelazadas a lo largo del texto. Bien podría ser catalogado, antes que otra cosa, como una sugerente invitación a una profunda reflexión en torno a la condición humana y a sus implicaciones para la Ciencia Social. A los que, desde la publicación de La risa del espacio, seguimos el itinerario post-metafísico de Luís Castro, no nos sorprende no solamente su densidad conceptual sino el alcance y las pretensiones de esta obra. En tiempos como los actuales, en los que se enfatiza por doquier el carácter construido de toda realidad social, desde la subjetividad hasta las distintas cosmovisiones, no cabe interpretar más que como un gesto de osadía académica un planteamiento de estas características consistente en reintroducir y revalorizar la noción de “naturaleza” en el espectro de las llamadas Ciencias Sociales. Unas ciencias para las que, por definición y desde sus pilares fundacionales, “lo social” y, por ende, “lo histórico” se habrían erigido en los auténticos fundamentos explicativos de la práctica totalidad de lo que a los hombres acontecía. Pues bien, he aquí que los hermanos Castro Nogueira nos dicen que el más desatinado de los olvidos del ser de “lo social” ha sido el haber soterrado La Naturaleza; y, para ser más precisos, la sumamente controvertida existencia de una Naturaleza Humana común a la especie. El concepto de naturaleza debe ser abordado –y así lo hacen ellos- con un finísimo tacto y cautela, dado que hay más que suficientes expresiones históricas en donde éste ha sido vilmente manoseado y finalmente degradado, siempre como resultado de una intencionada utilización en manos de oscuros prejuicios e intereses ideológicos que lo han erigido en proclama de una legitimación del conservadurismo o de una posición, llamémosle así, “reaccionaria”. El propósito de los autores es reabrir nuevamente el sempiterno debate naturaleza/cultura, pero desnudando la escabrosa noción de naturaleza de cualquier tipo de adherencia ideologizada.

La asunción de la noción de naturaleza por parte de las Ciencias Sociales contribuiría, a su juicio, a la formulación de aquello que éstas estarían acuciantemente reclamando: un programa naturalista. Con el ánimo de justificar la consolidación de dicho programa, la primera parte del libro se ocupa de repasar, por un lado, aquellas elaboraciones teóricas más recientes procedentes del campo de la Biología Neodarwiniana, de la Sociobiología (Wilson), de la Antropología Cognitiva (Sperber) y de la Psicología Evolucionista (Fodor); y, por otro lado, de examinar la orientación naturalista clásica en torno a la moral propuesta por la tradición escocesa (Hume) y por el planteamiento antropológico-moral emanado de la Economía Política de Adam Smith. A fuerza de síntesis, lo más significativo y concluyente de este extenso recorrido intelectual es el reconocimiento de una oculta dimensión natural con fuertes implicaciones en la vida social, a saber: un fundamento antropológico, circunscrito a unas sociabilidades vinculantes y primigenias de base, que daría cuenta del enquistado arraigo de los humanos al universo de cierto tipo de creencias. O mejor, se trataría de indagar en el “substrato biológico” responsable de la, por veces, ciega adhesión y abandono por parte de los individuos a las creencias de grupo. Uno de los explícitos objetivos del libro será mostrar la lógica subyacente explicativa de lo anterior, lo que, para los autores, exigiría adentrarnos en el desvelamiento de un infravalorado mecanismo instintivo, diríamos tribal, estrechamente ligado a la dialéctica aprobación/desaprobación de grupo en el decurso filogenético de la especie, a la fuerte impronta marcada por el juicio y valoración que, en esta dirección, harían los congéneres, allegados o aquellos con los que se comparten sympathias o sentimientos comunes. Un sentimiento éste, el de conformidad con el grupo, tradicionalmente borrado o insuficientemente analizado; pero que jugaría un papel fundamental en la constitución de un espíritu de homogeneidad de grupo del que todos sus integrantes se beneficiarían. Esta constatación permitiría reconducir el estudio de la génesis de las grandes categorizaciones culturales o comunitarias que el homo suadens ha elaborado en torno a lo bello, lo bueno y lo verdadero por unos horizontes intelectuales hasta entonces nunca transitados. Por otra parte, un neodarwinismo desligado de posibles lecturas políticas vendría a corroborar, desde el marco de la biología evolucionista, esta tesis, confirmando la trascendencia evolutiva de la forja de unos fuertes sentimientos instintivos de unión y de cooperación intra-grupales, favorecedores, en última instancia, de un mayor grado de cooperación de grupo y, a la postre, de una mayor eficacia biológica en términos evolutivos para la supervivencia de la especie.

La interrogación que da título al libro no halla en el desarrollo de éste una respuesta diáfana. ¿Quién, en realidad, podría temer la reivindicación onto-epistemológica de esta orillada naturaleza humana?. Sin embargo, sí que en el libro se dan ciertas pistas para afrontar esta inquietante interrogante. Aquellos que han seguido el itinerario intelectual de Luís Castro saben de sus distancias con respecto al ideario del proyecto moderno y su corolario intelectual, la Ilustración. Sólo a partir y desde la visión histórica del mundo ilustrada se enfatizará una visión del hombre y de la sociedad en donde éste será concebido como una tabla rasa, según la metáfora acuñada por los empiristas clásicos. Por tanto, desde esta óptica, todos los tildados como los males que aquejarían a una sociedad serían resueltos a través de un esfuerzo orientado hacia la socialización y la educación. Dado que, desde esta perspectiva, lo característico del ser humano es su potencial plasticidad, todo tendría solución, basta que el empeño sea tenaz y la dirección elegida sea la correcta. Y el modelo stándard o paradigma dominante en las Ciencias Sociales, en la magnífica arqueología que de éste hacen los autores, se encontraría embebido de esta herencia epistemológica y, entonces, se hallaría atrapado en la trampa ilustrada. De ahí que, en este contexto, no admita una posible problematización el axioma fundamental según el cual “lo social” siempre antecedería temporal y ontológicamente al individuo. Pocos o nadie en la actualidad osa cuestionar este axioma, pero, paradójicamente, éste ha formado parte y forma parte no solamente de nuestra tan victoreada modernidad occidental sino, lo que sí es más sospechoso, también de las directrices de todo régimen totalitario. ¿Por qué, entonces, no problematizarlo?.

El libro es, entre otras cosas, un enfrentamiento con la ontología que preside la mayor parte de la Teoría sociológica contemporánea, desde Durkheim a Luhmann y en un manifiesto rechazo de la concepción de la sociedad diseñada por Bourdieu. Es quizás este último, Bourdieu, el que va a ser objeto de una mayor finura en su tratamiento, debido, fundamentalmente, a la entronización que hace de la noción de habitus como tentativa explicativa totalizadora del acontecer social. En este sentido, la explícita apuesta de los autores sería aquella encaminada a elaborar un andamiaje teórico que vaya más allá de una teoría de la reproducción social y que, por tanto, trascienda la tan ensalzada noción de habitus. El habitus –y esto es algo que, para los autores, pasaría desapercibido a Bourdieu- sería una herramienta teórica estéril sino se ve completada con lo que ellos llaman fluxus. La vida social sería, entonces, habitus/fluxus, pero en donde el segundo jugaría un papel preponderante con respecto al primero. Lo que se está planteando, en última instancia, es que el actuar social de los individuos, especialmente en lo que éste tiene de adhesión a ideologías, religiones, tribus urbanas o cualquier otro tipo de congregación comunitaria en torno a un universo de creencias, no obedecería tanto –como sostenía Bourdieu- a unas “representaciones del mundo” sobreimpuestas sobre ellos y que permeabilizarían su subjetividad social, sino, más bien, a una natural condición o capacidad para im-plegarse afectivamente con otros con los que se compartiría (se entraría) en flujo. Lo que habría omitido, según los autores, no sólo el resabio marxista todavía muy presente en Bourdieu sino la práctica totalidad de la Teoría sociológica contemporánea es la consustancial disposición antropológica (enraizada biológicamente en la propia naturaleza humana) para generar plikas, burbujas e im-pliegues en donde el individuo necesariamente habita. El ser humano crearía burbujas, “comunas amnióticas”, “microclimas autógenos” que, fundamentalmente, le procurarían placer; un placer que nada tiene de freudiano o lacaniano, sino que, por el contrario, estaría testimoniando y reflejando la insobornable capacidad antropológica del ser humano para generar bienestar cultural, es decir, para configurar una mejor vida con otros. ¿Qué sería de un individuo desprovisto de ello?. Algo ciertamente descorazonador. Pero, lo importante, es revelar –como bien hacen los autores- que la adhesión a creencias (o a ideas que no serían más que creencias disfrazadas) tendría que ver con un entrar en flujo con estas tramas atmopoiéticas y sinneónticas con otros a los que uno se anudaría y vincularía por medio de ellas. El auténtico trasfondo antropológico de las feligresías de toda índole, de las filias y fobias que las mueven, (bien sean éstas religiosas, sectarias, políticas o aquellas propias de las mitologías contemporáneas) encontraría su verdadera razón de ser en lo anterior y, a su vez, se anclaría, también antropológicamente, sobre la irresoluble tensión por ser reconocidos y aprobados por aquellos más allegados.

La última parte del libro busca aplicar esta peculiar socio-antropología al ámbito filosófico, intentando elucidar aquello no pensado explícitamente por la actitud metafísica, pero que, en realidad, sería su autentico, aunque oculto, leit motive. Lo que quedaba por pensar, lo que quedaba fuera, en suma, no sería otra cosa que “el soporte sinneóntico de la metafísica”. Incluso la crítica a la metafísica de más hondo calado, la nietzscheana, iría, de algún modo, contranatura, puesto que omitiría este fundamental “soporte sinneóntico. Para los autores, la metafísica, como asimismo la religión, no sería otra cosa que un im-pliegue, una “burbuja sinneóntica” más, entre un abanico de creaciones culturales diseñadas para engendrar un bienestar cultural. Un im-pliegue, una suerte de “hechizo imaginario”, en donde se accedería al habitar en un espacio atmopoiético en el que se podría entrar en flujo comunitario, en “comunidades filosóficas atmopoiéticas”, con Platón (o mejor con el espíritu platónico), con el epicureismo, con Marx, Nietzsche, Deleuze o Heidegger. En realidad, en esta propuesta se pretenderá encontrar el verdadero rostro del universo filosófico en un terreno poco o nada explorado con anterioridad: en el “microclima cultural”, en el “soporte sinneóntico”, que despierta y que sus seguidores abrazarían. Cobra, así, todo su valor la añeja visión de la filosofía entendida como un ejercicio, fundamentalmente, de consolación y esencialmente comunitario; del cual, por otra parte, no quedaría indemne incluso cualquier posición que se pretendiese autodefinir como antimetafísica (otra “burbuja sinneóntica” más).

El lector de la obra quedará impregnado por un espíritu de fondo de ésta en donde no sólo la filosofía sino la gran variedad de tramas culturales en donde habita el ser humano cobrarían su verdadero significado al ser contempladas éstas como “ejercicios imaginarios”, en última instancia, de consolación. La importancia de esos desapercibidos “universos fantasiosos”, -fundamento básico de los vínculos humanos, con una apoyatura biológica y en los que tendría su anclaje la experiencia humana-, sería aquello auténticamente olvidado por las Ciencias Sociales. En un ejercicio deconstructivo que echa mano de la biología, todo queda envuelto en ellos (la filosofía, la política, la religión, el arte..). Y no sólo esto visto al modo de un simple esfuerzo por relativizar la deificación de cualquier absoluto epistemológico, moral o estético, sino, lo que es auténticamente relevante, como un proyecto estimulado por el ansia de reconocimiento de que tras lo verdadero, lo bueno y lo bello, en términos culturales, no se esconde otra cosa más que “burbujas sinneónticas”. Vana sería, entonces, la preocupación por saber si hay más verdad, belleza o bondad en unas “burbujas” que en otras. Lo realmente significativo es aquello que nos impulsa a adherirnos a ellas. Y si, en realidad, toda trama cultural, con su bienestar consiguiente, no es mas que eso, ¿Qué implicaciones se derivarían de ello?. Pues que, en definitiva, todo “espacio sinneóntico” parece obrar, finalmente, no en otra senda que aquella favorecedora del bienestar de la cultura. El perspicaz lector queda, entonces, con la inquietud de que –sin recaer en una nueva fórmula de crítica ideológica al estilo de Marx, Freud, los frankfurtianos o Bourdieu- algo de malestar de la cultura sí que podría haber en estos im-pliegues, o que, cuando menos, convendría llevar a cabo un discernimiento de sus efectos en direcciones varias (antagónicas o no). Quedaría pendiente, pues, esa tarea; en una obra de indudable envergadura teórica y animada por un llamamiento a repensar el trasfondo de la cultura y sus resonancias onto-epistemológicas en el dominio de las Ciencias Sociales.