Idea de atmósfera: Psicología social y otros prolegómenos

The idea of atmosphere: Social psychology and other prolegomena

  • Jahir Navalles Gomez
El trabajo transcurre sobre la historia de la psicología social, distinta a las versiones que comúnmente de ella se han desprendido, esto porque intercede por unos interlocutores diferentes, y en ocasiones ajenos al campo disciplinar de la psicología social, pero que a partir de sus aportaciones teóricas han bosquejado aquella idea implícita que configura el trasfondo de la disciplina psicosocial: la idea de atmósfera. El trabajo se bosqueja a través de un recorrido que inicia con la exposición de lo que en la psicología social se ha desdeñado, su propio pasado, su propia historia no oficial; asimismo aboga por algunos autores relegados al interior del campo de conocimiento, e introduce a otros más quienes, desde sus reflexiones, veladamente hacen explícita la idea de atmósfera, es por ello que la presente reflexión puede concebirse como el rastreo histórico de aquella metáfora de la cual ha abrevado la disciplina, haciendo partícipes de ello tanto a historiadores y filósofos como a sociólogos y filólogos, recreando con esa idea evanescente la idea primigenia de la psicología social, idea que deviene en una psicología nostálgica, una psicología histórica, una psicología colectiva.
    Palabras clave:
  • Psicología social
  • Atmósfera
  • Psicología colectiva
The history of social psychology in this article differs from the standard versions. This is due to the fact that I call on contribtuons from different interlocutors, some of them from outside the discipline of social psychology. Their theorical insights provide a clue to the idea hidden in the background of social psychology –the idea of “atmosphere”. I begin by setting out what official social psychology has held in contempt – its own past, its own unofficial history. I also make a case for the work of certain authors who have been ignored within social psychology, and introduce others who have cautiously developed the idea of ‘atmosphere’. I trace how ‘atmosphere’ became the central metaphor which historically informed the discipline of social psychology, taking account of the work of historians and philosophers, as well as sociologists and philologists. ‘Atmosphere’ is the origin of social psychology, an idea that results in a nostalgic psychology, an historical psychology and a collective psychology.
    Keywords:
  • Social psychology
  • Atmosphere
  • Collective psychology

1 Introducción

El transcurrir de la psicología social se ha develado en la interlocución con sus presupuestos, con la defensa irrestricta de los mismos, con la convergencia de discursos y con la manifestación de aquellos argumentos que disienten de lo establecido. Reconociendo que la psicología social es ante todo uno –entre otros- acercamiento constante y gradual a la descripción de la realidad social, a la explicación de las relaciones humanas, a la comprensión del intercambio y la confluencia de significados y sentidos, a la interpretación de las formas sociales que se exhiben, se exponen, irrumpen y se enarbolan como un conocimiento común y compartido, donde tanto los grupos, los individuos y las colectividades acuden con la intención de reconocerse como parte y todo de esa realidad en la que se ven inmersos, en la cual pretenden hacer explícitas sus demandas y necesidades, puntos de contacto o desilusiones a partir de un proyecto, fondeando hasta el instante en que la realidad a la cual hacen referencia logra asumirse como el baluarte que se transforma conforme los presupuestos con los cuales se aborda, las actitudes implicadas en la descripción de la misma, los recuentos críticos que sobre su historia se pudiesen hacer, permiten que esos mismos grupos, individuos y colectividades modifiquen sus aproximaciones futuras o presentes, algunas veces remontando hacia ideas primigenias, otras más, consolidando las reflexiones y enriqueciéndolas a partir de las exigencias que el contexto histórico social revela.

De esta manera, la psicología social responde a una variedad de discretos recuentos que algunas veces puntualizan, otras más proclaman, o en ocasiones diseminan, las nociones, los pre-supuestos, las convenciones, que refieren la vida social o las relaciones humanas, e interceden por el cómo es que ésta logra ser y permanecer, por el cómo es que se cristaliza en las conciencias y deambula entre los grupos, por el cómo es que ésta transita a partir de distintos emplazamientos que lo que hacen es ser el remitente velado de su propia dinámica, idealmente, condensándose en un conocimiento que crea y reformula su propio conocimiento; la psicología social, logra entonces proteicamente emerger o profundizar desde sus propios preceptos, conceptos y alusiones, a partir de su capacidad inasible de ser, de estar, de permanecer, de irrumpir, de compartir, de convivir, de aglutinar, de perdurar, de recubrir, del esparcirse, remontarse o derrumbarse, tal cual las relaciones humanas son, fueron o podrán ser. Bosquejándose una disciplina que, desde su evanescencia, logra concebir explicaciones y pre-textos que consoliden, o algunos otros que vuelvan comprensibles, aunque sea sólo momentáneamente (parafraseando aquella tesis famosa de Vico), “lo psicosocial que psicosocialmente se ha construido”.

Ese es el pre-texto que ostenta las próximas líneas, a partir de las cuales se sugiere que el trasfondo de la psicología social sobresale más allá de su propia historia disciplinar, de su propia historia oficial, de sus personajes famosos y aplaudidos, y rebasa con creces lo que sobre su objeto de estudio se pudiese decir. Es por ello que se acude a un diálogo más allá de los límites disciplinares conocidos, a partir de los más diversos interlocutores, ahondando en su propio contexto histórico, así como en uno que otro dato curioso o trascendental que podría haber ejercido cierta influencia o seducción en sus planteamientos teóricos o en sus alusiones académicas hacia la descripción o interpretación de la vida social; la psicología social es la propia historia de la psicología social, con sus entrelíneas y entretelones que al profundizar en ellos, o al exponer lo oculto de sus premisas teóricas, sus orígenes o entrecruces, provocan un ejercicio crítico al interior de la misma disciplina.

2 En Psicologia social se cuenta una historia, afortunadamente, no me convence…

Y para todo aquel que piense que lo que a continuación se expone será una lista selecta de personajes relevantes o trascendentales en el ámbito de la psicología social siento decepcionarle, ese no es el eje a seguir de la siguiente lectura; para todo aquel que vaticine el recuento de situaciones históricas apegadas al escenario de un campo de conocimiento hago la misma acotación, ya que el texto adolece de una insuficiencia de datos, pero no así de curiosidades y anécdotas, que nos impedirían imponer la presente versión como una mejor a las que en algún momento fueron referente histórico del cual estas reflexiones abrevaron; asimismo para aquellos que disimuladamente pretendan rastrear inconsistencias y errores –en datos, en fechas, en lugares- a través del relato y suspicazmente intenten abogar por otros tantos personajes, e interpelar al “por qué éste sí y aquel no”, “por qué no Comte, por qué sí Wundt”, “por qué no Allport, por qué sí Le Bon o Voloshinov”, les sugiero de la manera más cordial detenerse en su lectura, y eviten entramparse en un soliloquio innecesario, ya que éste no es el lugar ni el momento adecuado, para ello habrá de situarse en las conclusiones.

Al remontarse sobre la historia de la psicología social (Buceta, 1979), se reconoce que ésta no es sino una buena historia (White, 1978; Fernández, 1994), una narrativa constante sobre la vida social, sobre las dinámicas y procesos que emergen de la convivencia y de las relaciones sociales, de las prácticas y de las reuniones, de las irrupciones y las aglomeraciones, de las formas de vida y la comprensión de las formas, de la confrontación y conformación de sentidos recreados colectivamente, de aquellos otros que se disipan cotidianamente; y por sobre todas las cosas, ahondar en la historia de la psicología social es un acuse crítico sobre sus orígenes, sus planteamientos y sus omisiones, sirva entonces la siguiente acotación para esclarecer el punto, ya que, como dijera el maestro Hayden White: “Cuando se trata de escribir la historia de cierta disciplina académica, o incluso de una ciencia, se debe estar preparado para hacer preguntas acerca de ésta, preguntas que no se plantean en la práctica de la misma. Se debe intentar alcanzar aquello que está más allá de los presupuestos que sostienen un tipo dado de investigación y formular las preguntas que pueden ser realizadas en su práctica, con objeto de determinar por qué este tipo de indagación ha sido diseñado para resolver los problemas que propiamente trata de resolver. Esto es lo que la metahistoria trata de hacer” (1978, p. 108, cursivas en el original).

Una propuesta que coincide con las intenciones que la presente investigación enarbolaría, esto es, al formular preguntas a las entrelíneas –o desde los escenarios colindantes- que de la historia de la psicología social se desprenden, e interrogarles sobre el trasfondo que la sustenta, asumiendo que la psicología social es ante todo el bosquejo paulatino de su propia historia, o en otras palabras, que el “objeto de estudio” de la psicología social es la propia psicología social, lo cual hace explícita la razón de que un abordaje de naturaleza histórica no se remite simplemente a observar la disciplina “desde fuera” sino que intercede por ella al asimilarle como una construcción históricamente situada (Ibáñez, 1994, p. 217) que responde a demandas y necesidades, a algunos discursos manifiestos y alusivos de una determinada época. Y como la historia la conciben los hombres, se puede subrayar que no es la historia responsable de ello, no así los que impusieron tal o cual versión.

Pero lo que menos se pretende aquí es buscar responsables, que por supuesto sí los hay (Laboratorio de Psicología Social, 1989, p. 58; Farr, 1996, p. 52), sin embargo, lo que sí fue intencional a lo largo de la investigación fue la reintroducción de diversos interlocutores, aunque algunos de ellos fueran relegados y mal leídos, concibiéndose con ello versiones algo “baratas” o ramplonas sobre sus reflexiones de la psicología y la vida mental, como fuera el caso de Kurt Lewin o el de George Herbert Mead, así como las polémicas alrededor de los proyectos de Wilhelm Wundt; asimismo intercediendo por otros que, como Halbwachs y Voloshinov, hicieron aportaciones desde las fronteras disciplinares que se les impusieron, y por supuesto están aquellos terceros, como Johann G. Herder, Marc Bloch y Jules Michelet que sí como historiadores fueron personajes grandes e importantes, como psicólogos sociales se proponen como entidades magistrales, por sus acotaciones, por sus herencias teóricas, por su constancia afectiva en su alusión a la vida social. Y por supuesto, no se nos olvida el maestro Muzafer Sherif quien, así como los interlocutores citados, desde sus aportaciones a la psicología social es posible reconfigurar aquel escenario que la disciplina concibió como ideal, y así postular otro distinto, que permita desentrañar aquellas otras versiones que sobre un campo de conocimientos se pudieron develar, senderos y narrativas que acogen la vida en común así como los procesos que le permiten subsistir, en la difusión de significados y las maneras de ampararse en ellos, en el reconocimiento de los límites y su transgresión, su transposición, su interrupción.

3 Otro pre-texto para reelaborar Psicología social

El hilo conductor de ésta versión histórica de la realidad psicosocial, se va configurando a partir de una noción, un concepto, una metáfora, manifestándose de forma evidente en las contribuciones teóricas que los mentados personajes sustentaron como parte de su monografía disciplinar, acudiendo y reelaborándola paulatinamente, ubicando ciertas coincidencias en sus planteamientos, resaltando esa capacidad primigenia que les permitió abordar la vida social, su dinámica y sus procesos, reinaugurando con cada ocasión las diversas formas que configurarían un objeto, una cultura, un grupo social, una sociedad.

La psicología social, al acudir sin reservas a los conceptos que ha bien proponía o le compartirían diversos entrecruces disciplinares, logró, por un lado legitimarse como una disciplina autónoma y original; y por otro lado, se enquistó como el parangón a partir del cual, sin ser autocrítico, exhortó a que la disciplina que estaba en miras de consolidarse, desdeñase algunos puntales originales, ora por cuestiones ideológicas ora por resguardar la inmovilidad del conocimiento, de esta manera, aquellas alusiones que exhibiesen una sobria carga “metafísica”, como es que la llamaban, o refiriesen hacia lo “subjetivo”, serían relegadas.

La psicología social es un pre-texto disciplinar que cuenta como sus intermediarias a toda una serie de analogías, metonimias o sinécdoques que permiten esclarecer o asumir, a partir de las características que en su trasfondo intentan argumentar, las dinámicas, procesos y estructuras que consolidan un campo de conocimiento; aunado a ello, será en algunas ocasiones cuando la recurrencia tanto a una como a otra, conciba ciertas disputas al interior de la propia disciplina, repercutiendo en la transformación gradual de los principios que guíen el sendero y delimiten el transitar por el mismo, modificándose las propias formas de concebir realidades, así como de asumir comportamientos, actitudes, actuales sentidos y otroras sinsentidos.

La psicología social recreó metáforas para aludir al propio pensamiento, el mismo que impulsaba a preguntar por el por qué es que esto es así, y lo que sucedió fue que en el exceso y en lo tautológico de las metáforas se fue diluyendo esa sociedad ahora ya “metaforizada” y dispersa en sus conceptos “como si”.

Proclamar por la noción más apegada a la realidad circundante que se intenta describir fue uno de los embates que resistió la psicología social, fue entonces que propuso nociones que describiesen lo que estaba ocurriendo, apelando a términos para hablar de aquello que le rodeaba, algunos de ellos cargados de esa herencia histórica que fuera bosquejada por el discreto antecedente disciplinar de la psicología social, esto es, aquella psicología colectiva que sería relegada al cajón del olvido institucional porque las alusiones que bosquejaría no empataban con el pensamiento que corrientemente se demandaba, un pensamiento que proclamaba porque el baluarte de la psicología y la psicología social se localizaba en el “individuo”; luego entonces, nociones tales como “alma colectiva”, “espíritu de los pueblos”, “mente grupal”, como metáforas que remitían a la vida social, serían –aunque contaron con los argumentos necesarios para permanecer y trascender- garrafalmente desdeñadas.

En consecuencia, al estar vedado el intercambio o la crítica hacia la propia disciplina, nuevas metáforas no se podrían introducir, ya que las nociones que se habrían enquistado en el discurso o el lenguaje de la disciplina psicosocial, con el paso del tiempo se pretendería hacerlas extensivas a toda explicación que sobre la realidad, las relaciones o las convenciones sociales se hiciera manifiesta. Luego entonces, la interlocución se vería delimitada ya que sólo se establecería a partir de la uniformidad de principios metafóricos que legitimasen las instancias, las dinámicas o la historia que hasta ese instante tendrían cauce.

Analogías fueron y vinieron, y el transcurrir de la psicología social se vislumbró entre ellas, siendo trastocado por una idea por demás reservada que en pocas argumentaciones sería expuesta, la idea de atmósfera que, a través de nociones sinónimas que lograron afianzar el sendero tanto en retrospectiva como en prospectiva, y donde mucha de esa explícita responsabilidad recae en esos fascinantes interlocutores psicólogos sociales (como Lewin, Sherif y Voloshinov). Cada uno de ellos acuñó el término , concibiéndolo de tal manera que le otorgó una consistencia propia, autónoma y original, en ocasiones disertando paralelamente sobre nociones tales como “situación”, “campo”, “ambiente” o “clima social”, haciendo explícita la riqueza que esa metáfora primigenia propondría en las diversas conciencias, tanto en tiempos venideros como en las concepciones interdsiciplinares del pasado (y si de ello se duda simplemente habría que remitirse a las reflexiones de Herder o de Wundt). La sugerencia es que el compromiso que adquiere la psicología social se hace manifiesto al intentar remontar esa idea.

4 Psicología social: entre sus tradiciones y sus prolegómenos

Como sea, lo que sucedió es que desde la solidez de un planteamiento teórico se daría paso a que otros autores de la época lo revisaran y confrontaran, lo recuperaran, si no completamente, sí en algunos extractos de aquello que les parecía pertinente para dar cuenta del contexto social, bajo un resguardo teórico primigenio, intercediendo por “nuevos” presupuestos teóricos apegados a su realidad, a su contexto sociohistórico. En consonancia con lo dicho, podemos acudir a Paul Ricoeur quien expresó: “[...]debido a que tenemos más ideas que palabras para expresarlas, debemos ampliar las significaciones de aquellas palabras que tenemos más allá de su empleo ordinario” (1976, p. 61). De esta manera, atmósfera es el bosquejo de una metáfora sólida y evanescente que nos permite confrontar los cánones que una disciplina como la psicología social ha edificado, porque –y si acudimos a un ejercicio crítico del conocimiento- en el instante mismo en que una metáfora se propone, se deberá asumir que esa misma metáfora habrá de desvanecerse.

Sí la psicología social se propone inmersa en sus metáforas, es porque en su devenir y en sus múltiples intentos por deslegitimar versiones que sobre la misma se iban imponiendo, ésta misma se reargumentaba bajo el cobijo de los objetos de estudio a los cuales acudía, y que servían como “metáforas nuevas”, “metáforas de invención” (Ricoeur, 1976), y que por su coherencia contextual y su profundidad para asumirse como fenómenos psicosociales, ampliaban el sentido otorgado y propuesto a partir de sus significados, de sus símbolos, desde su matizado lenguaje.

Desde la psicología social, una atmósfera como narración de la vida social encontró su cauce primigenio a partir de los relatos que se editaron con respecto a las masas y las multitudes, a las turbas o aglomeraciones, a la “chusma” y a las irrupciones, caracterizándolas de tal forma que traspasaron las fronteras académicas en las que inicialmente se postularon, implantándose, por el estilo épico, trágico, decadente, terrorífico, en las conciencias populares y cultas de una época y una latitud específica, siendo recreadas y reinventadas en cada ocasión que a ellas se hacía referencia, renovando su presencia y vaticinando su ausencia, orquestando reacciones ante sus acciones, intentando personificarlas o planificarlas, invocándolas desde las aulas y entre las calles, presumiendo su andar y su desapego, su insolencia o su infortunio. Sucedió que la narración generó diversas realidades igual de válidas y reales, algunas de ellas con tintes particulares, otras más siendo recreaciones impersonales, porque aún cuando los que escribieran sobre ello no coincidieran con las demandas o los comportamientos expresados, estaban inmersos en la dinámica social impuesta por el conocimiento y la preocupación común hacia un fenómeno que auguraba o confrontaba la estabilidad de su noción de vida social.

La psicología social, como dice Sheldon Stryker transcurre “entre las distintas escuelas y tradiciones de la disciplina” (1983, p. 14), o como autocráticamente aclamaría Jean Stoetzel: “toda ciencia considerada en su estado presente hunde sus raíces en la totalidad de una tradición” (1966, p. 2); en resumidas cuentas, es confrontando versiones sobre su permanencia, su persistencia o su discreción, como una disciplina logra reflexionar sobre sí misma.

Cierto es que la psicología social se recrea entre relatos sobre sí misma, y en sus entrañas logra reconocer que esta misma es parte de las nociones y presupuestos que se hacen explícitos conforme la narración va presentándose. Muy en la tesitura de lo que hiciera tanto Jules Michelet (1846, 1851) como los implicados en cristalizar la forma de las “mentalidades”, el primero sufriendo y padeciendo a través de las esperanzas que un fenómeno conjeturaba, tan lleno de ilusiones y tensiones, pero que lo orillaron a bosquejar detalladamente las atmósferas posibles y las reales que lo circundaron, las que ante sus ojos se exponían, las que en sus sueños él refería, y que eran ante todo un proyecto, el proyecto que disponía la continuidad de la colectividad; en el otro extremo, pero muy cercano a lo que el historiador francés hiciera, estaban los que por las mentalidades intercedieron, quienes se adentraron en las profundidades que la vida social hacía manifiestas y acudieron a los orígenes tanto de las costumbres, las creencias, los artefactos, las construcciones materiales y las simbólicas que resguardan las remembranzas, y sobre las que se vuelven a edificar las utopías, las certezas, los pensamientos.

Atmósferas que mientras se narran remiten a un escenario psicosocial anclado y sujeto a su gradual transformación, a que desde su naturaleza inaprensible, logran asir las relaciones sociales que en su interior se van configurando, y donde esa vida social que se describe recoge la única interlocución posible, la que se exhibe a partir de la colectividad.

5 Otros interlocutores para la Psicología social

De esta manera, la psicología social se asume como una aproximación a la realidad, a las demandas, a esas mismas relaciones sociales, al intercambio simbólico, a la comprensión y a la renovación de sí misma como un campo de conocimiento que se aboca y se reconoce en su propio ejercicio (Moscovici, 1970; 1972), en consecuencia, en una alusión histórica -en palabras de Gergen (1973, p. 16), una especie de “indagación histórica”- que se adentra en la construcción de los conceptos a los cuales esta misma acude, no fortuitamente, si no que son producto e idea pendiente, alusión permanente o reconfiguración teórica que deviene práctica disciplinar, a partir de la cual se pudiesen recuperar tanto los aspectos cotidianos, las convenciones y los acuerdos que definen el propio conocimiento psicosocial, el saber y las prácticas comunes en las cuales se devela.

Así las cosas, cuando la psicología social introdujo las nociones a las que habría de acudir para explicar los procesos y dinámicas sociales, el pensamiento social que las sugirió ya se había expandido en las conciencias de aquellos mismos sujetos que las habrían propuesto, antecediéndolas en presencia y permanencia. Siendo determinadas por las concepciones comunes que tanto los grupos o los individuos, así también la colectividad, asimilarían sobre los grupos, los individuos o la colectividad (Wundt, 1912; Vigotsky, 1934; Lewin, 1951), y que expondrían como necesidades y demandas para remitirse a su propio contexto.

En las primeras décadas del siglo XX, asimismo en los años de posguerra, también cuando se interpeló por la mentada crisis de la ciencias humanas y sociales (que también influyó en la psicología social), hasta la época actual donde se habla de una psicología social posmoderna (Collier, Minton y Reynolds, 1991), las nociones por las que la vida social, las relaciones humanas, las prácticas y hábitos, el intercambio y la conglomeración simbólica, han sido explicados, descritos o comprendidos, han afrontado su reformulación y asimilación de acuerdo al contexto descrito, bosquejando una práctica teórica que constantemente se renueva a partir de la crítica y autocrítica de la propia disciplina.

La demanda desde estos discursos de antaño empatan con los nuestros, esto es, al exigirle a la disciplina psicosocial exponer críticamente el por qué de la presencia y acciones, argumentos y reflexiones de una disciplina o campo de conocimiento, en este caso siendo esta misma la que se vería inmersa en un proceso crítico de auto-reflexión.

Y en estricto apego a la sugerencia que hiciera Gergen, esto es, reconfigurar la disciplina a partir de presupuestos teórico-metodológicos de disciplinas limítrofes afines es como se intercedería por no hacer una psicología social “a medias”, si no una que estaría abordando su propia permanencia a partir de la interlocución proveniente de otras disciplinas o campos de conocimiento, enriqueciendo la perspectiva que se pudiera tener sobre un cierto fenómeno o acontecimiento social, de ahí que las diferentes versiones sobre o aquellas maneras de acercarnos a un mismo concepto, evento o situación, conlleve los pre-juicios y los argumentos donde nosotros mismos nos localizamos, los pensamos y los manipulamos.

La psicología social es asimismo una construcción históricamente situada que concibe, y reconcilia en su descripción, atmósferas generadas colectivamente, cuya permanencia reside –paradójicamente- en la asimilación de las transformaciones propuestas en su transcurrir, Wundt y Herder por eso es que intercedían hasta los extremos por el lenguaje de los pueblos, y Mead hacía lo propio por el intercambio de significados, lo mismo que Vigotsky quien lo matizaba con la permanencia y cambio semiótico anclado en la palabra, aunque también hay que reconocerle su primacía a las argumentaciones que con la disciplina compartieron los maestros Kurt Lewin y Muzafer Sherif, anclados en las relaciones sociales y las fuerzas implicadas en su consolidación, irrupción y permanencia, propuestas en sus estudios con los grupos, las dinámicas y los procesos que cada uno de ellos sugieren.

Prolegómeno implícito que se fue pasando por alto conforme el tiempo fue transcurriendo en el sendero que la psicología social fue demarcando, pero al cual habrá que remitirse ya que es sólo modificando las formas en las que se venía haciendo psicología social como se puede replantear la psicología social (Moscovici, 1972; Armistead, 1983; Laboratorio de Psicología Social, 1989). A partir de pensamientos que devienen argumentos que confrontan argumentos, contra-argumentos sobre la realidad social, sobre las referencias a la misma, consolidando o disipando postulados y discusiones respecto a un tema, aclaraciones y acotaciones, sugerencias implícitas o entrelíneas desprendidas de la vida cotidiana, en fin, acuñando “otra” manera de dar cuenta de la realidad circundante, en ocasiones enfocada en fenómenos psicosociales como las limitantes grupales según la versión disciplinar descrita por Sherif, o en procesos psicológicos como es que la referían tanto Mead como Vigotsky, en entidades colectivas como lo hicieran tantos más (Fernández, 1994).

6 Conclusiones: una idea, otra historia, una tradición

Sí se asume que la psicología social es una construcción histórica; entonces, también se acepta que acude a ciertas metáforas que le permiten hacerse inteligible a los interlocutores a los cuales esta misma se estaría enfocando, sean oyentes fortuitos, ávidos lectores, público en general, expositores, autores, discursos y conversaciones, cada cual siendo remitente de los otros y no de sí mismo, no de su formulación particular, sino de su intercambio y disputa con el pensamiento de los otros, a los cuales se acude sin tapujos porque es a partir de ellos que se comprende el contexto que entre todos se ha creado y recreado, sea la sociedad, la realidad, el conocimiento o la cultura; y donde ese “entre” a partir del cual emergió una disciplina como la psicología social, es el baluarte apropiado, que permite consolidar el halo configurado por la vida social, y donde una idea implícita se hace explícita: la idea de atmósfera.

Acotación que nos permite el retorno obligado al presupuesto central del presente trabajo, es decir, el fluctuar teórico e histórico de la psicología social desde la idea de atmósfera, que va desde la abstractez insinuada de la colectividad hasta su supuesta concreción en la noción de individuo (Blanco, 1988; Collier, et al., 1991; Álvaro y Garrido, 2003), atajando y confrontando la versión clásica del transcurrir de la psicología social, esto es, la exposición que ubicaba al individuo como punto de partida de los avatares y las responsabilidades psicosociales, ubicando de manera progresiva las relaciones que este hacia manifiestas con aquellas entidades con las que entraba en contacto, sea desde el otro individuo, sean las relaciones intra e intergrupales, para hacer descender en la tangibilidad de su control, sumisión y demarcación, las recurrencias que de la colectividad podrían emerger (a las cuales la psicología general o la psicología social psicológica no pudieron abordar por la ceguera teórica y metodológica en la cual se entramparon); como sea, la propuesta, que navega entre las diversas entidades teóricas citadas, se sustenta en un ejercicio a la inversa (Laboratorio de Psicología Social, 1989), que invoca la interlocución de una psicología social crítica e histórica, que puede ser parte de un ejercicio nostálgico de psicología social, algo más apegado a la reconstrucción de los presupuestos y de los orígenes de un campo de conocimiento todavía incipiente, que se defrauda en discusiones cargadas de nimiedades académicas, petulancias metodológicas o descréditos ideológicos hacia la teoría, repercutiendo en los matices, los horizontes y los diversos senderos por los cuales transita, esa citada disciplina psicosocial.

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