Retrospectivas Disciplinares: 3 historias cortas de Wilhelm Wundt

Disciplinar Retrospectives: 3 Short Tales about Wilhelm Wundt

  • Jahir Navalles Gómez

1 ¿Por qué –para qué- una retrospectiva…?

Es posible que lo que a continuación se expone sea ya un lugar común en la historia de la psicología. Más aún parece que ya es una especie de novela trágica sobre el encumbramiento y la decadencia de un personaje famoso y reconocido. Sin embargo, no está de más nuevamente compartirlo y debatirlo, sea con la simple intención de poner a discusión los olvidos institucionales en los que está inmersa cualquier disciplina.

Intencionalmente, la Historia de cualquier campo de conocimiento queda a medias cuando historias sucedidas en su interior son entrecortadas o desplazadas al olvido social, el cuál dicta los cánones que se habrán de seguir y guiar las futuras reflexiones, imponiendo historias ad hoc que lo único que hacen es repetirse hasta el hartazgo sin ejercer un ejercicio crítico sobre los orígenes y sobre el cómo es que sucedieron ciertos actos determinantes.

Si de esta manera se pretende concebir una disciplina, cabe entonces desmitificar, con sus mismos argumentos, a ese olvido institucional, rastreando en otros horizontes, preguntando a otros interlocutores, cuestionando a los que se asumen como los de siempre, no para ridiculizarlos o desdecirlos (“ellos mismos” sabrán), si no para bosquejar paralelamente lo dicho y lo no dicho sobre el trasfondo de una disciplina, que, como lo son la psicología y la psicología social, adolecen de enigmas, selectos vacíos e ideologizaciones históricas sobre sus ancestros y sus precursores, sobre su objeto de estudio; y sirva también para señalar que la actualidad de una disciplina puede ser históricamente interesante.

La historia de la psicología ha sido demasiado ingrata; ingrata con su pasado, ingrata con sus tradiciones, e ingrata con sus famosos y tautológicos personajes. No en balde ha sido tendenciosa y selectiva, proclive manual tras manual a legitimar una versión histórica común a todos los interesados, y a los que no tanto, también les ofrece un mínimo panorama sobre qué hicieron y quienes fueron los personajes trascendentales de una disciplina que hasta fechas recientes se debate, de palabra, entre su origen filosófico y su cariz experimental; siendo esto último, el criterio que ha delimitado la presencia y permanencia de protagonistas e interlocutores, desplegando relatos y hazañas por ellos descritos y expuestas dentro de la conciencia académica de la novel psicología.

En esa ingratitud trascurre la vida y obra de Wilhelm Wundt (1832-1920), a quien se le ha reconocido con diversos motes y reverencias, a la vez que se le ha relegado al cajón del olvido institucional generaciones tras generaciones en rechazos proferidos y desavenencias; a Wundt se le describe como: “…el psicólogo más importante de la historia de la psicología. Es el primero que sin reservas podemos llamar propiamente psicólogo” (vgr. Boring, 1950, p. 338), o mejor aún como el “primer psicólogo verdadero del mundo” (vgr. Hothershall, 1997, p. 115).

De ahí que biografías y alabanzas de –hacia- otros personajes acusen una resonancia mayor que la que pudiese emerger de aquella otra que vuelva explícito lo expuesto por Wundt, a reserva de las antipatías y desacuerdos que pudiese fomentar, o con la total intención de afrontar esa historia de la psicología escrita “a medias” que está presente en las aulas universitarias, o sencillamente, porque si de lo que se trata es de ahondar en los orígenes de una disciplina como la psicología cabría hacerlo contemplando todos sus supuestos escenarios. Es así que Wilhelm Wundt se concibe como un indicio a partir del cual puede ser remontada esa historia.

Extrañamente, es él quien, aún cuando aparece como referencia histórica constante en los libros sobre Historia de la Psicología, sea en extensos capítulos o en unas cuantas líneas, con fotos en solitario o en ocasiones por sus alumnos acompañado, ciertas incomodidades se desprenden al historizar sobre su proyecto de psicología, sobre lo que del mismo se ha dicho, revalorado o reivindicado, y ante la incomodidad la opción es omitir, a razón de que es una historia oficial la que en sus líneas caracteriza e impone una versión de realidad académica, y dónde no tienen cabida presupuestos que atenten históricamente contra lo que hasta el momento se conoce y se promulga como psicología.

Una historia de la psicología entrelazada con otras historias y recuentos de otras disciplinas, tal cual Danziger lo provoca, vale la pena por ello citarlo:

La historia de la psicología no incluye el desarrollo progresivo de una sola disciplina sino, más bien, la aparición, frecuentemente simultánea, de un número de diferentes disciplinas. (1983, p. 131).

Esa es la intención que me convoca, y que me provoca, el hacer un somero recuento de la obra de Wundt, a partir de tres escindes que se desenvuelven a partir de su bosquejo de psicología, todas relacionadas entre sí, cada cual con una carga histórica válida por sí misma, cada cual delineando senderos y siendo colofón de lo que aquel “padre fundador” de la disciplina contempló como parte de su proyecto de vida.

2 Es que no era un simple laboratorio, era un proyecto…

Dicen que fue el primero en establecer un laboratorio de psicología a nivel mundial (cfr. Boring, 1950, p. 345; Farr, 1983, p. 110; Hothersall, 1997, p. 123), y de ahí proviene su fama, y el slogan clásico que todo buen estudiante tiende a memorizar en las aulas, tanto que hasta la American Psychological Associaton (APA) reconoció, en 1979, “un siglo de ciencia”, con todo y la parafernalia de una medalla conmemorativa (cfr. Hothersall, 1997, p. 123, 138); allende la rimbombancia, la exactitud de ese dato histórico está trastocada porque se dice que ya el padre del pragmatismo William James, años atrás, había establecido algo parecido a un laboratorio, al igual que lo hizo uno de los pilares de Universidad de Würzburgo, Carl Stumpf.

Y también se ha señalado que ya Stanley Hall, en la Universidad John Hopkins, había establecido uno en 1884 (Collier, Minton y Reynolds, 1991, p. 140). La diferencia entre estos, y el espacio gestado por aquel, es la tradición cultural y académica que respaldaron el laboratorio de Wundt (cfr. Leahey, 1987; Jahoda, 1994), esto es, este fue un espacio fundado específicamente para realizar funciones de investigación y enseñanza.

Un Psychologisen Institut es como se le identificaba a este laboratorio, algo modesto en sus inicios y financiado en sus primeros años por el propio Wundt, hasta que fuera reconocido por quien lo acogió institucionalmente (Farr, 1983, 1996), la Universidad de Leipzig; aunque cuentan las malas lenguas que esto sucedió a partir de que Wundt intentó trasladarse a otra Universidad (Hothersall, 1997, p. 123).

Como sea, la independencia en las investigaciones ahí realizadas será parte fundamental de su historia y su atractivo para las consiguientes visitas y encuentros en ese espacio de formación (cfr. Boring, 1950; Farr, 1996), en un desfile constante de interlocutores de diversas disciplinas y campos de conocimiento que intentaban ampliar o confrontar sus perspectivas.

Así las cosas, al instaurar un lugar ipso facto se instaura una fecha, con la consecuencia inmediata de que se está ideologizando un momento como el punto de partida de una Historia de la disciplina por demás tendenciosa, y que adolece de errores por ser una historia incompleta, desplegando –ciertamente- un dato inútil ya que los orígenes de una disciplina no están circunscritos ni a un tiempo ni a un lugar.

Con el reconocimiento del Psychologisen Institut, aparece también el primer proyecto editorial de Wundt, uno que él mismo podría coordinar y delimitar, o en su defecto, sus alumnos o asistentes (Hothersall, 1987, p. 132), un espacio editorial que acogería todo lo que en el laboratorio de Leipzig se producía, concibiéndose como la primera revista interesada en la publicación irrestricta de una psicología experimental (cfr. vgr. Boring, 1950, p. 361; Farr, 1983, p. 111; Hothersall, 1987, p. 128), la Philosophische Studien [Estudios de Filosofía], que después de un tiempo, cuando la psicología fue acogida como disciplina independiente, llegó a llamarse Psychologische Studien [Estudios de Psicología], cuyo final o última fecha de publicación queda inmersa en una polémica, simplemente señalar que finalizó en el primer lustro del siglo XX.

Teniendo un laboratorio bajo su tutela, y una revista que plasmase sus principios, Wilhelm Wundt parte de una encrucijada histórica que da cuenta de una de las tradiciones con más arraigo en la psicología, la tradición experimental, la cual consolidó en sendas publicaciones y reediciones, concibiendo un proyecto que acogiera todo lo dicho, lo visto y lo comprobado desde sus hipótesis, desde la defensa irrestricta de sus ideales.

El cómo logró concebirlo va de la mano de estos someros detalles sobre su contexto, académico, cultural e histórico, ya que según se dice, es a la publicación de su libro Grundzüge der Physiologischen Psychologie [Fundamentos de Psicología Fisiológica] a la que se le adjudica como “el libro más importante en la historia de la psicología moderna” (Boring, 1950, p. 344), siendo la publicación que recoge las primeras reflexiones psicológicas de Wundt, desprendidas de sus cursos, de sus seminarios y, por que no, de su intercambio constante con sus alumnos (pp. 343-344); y el resultado de todo ello no fue sino la emotividad y el agrado con el que esta fue acogida tanto por sus colegas como por los lectores fortuitos que la revisaron (Leahey, 1987, p. 217).

Pero es esa una explicación demasiado simple sobre un origen, y es que, sin restarle la importancia que merece la citada publicación, no es si no hasta que Wundt establece su laboratorio en la Universidad de Leipzig, cuando su proyecto se torna consistente, por qué, por el reconocimiento institucional al cual se volvió merecedor y porque su proyecto de psicología consistió en la sabiduría constante para sortear y enriquecer sus reflexiones iniciales (Boring, 1950, p. 345); o como dijera Danziger (1990, p. 28): “Wundt fue afortunado al encontrarse en el lugar correcto en el momento adecuado”.

La llegada de Wundt a Leipzig modifica su inicial proyecto, sea por la manera en la cual llegó, sea por los entrecruces y consecuencias que en ese espacio se produjeron, a saber, y es que es en el deambular académico donde se va enriqueciendo su proyecto de psicología, pero además su transitar de una universidad a otra le valió comparar y descartar iniciales reflexiones sobre el qué es lo que él mismo describía como disciplina científica (Leahey, 1987, p. 219).

Sea reconocido o no, el establecimiento e institucionalización de Wundt y de su laboratorio, respectivamente, en una de las más importantes universidades alemanas de la época se vuelve referente primordial en la biografía y la historia del psicólogo alemán en particular y de la psicología en general, ulterior el deambular académico de Wundt, quien recorrió varias de las universidades alemanas, de Tübingen a Heidelberg, después Berlín, para regresar a Heidelberg, tomando un respiro en Zurich, hasta consolidarse con un lugar en la de Leipzig (Boring, 1950, pp. 339-345), siendo ese andar académico con el que fue enriqueciendo su proyecto original de psicología, fluctuando sus intereses entre la física médica, la química orgánica, la fisiología, la medicina, acarreando con él tanto losocumentos escritos en las distintas latitudes, las notas de sus cursos sobre diversos temas, así como los instrumentos con los cuales dispuso y provocó el interés de sus latentes estudiantes (cfr. vgr. Leahey, 1987, p. 217; Hothersall, 1997, pp. 121-123).

3 Wundt, el tutor; Wundt, el interlocutor

La misma libertad que obtuvo Wundt al llegar a Leipzig, es la misma autonomía que recibieron los que con él intentaron estudiar, algunos más que otros por supuesto (cfr. Boring, 1950, p. 346; Farr, 1996, p. 24), empero, sobresale la independencia en la formación instrumental y de reflexión que cada uno acuñaba, tal y como lo señala en su versión histórica David Hothersall (1997):

El trabajo de Wundt consistía en asignar temas, preguntas y métodos de investigación a sus estudiantes y supervisarlos de manera cercana. (p. 117);

Cuando un nuevo estudiante se incorporaba al laboratorio de Wundt, generalmente se le asignaba una pieza del equipo para usarla en experimentos ya planeados o para perfeccionarla y adaptarla para una investigación futura. (p. 123).

Así las cosas, no hay que olvidar que lo que Wundt pretendió es establecer a la psicología como una ciencia independiente, y lo logró, a partir de priorizar su vertiente metodológica, además no hay que olvidar que la psicología que inicialmente propone este prolífico tutor, es una psicología fisiológica, a la que tiempo después equipara y reconoce como psicología experimental (cfr. vgr. Leahey, 1987, p. 218; Danziger, 1990, pp. 24-27); instaurando así, el escenario histórico de conocimiento tautológicamente expuesto a través de los años.

Y sus cursos, su tutoría, su seguimiento y delegación de responsabilidades, su asignada “extravagancia”, hasta su supuesto ser huraño fueron parte de las enseñanzas que cada uno de los que con él asistieron capturaron como parte del espíritu que en ese entonces, en Leipzig, se respiraba.

Un ejemplo, la primigenia obra escrita de Wundt, específicamente Grundzünge der Physiologichen Psychologie [Principios de Psicología Fisiológica] sería el resultado de la recopilación de sus notas de cursos y seminarios impartidos (Boring, 1950, pp. 343-344), y de su revisión constante, formación sistemática y rigurosa que le sirvió para ubicar, al momento de proponerla para su publicación, como un campo de conocimiento original e independiente, y que para subsistir, Wundt la proyectara como un escenario intermedio a la fisiología y la filosofía (Hothersall, 1997, p. 25).

Y eso fue antes de llegar a Leipzig en el año de 1875, en la cual se estableció con una cátedra de filosofía, una cátedra en disputa que parecía que sólo a Wundt estaba esperando (cfr. vgr. Leahey, 1987, p. 217; Hothersall, 1997, p. 122-123); y en sincronía, era la tribuna que Wundt estaba requiriendo, por la sencilla razón de que ya era evidente su alejamiento con el psicofísico Hermann Von Helmhotz, a quién siempre respetó y admiró, tanto como para aceptar ser su asistente en la Universidad de Heidelberg durante la estancia que aquel tuviera en el citado espacio institucional.

Pero Wundt –en un ejercicio de egoísmo justificado- se desencantó del nombramiento que tuvo allí, porque se le exigían tareas que a su parecer le distraían de sus intereses principales, esto es, la investigación estaba siendo desplazada por las asesorías didácticas que se pretendía impartiera entreos estudiantes. Aunque para no ser injustos, la renuncia de Wundt a su cargo en Heidelberg es consecuencia de su ambiciosa vida académica, de sus ansias por construir un espacio propio dedicado exclusivamente a dar cabida y recogimiento a sus intereses, perseverancia que siempre admiró del fisiólogo Helmhotz y que asimiló como propia en el instante mismo cuando se le ofreció su plaza académica, primero en Zurich, tiempo después en Leipzig (cfr. Boring, 1950, p. 345; Leahey, 1987, p. 219).

Su estancia en Zurich fue a través de una cátedra de “filosofía inductiva” (Hothersall, 1997, p. 122), ostentándola por un año hasta que le ofrecieron aquella otra en la Universidad de Leipzig, también una cátedra de filosofía, pero caracterizada con un halo particular, esto es, la de ser una instancia complementaria hacia las reflexiones que provinieran de la fisiología, una paradoja que –como reclama Boring (1950)- prevaleció, mínimo hasta la fecha en la que él mismo escribió su historia de la psicología experimental. Como sea, eso le lleva a hacer manifiesto lo siguiente: “Esta cátedra fue significativa: llevó a Wundt de manera formal al área donde se suponía que debía estar la psicología, y lo trajo desde el campo de la fisiología” (p. 345).

Sutil expresión de la actitud perspicaz del propio Wundt, quien posiblemente ya lo habría contemplado, y que nos lleva a expresar que, en el mejor de los casos, se podría decir que Wundt no es un simple psicólogo si no que, como alguien gentilmente le ha personificado, es él: “un lógico, un metafísico y, en el mejor sentido del término, un filósofo” (Brett, 1972, p. 383). Pequeño detalle que esclarece su personal proyecto académico e intelectual de psicología, y que asimismo sugiere una perspectiva diferente hacia la versión histórica de la realidad psicológica.

El cómo se logró su cristalización queda expuesto en su transcurrir disciplinar, ya que según se cuenta, Wundt fue alguien constante y prolífico en escritos, escribió entre 1853 y 1920 más de 53,735 páginas, promediando 2.2 páginas por día (Boring, 1950, p. 366), y que más allá de las estadísticas y cuentas alegres que se puedan hacer, y de su estilo sistemático y disciplinado de escribir, lo que sobresale de todo ello es que no sólo escribía si no que además revisaba constantemente sus propias obras para una nueva edición. Un trabajo de toda la vida que se dividió entre sus intereses por concebir tres escenarios distintos pero complementarios abocados tanto a lo psicológico como a lo psicosocial, a lo histórico como a lo mental, a saber, la elaboración de una psicología experimental, una metafísica científica y, finalmente, el bosquejo de una psicología histórica o social.

Siendo la primer parte la que más aplausos y reconocimiento le ha causado y por la cual es Wundt someramente bien visto en las aulas universitarias, de “pasadita” y sin mucho aspaviento, arriesgado comentario que no significa que a partir de este momento se implante un “Cátedra Wundt” en toda facultad de psicología, o de filosofía; sin embargo, si sugiere la recuperación de aquellas reflexiones suyas, tanto las intermedias como las finales de su proyecto de vida, las que han sido opacadas o relegadas, por la sencilla razón de son éstas ajenas a los cánones “científicos” que en su tiempo le fueron exigidas, y que hasta la fecha continúan siendo referente para mantener en el anonimato o bajo sospecha esas últimas deliberaciones de Wundt.

La biografía de Wundt es crucial para ilustrar la historia de la psicología, social o general, experimental e histórica; independientemente de los calificativos a los cuales fue sujeto: “ímpetus de juventud y desvaríos causados por la vejez”, así es como la obra del psicólogo alemán fue y ha sido catalogada, por sus más cercanos alumnos y colaboradores, por sus actuales –si es que los hay- seguidores y lectores,escartando que ésta, en su totalidad, sea una fuente de aportaciones y de discusiones tanto al interior de la disciplina como al pretender establecer polémicas con otros campos de conocimiento.

Pero que no se malinterprete el párrafo anterior, ya que no es que sea en la obra de Wundt donde se proporcionen las últimas respuestas a las preguntas de siempre que en la psicología y en la psicología social se hacen, si no porque es justo subrayar que son múltiples las dimensiones –psicológicas y psicosociales- que su obra ahonda, y que pasados los años y reflexiones en las distintas obras de algunos de sus discípulos más coherentes y prolíficos cristalizó.

E irremediablemente algunos nombres despuntan, en las dos vertientes que sus reflexiones bosquejaron, en el caso de su proyecto de psicología experimental, esos se vuelven nombres comunes y conocidos, por casos, el de Hugo Münsterberg (el 1ero en instalar un laboratorio con las mismas características que el de Leipzig), el de James McKeen Cattell (el primer asistente de Wundt) y el de Edward Bradford Tichener (su primer y acérrimo traductor y detractor, respectivamente); personajes que consolidaron un proyecto propio, razón de su trascendencia, razón de su proyección, razón de su versión de realidad psicológica.

Pero por el momento no son importantes estos malagradecidos alumnos, responsables directos e indirectos de ese olvido institucional citado al principio, quienes en algún instante fueron, o mejor dicho, en alguna versión histórica de la psicología les han vanagloriaron (vgr. Boring, 1950; Hothersall, 1997); afortunadamente, no fueron los únicos en reflexionar bajo la tutoría de Wundt, lo que permite revalorar la historia de la disciplina más allá de lo impuesto por la perspectiva positivista en los orígenes de la psicología y la psicología social.

Así las cosas, se reintroducen en el horizonte, o más bien en el entrecruce disciplinar la presencia de otrora alumnos, cada uno de ellos prolífico en su campo de conocimiento, quienes, y sin la mínima intención de exagerar, vieron enriquecida su postura –un punto a discusión por supuesto- a partir de su paso por Leipzig; la referencia es hacia el –fundador de la escuela inglesa- antropólogo Bronislaw Malinowski (1884-1942) hasta remitirnos al precursor francés de la semiología Ferdinand de Saussure (1857-1913), sin omitir en este recuento a uno de los primeros autores en escribir un libro sobre la historia de la psicología, esto es, el inglés James Mark Baldwin (1861-1934), y a la contemplar al filósofo pionero de la Escuela de Chicago, George Herbert Mead (1863-1932); acompañándoles en esa odisea también los sociólogos W. I. Thomas (1863-1947), colega de Mead en Chicago y corresponsable intelectual –junto con F. Znaniecki- de la noción de “actitud”, así como C. H. Judd (1873-1946), personaje que preservó las reflexiones de Wundt en sus proyectos sobre psicología educativa (cfr. vgr. Farr, 1996, pp. 25, 32, 63); aunque también existen datos de que fue maestro de los historiadores Johan Huizinga (Burke, 1997, p. 210) y de Marc Bloch (Toubert, 1988, p. 84), y por último cabe mencionar que también fue inspiración, aunque sólo fuese por un semestre, el de 1885-6, del padre de la sociología francesa Émile Durkheim, a quién según cuentan dejo gratamente impresionado (Farr, 1996, p. 32), todos ellos serían quienes recuperarían lo necesario del proyecto de Wundt para sus originales proyectos sobre la vida colectiva y mental.

Pero cuidado, que la pasada acotación no sea un halo de festejo genealógico, de los citados alumnos sólo C. H. Judd se doctoró bajo la tutela de Wundt (Tinker, 1932), los demás sólo abrevaron durante un tiempo de las enseñanzas del citado “padre de la psicología experimental.

De entre sus interlocutores, con quienes formó un frente común hacia los paradigmas disciplinares de la época, sobresalen el del historiador Kart Lamprecht –quien una combativa polémica generó (Burke, 1990)- y el del mentor de la noción de “Antropogeografía”, esto es, el geógrafo Frederich Ratzel; interlocutores cercanos con quienes formalizó un seminario interdisciplinar sobre ciencias humanas y sociales (Toubert, 1988, p. 63). Aunque también dicen que, William James (1842-1910), a quien podríamos considerar como el último filósofo del siglo XIX, se quedó con ganas de conocer personalmente a Wundt; empero, hay quienes insisten en que sí se llegaron a conocer (Hothersall, 1997, p. 338).

Como sea, es Wundt quien a través de sus distintos bocetos bosqueja uno de los proyectos psicológicos y psicosociales más completos dentro del escenario disciplinar, inalcanzable y ambicioso, complementario nivel tras nivel, insuficiente a partir de la plétora de “objetos de estudio” que aborda.

4 Psicología histórica ergo psicología de la colectividad

Una odisea inter-disciplinar, así es como podría concebirse lo que Wundt realiza a finales de su vida académica y social. Un proyecto enciclopédico que parecía era la dinámica común de la época, y que capturaba en sí misma la transición docta de un siglo al otro (cfr. Leahey, 1987, Jahoda, 1992). Ejemplos de ello quedan cristalizados tanto en la obra de 100 tomos que realiza el historiador Henri Berr (1863-1954), La Evolución de la Humanidad (una invitación trans-disciplinar en consonancia a cualquier interesado en exponer su versión sobre la permanencia e irrupción de las costumbres y la vida colectiva), como en lo que redacta magistralmente Oswald Spengler (1880-1936), llamado La Decadencia de Occidente, redactado entre 1926-1928. Magnas obras cuyo interés principal fluctuaba en lo que los fenómenos colectivos recreaban a nivel psicológico, geográfico, histórico y moral.

Y Wundt no se permitió ser excluido de lo que en la época se realizaba, cabe señalar que al realizarlo lo hacía reconsiderando viejas versiones sobre ese mismo escenario (Jahoda, 1992), y de las cuales abrevó algunas reflexiones, sin embargo, la versión final sobre este proyecto psicológico condensa todas sus inquietudes eruditas.

Así, y a partir del desacuerdo sobre la concepción de la psicología imperante en ese tiempo, inmerso en la disputa de sí ésta debería apegarse a los presupuestos de las ciencias sociales o de las ciencias naturales, y del bosquejo de una psicología social desapegada a los cánones positivistas del período, es que Wundt propone un apartado distinto a todo lo que venía haciendo. Empero, la reflexión de Wundt sobre esto sería parte de uno de sus mayores intereses intelectuales, tornándose, a partir de la óptica que se le quiera dar, como una herencia (cfr. Danziger, 1990; Jahoda, 1992; Farr, 1996) o como el lastre del cual nunca se pudo desprender (vgr. Boring, 1950; Hothersall, 1997).

Y a decir de aquellos que en su obra se sumergieron, entre los apelativos con los cuales se llegó a conocer este último apartado de su existencia, se llegó a ostentar “psicología de la colectividad” o “psicología de los pueblos”, “folk-psychology” si se gusta de una coloquial traducción, “psicología racial” o “ethnic psychology”, si se prefieren las bizarras lecturas (Jahoda, 1992), “psicología cultural” pudo ser un buen apelativo (Danziger, 1990); aunque también se le reconoció como “psicología histórica” (cfr. vgr. Boring, 1950, p. 344; Burke, 1990, p. 19) o como otro proyecto sobrevaluado de “psicología social” (Farr, 1996), o elegantemente como “psicología colectiva” (cfr. Farr, 1996; Burke, 1990), aunque para fines delranscurrir histórico nos apegamos a su inicial definición “Völkerpsychologie”. Un “neologismo” según sus propias palabras (Wundt, 1912, p. 1). Lo cuál torna innecesario el empeñarse en defender absolutismos o mejor dicho, una alusión “correcta” de la misma (Tirado, 2003).

Como sea, los temas a los cuales se enfocó Wundt al ir bosquejando este proyecto, él mismo los definió como “fenómenos mentales colectivos” (Farr, 1996), siendo necesariamente abordados de una manera completamente diferente a la que la psicología predominante del tiempo estaría acostumbrada.

Mitos, costumbres, arte, religión, magia, lenguaje, procesos cognoscitivos, son los citados fenómenos colectivos (Farr, 1996, p. 34), en los que Wundt centró su atención para poder bosquejar su inasible “psicología social”. Y si bien es cierto que cada uno de ellos fue condensado en un tomo particular –a excepción del referente al lenguaje que se dividió en 4 tomos-, una gran decepción se advierte, según reseña Jahoda (1992, p. 200), cuando se cuenta con la paciencia suficiente para revisar todos los ejemplares; ciertamente impregnados de una densidad resultado de los excesivos datos etnográficos, las crónicas de los viajes y el detallado análisis y descripción exhaustiva de procesos tales como los rituales, las ceremonias religiosas y las formas elementales de reunión. Una densidad de escritura directamente proporcional a un objeto de estudio con sustento histórico a largo plazo.

Aunque la descripción que Wundt daría de su incipiente campo de conocimiento no se encuentra en estricto apego a lo anteriormente dicho, esto es, el trasfondo de la völkerpsychologie –insisto un neologismo u ensayo heurístico- se ubica en que los fenómenos a los cuales acude son construcciones colectivas, permanentes al juicio grupal que las reconfigura constantemente, siendo cada objeto de estudio un escenario distinto de aquel del cual precede, con manifestaciones similares que remontan la propia presencia de la colectividad que la cristaliza.

Siendo una de las aportaciones que se generan en el proyecto wundtiano, esclarecer el papel que el lenguaje juega en el propio asentamiento de la colectividad, vislumbrando a ésta paralelamente como un remitente del lenguaje, y validándole cual emplazamiento histórico imprescindible para comprender la vida social, así, en sus propias palabras acotaba:

El lenguaje fija generalmente el fenómeno pasajero en una expresión duradera. Aun allí, donde es permitido reconocer desde luego los fenómenos y los estados en su verdadera significación mediante la aplicación de sus formas verbales, se pretende, sin embargo, constituir poco a poco substantivos que cambian los fines del pensamiento conceptual en su objeto durable. En vez de procurar no perder de vista este origen de nuestros conceptos, somos más propensos a trasladar aquella transformación al mismo suceso objetivo. Desde el momento en que establecemos con carácter fijo el fenómeno contingente dándole el valor de un concepto inmutable y al mismo concepto le damos el carácter objetivo determinado por el uso corriente de la palabra, parece convertirse el mismo suceso pasajero en una cosa relativamente subsistente. (Wundt, 1889, pp. 35-36).

A decir de Wundt, al permitirnos el recuento y la descripción de acontecimientos, el lenguaje es el asentamiento y el devenir mismo de la vida colectiva, de la actual, de la pasada, de lo que puede ser. Él mismo decía: “...unido al lenguaje va el pensamiento” (1912, p. 50) y aunque el lenguaje y la cultura no se manifestaran a la misma velocidad, siendo el lenguaje el primero y bosquejado en un proceso aún a más largo plazo que aquel en el cual la cultura se asienta, eso no quería decir que fueran procesoseparados como es que las versiones psicológicas de la realidad habían intentado imponer (Mueller, 1960). Es de esa tradición que clamaba por los mitos, los ritos, el culto, las costumbres, la propia poesía de una cierta localidad, en donde el alemán reivindica las coincidencias con sus antecesores influencias, Wilhelm Von Humboldt y Frederich Ratzel, por ejemplo, y en específico con la de Johann Gottfried Herder.

En contexto, Jahoda (1992) coincide con las especulaciones que con antelación hiciera Danziger (1990), y asume que el sustento de las reflexiones de Wundt está anclado en lo que él mismo pretende definir como “Volkseele” (literalmente ‘espíritu del pueblo’), siendo este el manto que recubre a cada individuo, que hace que cada cual comparta los mismos significados con otros tantos más, lo cual genera una dependencia entre los propios sujetos, deviniendo en una construcción interpersonal que genera una especie de “sujeto colectivo” que concilia el sentido que los bastimentos materiales han generado en cada uno de los individuos, justificando y exhortando así a que los ‘objetos de estudio’ destinados a ello sean completamente diferentes a los que tenía regularmente contemplados la psicología individual experimental, polemizando de esta manera con sus juicios antecedentes, no en balde las siguientes lecturas de su trabajo acometen la tarea de esclarecerlo:

Para Wundt la psicología individual y la psicología de los pueblos no son dos entidades diferenciadas, sino que están interconectadas. Los procesos mentales superiores de los individuos no pueden entenderse al margen de los productos culturales de los pueblos y de las comunidades. Más aún, el estudio de esos procesos no debe realizarse desde la psicología individual, sino desde la psicología de los pueblos. Fenómenos tales como el lenguaje, las costumbres y el mito, que serían típicos de la psicología de los pueblos, están condicionando el pensamiento de los individuos. (Sabucedo, D’ Adamo y Beaudoux, 1997, p. 29).

El bastión de la propuesta que se genera en los escritos del psicólogo Wundt, responde a su aportación metodológica de corte histórico, ya que será solamente a través del rastreo y la reconstrucción fidedignamente histórica que los fenómenos mentales colectivos podrán llegar a comprenderse.

Es en un trabajo intermedio a su obra enciclopédica –el único traducido al castellano- es dónde se pueden localizar estas intenciones, Elementos de Psicología de los Pueblos (1912), resaltando los apartados a los cuales se aboca y que le permiten establecer su aproximación psicosocial hacia la Humanidad, de antemano estableciéndolo como un proyecto de características inconclusas: “…el concepto de Humanidad, propiedad común de los pueblos culturales”, siendo acotado de la siguiente manera: “…este ideal es un devenir, y, como tal, nunca perfectamente completo” (1912, p. 420). Y es ésta muy referencia muy al “estilo Herder”, al acudir por los emplazamientos histórica y temporalmente delimitados.

Es en la descripción sistemática, por no decir en exceso detallada, de los procesos por los cuales transita la vida colectiva que la propuesta wundtiana permite redimir una aproximación distinta hacia los fenómenos sociales, trasladando aquellas reflexiones que en la psicología individual quedaban en demasía acotadas o restringidas a lo que se conocía como “mente individual” (Farr, 1996). Siendo de esta manera beneficiada a partir de su constante inserción en las dinámicas primigenias, por ejemplo, los rituales, las plegarias, los tabús y los héroes, el culto totemístico, la construcción y el derrumbamiento de las ciudades, las leyendas y el intercambio religioso, cada uno de ellos con características tantovanescentes como permanentes, así es como señala: “Sin barrunto alguno del porvenir, cada tiempo actual prepara su futuro”; “…la idea de Humanidad hállase [sic], sin embargo, como oculto germen en las más antiguas formas de vida” (1912, p. 422), aunque la alusión que nos permite condensar su idea la comparte –en esa misma obra- páginas más adelante: “Es a la disolución del imperio cuando surge la cultura, bien como efecto secundario del dominio inherente en aquella, bien como consecuencia de la aparición de condiciones nuevas” (1912, p. 430).

En resumen, Wundt bosqueja, entre desvelos y descalificativos, una psicología de la colectividad, siendo esta “psicología de la colectividad” la que toma forma empírica entre las tradiciones y entre las creencias, en los usos cotidianos y coloquiales que los sujetos y los grupos a los cuales pertenecen se hacen manifiestos, ya que, según señala él mismo, se trata de indagar: “…allí donde la costumbre por su duración se hizo permanente” (1912, p. 40).

La colectividad como una entidad psíquica es una de las conclusiones a las cuales llega Wundt, la otra sería que lo psíquico deviene baluarte histórico, siendo de esta manera trascendida la dicotomía impuesta de individuo versus sociedad en los estudios sociales, lo cual hace resaltar lo que él mismo señaló al proponer la última versión de la Völkerpsychologie, a saber:

Al modo que la historia evolutiva del organismo físico, la psíquica de cualquier sociedad, no sólo ha de ocuparse de la formación de sus particulares órganos, sino, y principalmente, de la correlación de sus funciones y de su recíproca influencia, tratamiento que corresponde igualmente, en último término, al estudio de la humanidad misma, sólo que aquí, además del problema de las relaciones de los procesos particulares, ha de atenderse a la general cuestión de la regularidad de la evolución psíquica, a la que conviene el subtítulo que lleva esta obra. (1912, p. V).

El subtítulo es Bosquejo de una historia de la evolución psicológica de la humanidad, una tarea por demás ambiciosa y en cierto sentido inconmensurable, si es que ésta hubiera estado centrada en las alusiones y en el recuento físico y material de los productos referidos por la humanidad. Sin embargo, lo que Wundt propuso al interceder históricamente por ella, fue ante todo el reconciliar la atmósfera generada por la vida colectiva, así es cómo finalmente decía: “Para nosotros, la historia del mundo es la historia de la Humanidad, todavía más estrictamente, y en último término, la historia del espíritu humano” (1912, p. 451, cursivas agregadas).

La única exigencia que Wundt contempló fue la de hacer extensiva a la psicología un método histórico capaz de dar cuenta de los “productos sociales”, deviniendo en un estudio antropológico e histórico interesado por exponer la evolución –simbólica y material- de la humanidad.

5 Epílogo…

La Historia de la psicología parece un ejercicio incompleto, sea por razones de olvido institucional, sea porque las omisiones y vacíos históricos a nadie le interesan, sea porque la historia, tal cual nos ha sido contada impone una inercia acrítica sobre los orígenes, precursores, premisas histórico-culturales, a partir de las cuales se gestaron escenarios posibles para la investigación psicológica y psicosocial. La intención fue la de ahondar, a partir de tres historias cortas –vueltas entrecruces- alrededor de un personaje clave en la historia de la psicología, recreando el contexto y reflexionando sobre su transcurrir,ecuperando de sus entrelíneas, lo no dicho u omitido acerca de la propia historia de la psicología, y de sus influencias y repercusiones entre otras disciplinas.

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