Las migraciones internacionales, ya sean por motivos económicos, políticos, sociales o legales, han alcanzado en estos momentos los niveles más elevados de la historia. Actualmente el número de inmigrantes internacionales alcanza los 191 millones, lo que representa que el 3% de la población mundial vive fuera de su país de nacimiento. Europa, por su parte, acoge al 35% del total de inmigrantes (ONU, 2006).
En estos momentos, las realidades migratorias presentan algunas connotaciones nuevas que demandan una mirada más atenta y precisa. Para empezar, un marco de globalización y mundialización en el que el fenómeno acontece, y que no es mero escenario externo de las dinámicas migratorias, sino un aspecto intrínseco a ellas, en la medida en que las provoca, las estructura y las perfila de una determinada manera. En ese marco, se presentan modelos de vida, aspiraciones, valores e ideas que en muchos casos contrastan con las duras realidades de aquellas personas que carecen de aspectos tan básicos como la libertad, la salud o el trabajo.
Nos encontramos ante una visible y rápida transformación de la realidad que no ha estado, ni está, carente de tensiones; tensiones de tipo social, económico, cultural y político. En este escenario se sitúa Europa; un lugar atrayente para mucha gente, que ve en los países europeos un destino donde es factible llevar a cabo sus sueños. En ese sentido, el reto migratorio es imposible de concebir si no es afrontándolo de manera conjunta y desde aspectos que vayan más allá de los que preocupan a las agendas políticas en estos momentos, es decir, los económicos, los legales y los laborales. En más de una ocasión la nueva realidad ha sido presentada como un problema y, en consecuencia, ha sido mirada con temor y recelo. Estamos, en parte, ante el miedo a lo diferente y lo desconocido (Naïr, 2006).
El fenómeno de la inmigración muestra una tendencia cada vez más consolidada en países desarrollados económicamente y se ha llegado a convertir en una realidad creciente dentro de las sociedades europeas. Muchas de las personas que inicialmente emigran al continente europeo prolongan su estancia e incluso, en algunos casos, no regresan a sus países de origen. La inmigración se vive en Europa con preocupación por lo que ésta implica y por sus consecuencias (racismo, integración, diversidad cultural, choque de valores, rechazo, etc.).
La investigación que presentamos a continuación se engloba dentro de un marco psicosocial y de los valores culturales. Creemos que sigue faltando un ámbito de estudio y análisis que pueda servir de una forma coherente y práctica para, desde la Psicología Social, construir una perspectiva de estudio adecuada para analizar la inmigración en Europa en estos momentos. Por ello, el objetivo principal del presente trabajo no fue otro que abordar una cuestión incipiente como son las migraciones internacionales desde la teoría de los valores culturales de Schwartz (Schwartz, 1992, 1994) como perspectiva de estudio. En él, analizamos las implicaciones psicosociales de los procesos migratorios en Europa; cómo se relacionan las dimensiones culturales con los criterios que son considerados como más importantes para aceptar la población inmigrante en un país, así como los factores que son clave para determinar dichos criterios.
En este estudio están representados 19 países europeos (Austria, Bélgica, Suiza, República Checa, Alemania, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Reino Unido, Grecia, Hungría, Irlanda, Países Bajos, Noruega, Polonia, Portugal, Suecia y Eslovenia) así como Israel, con una muestra final de casi 40.000 entrevistados.
La encuesta sobre la que está realizado este estudio, la Encuesta Social Europea, busca comparar las pautas de comportamiento de los ciudadanos europeos. Para esta investigación, nosotros nos basaremos en las preguntas relativas a la inmigración y el cuestionario de valores personales de Schwartz (2001), incluido también en la Encuesta Social Europea (ESS).
Con todo ello nos planteamos las siguientes hipótesis de trabajo para este trabajo. Por un lado, y siguiendo con el patrón de respuesta de los estudios previos (Eurostat, 1995-2005), los países europeos concederán mayor importancia a criterios relacionados con la raza o con la religión a la hora de admitir o rechazar a población inmigrante en sus países. Nuestra segunda hipótesis establece que los aspectos que se perciben como más cercanos, tales como el trabajo o la delincuencia, serán los que mayor vínculo tengan con el rechazo a la inmigración. Por el contrario, aquellos países con una tasa de desempleo más elevada concederán más importancia a aspectos negativos relacionados con la inmigración como la delincuencia o la disminución de los puestos de trabajo. En esa misma línea y en conexión con los valores culturales, conforme a nuestra cuarta hipótesis de trabajo cabría esperar que aquellos países con unas actitudes más favorables hacia la inmigración sean menos Conservadores, más Igualitaristas y tendrán una mayor Autonomía Intelectual y Afectiva. Del mismo modo, de aquellos países donde se invierta más en educación como porcentaje del Producto Interior Bruto (PIB), cabría esperar que fueran países bajos en Jerarquía y Conservación y altos en Compromiso Igualitario y Autonomía Intelectual y Afectiva. Nuestra última hipótesis de trabajo establece que aquellos países con un porcentaje de desempleo más elevado serán más Conservadores y Jerárquicos y puntuarán menos en Igualitarismo y Autonomía Afectiva e Intelectual.
En la encuesta participaron 39.620 personas, con un tamaño muestral nunca menor a 1.500 personas por país participante, exceptuando la República Checa donde no se pudo alcanzar dicha tasa. Todos los sujetos de la muestra viven en el país, pero fueron entrevistados independientemente de su situación en el mismo (nacidos en el país e inmigrantes en situación legal o no1). Esto supone una primicia en las encuestas de estas características, ya que normalmente se incluyen a las personas que residen en los países, ya sea por haber nacido en los mismos o por ser inmigrantes, pero en situación regularizada; en el otro extremo, tenemos los estudios que se centran en poblaciones inmigrantes (en situación regular o no) de forma exclusiva. Lo novedoso de incluir ambos tipos de población, independientemente de su situación, podía habernos permitido diferenciar dos muestras claras (nativos vs. inmigrantes), pero los años de residencia en el país de los que no nacieron en el mismo son prácticamente iguales en todos los países (salvo en España por ejemplo).
En esta investigación queremos superar distancias; si los valores culturales pueden ayudar a mostrar por qué esos criterios son considerados como importantes por los países europeos de nuestro estudio, podría formarse con ello un espacio de trabajo en esa dirección diferente a la que hasta ahora se desarrolla, centrada más en cuestiones económicas o políticas (Kerkhofs, 2005).
Nuestro trabajo ha utilizado como herramienta en la investigación variables psicosociales (percepciones y actitudes hacia la inmigración) y el cuestionario de valores de Schwartz (2001). Asimismo, hemos incluido en el análisis de los datos cinco variables externas (socioeconómicas) correspondientes al año 2002; se trata del porcentaje de inmigración en cada país, su tasa de desempleo, el PIB, el gasto en educación y el gasto en protección social (como porcentaje empleado del PIB) en cada país de la muestra. El motivo por el que hemos introducido en la muestra el análisis de factores socioeconómicos que originalmente no estaban en la encuesta responde a nuestra necesidad de no dejar de lado ni restar en importancia a la relevancia de los aspectos económicos y sociales como variables predictoras en los estudios transculturales sobre valores en otros trabajos (Hofstede, 1988; Triandis, 1996; Inglehart, 1988; Ros, 2002).
En el primero de nuestros estudios abordamos la aceptación y el rechazo de inmigrantes. Para ello nos propusimos examinar los aspectos que pueden “predecir” en un mayor grado y, por lo tanto, ser más importantes, para que un país sea más favorable a la llegada de inmigrantes; del mismo modo, y dado que nuestro trabajo se apoya en un enfoque transcultural (comparativo entre países), nos planteamos ver las posibles diferencias entre los países de la muestra.
Nuestras hipótesis de trabajo iniciales partían de la idea de que los países europeos, de acuerdo con las últimas investigaciones de la Comisión Europea (Eurostat, 1995-2005), debían dar más importancia a criterios como la raza o la religión para aceptar inmigrantes en el país. Del mismo modo, las posibles diferencias que se establecieran en los resultados entre los países podían estar basadas en la experiencia de la trayectoria migratoria en cada uno de ellos, es decir, en su práctica como países receptores de inmigración.
Los datos nos han mostrado que los países analizados no conceden a los aspectos relacionados con la raza o la religión la importancia inicial que considerábamos. Los criterios más importantes para que un país sea menos reacio o más abierto a la aceptación de inmigrantes son los relacionados con la adopción de las costumbres y pautas culturales por parte de éstos, seguido de las cuestiones laborales y el idioma. Nuestros 20 países consideran que lo más importante para aceptar inmigrantes en sus países es que éstos adopten el estilo de vida del lugar; en segundo término, que la actividad laboral que vayan a realizar sea la que esté demandada por el país en esos momentos; hablar el idioma nacional, tener un buen nivel educativo y familiares residiendo ya en los países de destino, son los siguientes aspectos mejor valorados. Entre las cuestiones a las que menos importancia se les concede están que los inmigrantes procedan de un país de tradición cristiana, que tengan mucho dinero y, por último, que sean de raza blanca.
Gracias a los resultados expuestos, encontramos que los aspectos que son considerados como más cercanos, en el sentido de proximidad, contacto y convivencia, son los más importantes para los países a la hora de decidir qué criterios son los más favorables para aceptar a población inmigrante. Hasta el momento (Eurostat, 1995-2005), las dimensiones más distantes como el aspecto físico o la religión (relacionadas a su vez con cuestiones como el racismo o la xenofobia), parecían ser las razones más importantes para los europeos a la hora de rechazar a inmigrantes. Los resultados de nuestro trabajo reflejan, en ese sentido, una línea de prioridades diferente a la que se venia planteando hasta el momento (EVS, 1991-2004; ESS, 2001-2005).
Podemos decir que los aspectos más importantes para que un país acepte o no inmigración están más relacionados con cuestiones de convivencia y cultura (idioma o costumbres) y con cuestiones laborales, pero no tanto con la religión o la raza, lo que tiene importantes implicaciones para las agendas políticas europeas futuras. Tal vez se hace necesario reforzar los puntos que se relacionan directamente con las cuestiones lingüísticas o con la importancia que los países de nuestra muestra parecen conceder al hecho de que los inmigrantes compartan las mismas costumbres y tradiciones que son propias del país. No obstante, sigue siendo necesario trabajar en aspectos que incidan en la eliminación del racismo y la xenofobia por cuestiones de raza o religión, ya que pese a que éstos no son los más importantes de nuestro estudio, los actos violentos y racistas derivados del color de la piel o de la religión profesada no han desaparecido en Europa (Observatorio para el Racismo y la Xenofobia, 2006).
Nuestra segunda hipótesis de trabajo, que hacía referencia a la tradición migratoria en los países (entendida como experiencia en la recepción de inmigración) ha arrojado resultados novedosos. Se aprecian diferencias significativas entre los países de la investigación en las cuestiones correspondientes a “tener familiares viviendo en el país”, “proceder de un país de tradición cristina” y “tener calificaciones laborales demandadas por el país”. Hubiera cabido esperarse que países como Alemania, Reino Unido o Francia, considerados tradicionalmente como receptores de inmigración, hubieran marcado diferencias con respecto a países más jóvenes en lo relativo a su tradición inmigrante como España o Portugal. Las diferencias que han mostrado los países en sus patrones de respuesta no se corresponde con una mayor experiencia en la recepción de inmigración, sino más bien con particularidades propias de cada país. Una muestra de esas particularidades a las que nos referimos la encontramos, por ejemplo, en Grecia y Hungría: es en estos lugares donde más importancia se le concede al criterio de “tener una cualificación laboral demandada expresamente por el país” a la hora de aceptar inmigrantes. Este resultado puede encontrar un nexo explicativo en el hecho de que ambos países tienen una de las tasas más elevadas de desempleo de toda la muestra (un 10% y 7% respectivamente), por lo que la llegada de inmigrantes al país puede ser vista como una seria competencia.
Cabe, por tanto, pensar que controlar de manera específica la cualificación de los trabajadores inmigrantes en esos países serviría para cubrir únicamente los puestos de trabajo que se demanden como necesarios y que no sean ocupados por trabajadores autóctonos. El caso contrario lo encontramos, por ejemplo, en Noruega y Suecia, países donde se concede menor importancia a ese criterio, teniendo ambos países tienen una de las tasas de desempleo más bajas de la muestra (4% para los dos). Esto puede indicar que la estabilidad del mercado laboral y la práctica ausencia de conflictos causados por las altas tasas de desempleo hacen que los ciudadanos de ambos países no perciban en el contexto laboral un posible escenario de “conflicto” o un área de competición con la población inmigrante, como pueda ocurrir en el caso de Grecia, por ejemplo.
En definitiva, podemos destacar, en primer lugar, que los tres criterios más importantes para que los países estudiados acepten a población inmigrante son aquellos relacionados con aspectos culturales, de convivencia o relación directa, y los laborales. En segundo lugar, que los factores menos importantes son los relacionados con la religión y el color de la piel; y, en tercer lugar, que las diferencias de respuesta entre los países no se determina por tener una larga experiencia como país receptor en inmigración, sino en relación con las particularidades socioeconómicas propias de cada país, como pueda serlo la tasa de desempleo.
En el segundo y tercero de nuestros estudios analizamos las consecuencias percibidas de la llegada de población inmigrante en los países de nuestra muestra. En el primer análisis de la variable consecuencias de la inmigración nos propusimos estudiar las secuelas que son percibidas como más importantes ante la llegada de inmigrantes a un país y ver, tal y como parecen mostrar las últimas investigaciones (Observatorio para el Racismo y la Xenofobia, 2006), que la tendencia de los países europeos es relacionar inmigración con delincuencia y eliminación de puestos de trabajo en los países de destino. Del mimo modo, exploramos si existen diferencias en el patrón de respuesta de los países y, si una vez más, la tradición migratoria es discriminante a la hora de establecer respuestas entre los países.
Las consecuencias con las que se muestran más de acuerdo los países de nuestro estudio son, en primer lugar, la expulsión de aquellos inmigrantes que cometan delitos graves, seguido de la igualdad entre los derechos de los inmigrantes ante el resto de los ciudadanos; en la horquilla de criterios con los que no se está ni de acuerdo ni en desacuerdo nos encontramos aspectos como que los inmigrantes ocupan los puestos de trabajo que carecen de mano de obra para ser cubiertos, que los inmigrantes que cometan cualquier tipo de delito deben ser expulsados y que la inmigración perjudica más a los nacionales ricos que a los pobres; los dos últimos criterios a los que menor importancia se les concede son a que los inmigrantes parados de larga duración deban ser expulsados del país, y que los salarios de los países bajan por su presencia.
Encontramos diferencias en el orden e intensidad de respuesta de unos criterios sobre otros entre los países del estudio. La excepción la encontramos en la República Checa, donde la expulsión de los inmigrantes por cualquier delito cometido tiene más opiniones favorables que la afirmación de que los puestos de trabajo de los inmigrantes son aquellos que carecen de trabajadores para ser cubiertos. En Grecia, Hungría, Israel y Polonia, se está más de acuerdo con la afirmación de que los inmigrantes deben ser expulsados cuando cometan cualquier tipo de delito, y con el hecho de que perjudican más a las persona autóctonas pobres que a las ricas. Nuestros resultados siguen la misma línea de lo observado por otras investigaciones, donde se muestra la relación que se establece entre inmigrante y delincuencia (Calvo Buezas, 2004; Observatorio Europeo del Racismo y la Xenofobia, 2006).
Aunque los aspectos relacionados con las consecuencias entre inmigración y economía son variables consideradas como importantes, lo son en mucha menor medida que el aspecto vinculado a la seguridad. Que los 20 países concedan a las cuestiones de la inseguridad una importancia prioritaria se relaciona con el aumento de la preocupación que desde 2004 han mostrado los países europeos sobre cuestiones vinculadas a la seguridad personal y la violencia en sus respectivos países (Eurostat, 2004, 2005, 2006).
Como aspectos menos positivos para el país se consideran las cuestiones relacionadas con la economía y la seguridad. En este sentido, se considera que las personas inmigrantes que llegan al país no benefician laboralmente al resto de trabajadores, ya que pueden quitar puestos de trabajo; en la misma línea observamos que se percibe de forma menos favorable para el país de acogida el equilibrio entre lo que los inmigrantes que pagan impuestos aportan y lo que éstos reciben. En último lugar, nos encontramos con la cuestión relacionada con la seguridad del país: se entiende que ésta no mejora con la llegada de inmigrantes, sino que está más cercana a empeorar y, por tanto, es una consecuencia menos favorable para el país.
Una vez más, observamos que el aspecto más valorado se relaciona con la importancia que adquiere de nuevo el componente cultural en las relaciones con los inmigrantes. En la misma línea de los resultados que se han ido describiendo, el aspecto menos favorable que la inmigración aporta a un país es la seguridad. En este sentido, los datos se perfilan en la misma dirección de lo ya expuesto, avalando, por tanto, nuestros resultados anteriores.
Entre los países de la muestra todos consideran que la inmigración es positiva para ellos porque enriquece la vida cultural de los mismos; en el otro extremo, casi todos los países consideran que la inmigración y la delincuencia se relacionan, ya que interpretan que la inmigración no es un aspecto positivo para sus países porque aumenta la delincuencia. Las diferencias se establecen en países como Bélgica, Hungría o Polonia, donde la inmigración es vista como favorable para el país de origen, en mayor medida que en el resto de países de la muestra. Ahora bien, es importante considerar que las particularidades halladas en las respuestas pueden deberse a las diferencias internas de los propios países, que es muchas veces mayor a la que se establece entre países (Kerkhofs, 2005).
De lo observado podemos resumir los siguientes puntos: por un lado, que los aspectos culturales cobran de nuevo importancia en los resultados. Se considera que la convivencia de diferentes culturas es algo que enriquece la vida de los países, pero la inseguridad sigue considerándose ligada a la llegada de gente procedente de otros países. Los estudios más recientes (Citrin et al., 1997; Dustmann y Preston, 2001) han concluido que existe un miedo real de los trabajadores autóctonos hacia los efectos económicos de competición que pueden producir los inmigrantes y que puede ser la base del denominado sentimiento “anti-migratorio”.
En la misma línea de rechazo o, cuanto menos, de recelo, nos encontramos con que la inmigración vinculada al ámbito laboral también se percibe negativamente. Este rechazo a la inmigración y a su influencia negativa en el trabajo, que ya hemos mostrado con los datos de nuestro segundo estudio, se observa en la misma dirección de lo planteado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, 2005), que establece que la mayoría de sus países miembros ven con temor y oposición la llegada de inmigrantes a sus países en busca de trabajo.
Una vez finalizada la parte descriptiva, desarrollamos el cuarto y último estudio centrado en los Valores Culturales. En él nos planteamos explorar el patrón de distribución de los valores culturales en los países de nuestro estudio y comprobar si existe una variación con lo establecido por la Teoría de los Valores Culturales de Schwartz (1994). Al mismo tiempo, uno de nuestros objetivos comprendía analizar si existen diferencias entre los países de la muestra y, sobre todo, establecer cómo se relacionan los valores culturales con las variables anteriormente analizadas.
Los resultados nos han mostrado que el perfil de los valores culturales de los países europeos (e Israel) de la muestra sigue la línea de lo planteado en investigaciones previas (Schwartz, 1994; Ros, 2002; Ros y Gouveia, 2001). En nuestro caso, podemos añadir que en nuestro trabajo no se han apreciado diferencias significativas en la distribución de los valores culturales entre los países. Tal y como avalan los resultados, el orden de importancia en la jerarquía de valores culturales para la muestra corresponde a los valores de Armonía, Compromiso Igualitario, Autonomía Intelectual, Conservación, Autonomía Afectiva y Jerarquía. Los resultados nos muestran que los países conceden más importancia a los valores como la protección del medio ambiente y la naturaleza, la igualdad y la justicia social, la libertad, la creatividad, tolerancia y la curiosidad frente a valores como el mantenimiento del orden social, la tradición, el placer o el éxito y la ambición.
Estos datos muestran un perfil de valores similar a lo observado anteriormente por otros investigadores: el sentido de la igualdad, la libertad y un incremento en la tolerancia son los rasgos a destacar de los europeos en los últimos años (Kerkhofs, 2005). Así, los últimos datos de la European Values Survey (EVS, 1991-2004) mostraban que la libertad y la igualdad eran los valores a los que más importancia concedían los europeos, frente a otros como la ambición o la consecución del éxito profesional. Hay que destacar la importancia que el valor Armonía -representado por valores como el respeto al medio ambiente y la naturaleza-, tiene en los países analizados. En este sentido, aunque la primera investigación que se realiza entre los países europeos sobre la importancia del medio ambiente no se realiza hasta 2005 (Eurobarometer 62.2), los sondeos llevados a cabo con anterioridad (Eurobarometer 2002, 2003) presentaban ya una creciente preocupación de los países europeos por el valor medioambiental. Los países de nuestro trabajo han mostrado que un entorno saludable y una calidad de vida medioambiental alta son valores tan importantes como los que tradicionalmente han sido prioritarios (la igualdad, la justicia social o la libertad, por ejemplo).
Nosotros nos planteamos al comienzo de la parte empírica de nuestro trabajo qué relación podría establecerse entre los valores culturales (Schwartz, 1994) y los criterios que sirven para decidir la aceptación o el rechazo de población inmigrante en un país. Perseguíamos establecer qué factores de los que habíamos analizado -si las variables socioeconómicas o los valores culturales-, eran los más importantes para determinar los criterios mencionados, es decir, las variables psicosociales de nuestro estudio. Para ello y tras la realización de análisis de regresión múltiple para cada una de las, los resultados obtenidos nos permitieron observar que, si bien las variables socioeconómicas han sido importantes como variables predictivas en otros estudios (Schwartz, 1994; Ros, 2002; Inglehart, 1998), no lo fueron para este trabajo. Las variables de tipo socioeconómico no nos permitieron predecir, de forma significativa, el rechazo o la aceptación de la inmigración en los diferentes países.
En su lugar, los valores culturales resultaron ser en nuestro trabajo las únicas variables predictoras en lo concerniente a los criterios de aceptación o rechazo de la población inmigrante que pueda establecer un país. Dichas variables predictoras fueron, específicamente, los valores de Compromiso Igualitario, Jerarquía, Competencia y Conservación. Es más, estos tres primeros valores han sido los que, de forma reiterada, nos han permitido alcanzar en los primeros estudios correlaciones significativas con las variables psicosociales que hemos ido analizando, mostrándose por tanto como buenos predictores. En el caso específico del Compromiso Igualitario, éste se ha presentado como un predictor específico del criterio de aceptación de inmigración, en base a su antecedente cristiano, a su raza, a la capacidad laboral, al impacto económico que produce en el país, a la variable actitudes y del criterio de expulsión. El valor de Conservación ha resultado ser un buen predictor del criterio raza (ser blanco) para aceptar, o no, la inmigración en un país. Es decir, en ambos casos, las dimensiones culturales actúan como predictoras del criterio de aceptación de inmigrantes por parte de los países de nuestro estudio.
Podemos resumir nuestras preguntas iniciales señalando que la distribución de los valores en el estudio se realiza de acuerdo con lo establecido en la teoría de valores culturales de Schwartz (1994). En la misma línea podemos observar que, de acuerdo a lo que han indicado los países de nuestra muestra, el patrón de valores culturales en los últimos años no ha variado, pero destaca la importancia alcanzada por el valor Jerarquía (preocupación por el medio ambiente y la naturaleza) en la misma línea de lo indicado por la Comisión Europea (Eurobarometers, 2002, 2003, 2004). Hemos de señalar, asimismo, que nuestros datos no han presentado ninguna diferencia significativa en la distribución de los valores entre los 20 países incluidos en el estudio. Los valores de Compromiso Igualitario, Jerarquía, Autonomía Afectiva y Conservación son los que mayores relaciones han mostrado con las variables socioeconómicas y psicosociales que hemos analizado. Del mismo modo, los valores de Competencia, Armonía y Autonomía Intelectual son los que menos relaciones han registrado, especialmente en el caso de la Autonomía Intelectual.
En resumen, podemos señalar que vivimos en la era de las migraciones (Castles y Miller, 1998), por lo que su gestión y tratamiento, así como el de los fenómenos sociales que de ella se deriven, son uno de los mayores retos de las sociedades contemporáneas (Ribas, 2005). Las migraciones humanas son un fenómeno constante a lo largo de la historia y ninguna sociedad es ajena a dicho fenómeno. Sin embargo, en estos momentos, ha alcanzado niveles que anteriormente no se habían apreciado y que, por tanto, requieren de su abordaje y estudio. En esa línea, los resultados arrojados por nuestro trabajo nos permiten decir que los valores culturales se han mostrado como predictores del rechazo o aceptación de la población inmigrante y no como meras consecuencias.
Pese a la dificultad y crítica que los análisis transculturales conllevan, existen teorías que avalan y justifican nuestro acercamiento al estudio de las dimensiones culturales de los valores (Hofstede, 1988; Triandis, 1996; Inglehart, 1998). Ante determinados fenómenos sociales, los valores pueden ser un importante objeto de estudio que nos permitan ver el desarrollo y los cambios que se producen en algunos sucesos como, por ejemplo, el de la inmigración.
Desde la Teoría de los Valores Culturales y su interés por mostrar los problemas a los que se enfrentan las sociedades (Kluckhön, 1951; Schwartz, 1994) nos hemos centrado en este trabajo en relacionar, por un lado, dichos valores culturales y, por otro lado, dos aspectos claves conectados con el tema migratorio como son los motivos de aceptación o de rechazo hacia la misma.
Los 20 países estudiados a través de la Encuesta Social Europea conceden la misma importancia en la distribución de los valores culturales, siendo los más significativos los valores de Armonía, Compromiso Igualitario y Autonomía Intelectual, oponiéndose a los valores de Autonomía Afectiva, Competencia y Jerarquía. Nos encontramos ante unos países europeos (junto con Israel), cuyas prioridades van en la dirección de apostar por valores como la igualdad, el respeto al medio ambiente, la creatividad o la justicia social. Por el contrario, valores como la ambición, la competencia o el poder social no son sólo menos valorados, sino que se presentan como opuestos a los anteriores.
Pese a este panorama de igualdad, apertura y tolerancia que se ha visto igualmente reflejado en los últimos Eurobarometers, los aspectos como la influencia de la inmigración en la propia cultura, en la seguridad ciudadana o las cuestiones relacionas con el trabajo siguen siendo criterios importantes a la hora de posicionarse y valorar la aceptación de inmigrantes en los países. Son, por tanto, criterios clave a tener en cuenta en las agendas de los diferentes gobiernos a la hora de crear o implementar políticas migratorias.
La inmigración es un fenómeno permanente y como tal ha de abordarse, con actuaciones y con políticas específicas de carácter estable. Una de esas actuaciones es la necesidad de fomentar y desarrollar modelos culturales (Ros y Gouveia, 2001). Dados los resultados encontrados en este estudio, sería adecuado proponer medidas de actuación dirigidas a fomentar los valores de Compromiso Igualitario en las sociedades receptoras. Asimismo, sería necesario hacer especial hincapié en las medidas destinadas a contrarrestar valores de Jerarquía que pudieran estar actuando en la formación de actitudes sociales incompatibles con acciones sociales dirigidas a favorecer la integración de los distintos grupos de inmigrantes.
En ese sentido, y dada la importancia que la Unión Europea otorga a los valores que le son propios, consideramos que sería importante poder incluir en las propuestas y directrices futuras en materia migratoria que emitan tanto del Consejo Europeo como de la Comisión las dimensiones culturales de los valores. De la misma forma que se establece la transversalidad de la igualdad y la no discriminación en todas las políticas de género, sería coherente y necesario hacer lo propio con los temas y políticas migratorias y los valores culturales tales como la Armonía, el Compromiso Igualitario o la Autonomía Intelectual.
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