Piper, Isabel (Coord.) (2005). Memoria y Derechos Humanos ¿Prácticas de dominación o resistencia?. Editorial. ISBN: 956-8114-62-9
Este libro tiene la peculiaridad de enganchar al lector-a desde la primera página. Y no sólo porque los tópicos que se tratan han estado presentes durante varias décadas en las sociedades latinoamericanas, sino que además, el debate que surge entre los participantes exhorta a una reflexión más detallada por parte del lector.
Para quien haya trabajado, militado o simplemente tenga cierta sensibilidad por los Derechos Humanos, resultará alentador encontrar en las discusiones que se plantean a lo largo del texto, una serie de tópicos que se entremezclan y que dan paso a nuevos cuestionamientos, autocríticas y un sinnúmero de debates que no necesariamente resultan en un criterio unificado. Esto es lo que realmente atrae del texto: los desacuerdos y las dudas que surgen en torno a las discusiones de la primera reunión del grupo de trabajo “Memoria y Derechos Humanos” realizada en San Salvador 2002 en donde se planteaban nueve puntos básicos:
Isabel Piper da cuenta de las implicaciones que tienen el recuerdo y el olvido en las transiciones democráticas latinoamericanas. En algunos casos, la reparación social y la reconciliación política pareciera que estuvieran contrapuestas. La primera, argumenta Piper, exige recuerdo pero la segundo olvido. Quizás es por ello que se cuestione determinadas formas de entender la memoria y se abogue por definiciones que permitan mantener sus dimensiones históricas y políticas. En este sentido se podría entender la memoria como una práctica social de la que todos participamos y nos obliga a asumirnos como actores de su producción.
Este argumento no sólo unifica las nociones de olvido y memoria ya que supone la existencia de un recuerdo crítico, que no re-traumatiza sino que estimula propositivamente las actividades en torno a nuestra producción de memoria. No sólo se trata de denunciar el olvido en las actividades políticas, sino de preguntarnos las formas en las que se asumen los recuerdos, sus implicaciones y lo que producen en nuestra vida.
En la discusión surgieron varios temas, sin embargo se enfatizaba en la importancia de lo político dentro de los procesos de recuerdo y olvido, tanto desde las organizaciones que trabajan con Derechos Humanos, como desde el Estado y la población afectada.
Sara Marcé sostiene que los Derechos Humanos deben ser entendidos como construcciones sociales e históricas que dan cuenta de las interacciones, las experiencias, las necesidades y conflictos de los diferentes actores de la sociedad; sin embargo aunque los Derechos Humanos hayan sido reconocidos como exigencias medulares no han podido concretarse en el terreno de la vida cotidiana, por ejemplo, en el caso de las prácticas ideológicas-éticas en torno a la igualdad de las mujeres.
Según Marcé, las violaciones de los Derechos Humanos de las mujeres tienen una estrecha relación con la violencia de género y valores culturalmente dominantes, los cuales influyen en la representación y práctica de estos derechos. Marcé hace un recorrido de las distintas luchas para que los derechos de las mujeres fueran reconocidos y enfatiza en el reconocimiento de las prácticas y valores impuestos. Para ello la militancia en torno a diferentes grupos feministas y grupos internacionales que denunciaban estas violaciones fueron primordiales para que se desnaturalizara este tipo de violaciones a los derechos de las mujeres.
Es por ello que a partir de estas nuevas prácticas se ha podido re-significar algunos elementos discursivos, políticos e identitarios. Quizás las reivindicaciones desde el feminismo lésbico pone especial énfasis en las prácticas discursivas desde el lesbianismo como acto político, lo que hace evidente cómo a partir de la militancia se logran resultados positivos en torno a nuevos derechos. Al cuestionar la hegemonía de la heterosexualidad proponen que lo personal es político también, y que es un tipo de subversión que re-significa, además de las identidades, las formas de pensar y actuar de las mujeres.
La idea no es exclusivamente recordar la serie de atrocidades y subordinaciones a las que se ha sometido a las mujeres o el nulo reconocimiento de sus derechos, sino más bien la construcción de la historia con ellas como sujetos participantes, como sujetos políticos de su historia.
Los Eufemismos están insertos dentro de los discursos que enunciamos con respecto a los Derechos Humanos. Son prácticas sociales que sistemáticamente forman los objetos de los cuales se habla. Sin embargo las palabras también mutan, adquieren nuevos significados y pueden ser usadas refiriéndose a otras cosas. Este es el análisis que hace Silvana Rabinovich en el texto: el uso y abuso de algunas palabras.
En esta reseña no comentaré el total del texto de Rabinovich, prefiero comentar que las reflexiones que pueden surgir de este texto dan para mucho más que unos cuantos párrafos, por ello me parece recomendable que sea el lector quien explore en las discusiones que se producen dentro del grupo que resultan mucho más interesantes. Sin embargo, es de suma importancia exponer que el tema más recurrente durante esta discusión es el lenguaje, y como a través de éste se puede llegar a conformar nuevas formas de pensamiento y acción.
Muchas veces los términos pueden llevar a una compleja red de tecnicismos en donde lo jurídico toma mucha importancia, tanto así que la impunidad jurídica no se puede pelear defendiendo un recuerdo sino que se tiene que pelear defendido la justicia, cosa que en muchos casos es un poco más que complicado.
¿Qué prácticas de dominación no llevan implícita la resistencia? Este argumento era explicitado dentro del contexto del debate. Sin embargo, la preocupación inicial de esta cuestión es, para Ignacio Dobles, la dimensión política implicada en el trabajo sobre tópicos como memoria y Derechos Humanos. El posicionamiento de quién trabaja o milita también es una práctica de resistencia frente a los olvidos que quieren ser impuestos desde los organismos estatales. No obstante hay que aclarar que existe una multiplicidad de versiones de lo que denominamos verdad y es ésta problemática epistemológica lo que guía el debate.
Aunque existen diferentes versiones en torno a los sucesos cometidos durante las dictaduras latinoamericanas, cualquier versión del pasado está filtrada por un presente y constituye una construcción social llevada a cabo en circunstancias determinadas. Por tal razón dentro de la discusión se enfatizaba en que no existen discursos inocentes. Cada cosa que se enuncia está inserta en determinadas situaciones que hacen que la construcción de la memoria esté fundamentada colectivamente, sin embargo, y es la apuesta que hace Dobles, teniendo en cuenta la multiplicidad de versiones que pueden surgir al trabajar sobre temas de memoria, deberíamos de enfatizar cuál es la versión de nuestra predilección y porqué. El problema radica cuando se quiere imponer una versión ajena a las vivencias de los actores.
Por supuesto, el ser capaz de convivir con múltiples versiones,en términos pragmáticos, es mucho más productivo como estrategia ya que produce ciertas relaciones que permiten, de alguna forma, establecer nuevas formas de luchas políticas que pueden ir más allá de la mera reivindicación inicial.
Dentro de lo que denominamos globalización existe una cierta tendencia a asociar los Derechos Humanos con cierta estética, pero mucho más como un espacio de reflexión sobre nuestra sociedad y los compromisos que como actores podemos ejercer ante la intolerancia y otros tipos de prácticas que atentan contra nuestros derechos. El enfoque que otorga José Joel Vásquez a su participación dentro del grupo gira en torno a las representaciones sociales de los Derechos humanos y como deriva hacia una memoria colectiva más que a una memoria histórica.
Vuelve la idea de la memoria como una forma de resistencia y la falta de reflexión crítica como un elemento que no debe pasarse por alto para poder dar más elementos a la compresión de la memoria colectiva.
Una de las críticas que se hacía al tema de las representaciones de los derechos humanos es que lleva implícitamente la idea de una realidad y una representación de la misma, que por muy social que sea, siempre termina en esa realidad que podría ser inalcanzable.
Pablo Fernández propone un modelo teórico distinto, quizás en algunos momentos la temática de los derechos humanos se pierde porque no se propone de inicio un esquema que llegue hacia ellos. Sin embargo, el discurso de Fernández seduce y lleva a pensar que una psicología colectiva, más allá de la denominada psicología social, puede ser un camino para entender diversos fenómenos que atañen a la sociedad desde la velocidad, el tiempo y la memoria.
Da la impresión que Fernández propone una psicología colectiva que enfatiza otra lógica, o quizás es la lógica que la psicología nunca quiso para ella. Hace una crítica a la sociedad pero también propone un planteamiento “utópico” pues se puede pensar la sociedad de otra manera. De cualquier forma, el hecho de buscar en lo cotidiano explicaciones para lo social no deja de ser una exquisitez, además de ser muy original.
Obviamente esta postura puede ser cuestionada, es más, dentro del debate (y dado el tema sobre memoria y Derechos Humanos) se le cuestionaba sobre una conceptualización más política y ética, la cual no estaba presente en su texto.
El recorrido que hace Félix Vázquez refiere a la construcción de la memoria desde el lenguaje, pero principalmente cuestionando el cómo se hace memoria. Cuando comúnmente se habla que hacemos memoria no buscamos los sucesos exactos (en tanto detalles) sino que que están mediados por las significaciones que tienen para nuestra vida y nuestros interlocutores en el presente. Hacer memoria no es copiar un acontecimiento, sino es generarlo, construirlo y en el mejor de los casos, engendrarlo.
Este es quizá el planteamiento básico que hace Félix, sin embargo, también aporta elementos interesantes en tanto que menciona que concebir la memoria como una representación precisa de lo que existe fuera de la mente, de un pasado localizado en la “realidad”, presupone asumir que somos capaces de analizar cómo la mente construye las representaciones. Aceptar este principio implica concebir a las personas como un espejo en donde se refleja la realidad tal como es. Esto tiene varios elementos de análisis, sin embargo me dedicaré únicamente a decir que, muy en concordancia con la tradición discursiva, Vázquez propone una crítica a las representaciones de la realidad y cómo a través de esta misma crítica se puede llegar a formular conocimientos situados.
Es por ello que concluye argumentando que construir el pasado supone poder articularlo lingüísticamente o, lo que es lo mismo, el pasado emerge de una acción comunicativa que conecta a una persona o varias que hacen memoria. La memoria se construye en y para cada relación.
Mauricio Gaborit empieza su participación haciendo énfasis en algunos teóricos que desde los 80 hablaban de cognición social. Sin embargo a lo largo de su texto no aparecen más referencias de lo meramente cognitivo, más bien habla de lo relacional. Parte del contexto salvadoreño en donde explica los significados que adquirió la recuperación de la memoria histórica y los diferentes procesos de reparación del tejido social que se pusieron en práctica tras la llegada de la paz al Salvador.
En este contexto menciona que los esfuerzos para hacer un abordaje integral en salud mental deben de ir, necesariamente, desde lo comunitario para que así se pueda favorecer la integración comunitaria y la reparación del tejido en sociedades post-guerra.
Otro de los elementos que aparece dentro del texto de Gaborit es la construcción y cotidianización de los Mártires en el Salvador. Usar el vocablo de mártires rescata el hecho de que a pesar del horror y la injusticia que se vivió en el Salvador, la gente sigue creyendo en la esperanza. Además el término refiere a lo sagrado, o lo inefable que se encuentra en los fenómenos religiosos que está muy integrado dentro de la sociedad salvadoreña. Es por ello que aunque el planteamiento inicial sea el de la cognición social, Gaborit pareciera que se acerca más a la postura discursiva.
Finalmente, Sol Yánez participa en este grupo con un texto que apela a las formas posibles de reparación de las sociedades post-conflicto. Basa su argumento de la reparación en una superación de la injusticia y la impunidad, pues no se puede realizar un trabajo psicológico de reparación si no se enfatiza en estos elementos. Sin embargo el planteamiento de Yánez también tiene una arista más de corte teórica que metodológica: ¿Qué tanto influyen los académicos, psicólogos y/o promotores en la construcción de la realidad de las víctimas?
Aunque es interesante el uso de términos psicológicos por parte de la población, es necesario según Yánez, en las propias formas de expresarse. Me viene a la mente una frase que utilizan en Guatemala “dolor de corazón” que no sólo refiere al malestar físico, sino que además incluye aspectos emocionales, espirituales y relacionados con la naturaleza. Es por ello que dentro del planteamiento de la reparación debe de entenderse que la cultura vernácula es indispensable y puede ser una herramienta poderosa para desarrollar diferentes estrategias en la recomposición del tejido social.
Como se ha dicho desde el principio, este texto, aunque no tiene un criterio unificado en los argumentos que van apareciendo dentro de los debates, insta a una reflexión más personal por parte del lector. Es por ello que me parece que es una lectura indispensable para poder formular nuevas prácticas y cuestionamientos en torno a los tópicos de memoria y Derechos Humanos.