Reseña de M.Lara “Al margen de los márgenes”

Review of M.Lara “Al margen de los márgenes”

  • Juan A. Marcano Medina
Portada libro

Lara, María de Lourdes (Coor.) (2007)
Al margen de los márgenes – Transdisciplinariedad y complejidad: Experiencias y retos desde la Universidad. San Juan: Koiné.
ISBN: 978-0-9794682-8-5 / 0-9794682-8-0



Los márgenes como nuevos centros

Hemos creído que el conocimiento tenía un punto de partida y un término; hoy pienso que el conocimiento es una aventura en espiral que tiene un punto de partida histórico, pero no tiene término, que debe sin cesar realizar círculos concéntricos; es decir, que el descubrimiento de un principio simple no es el término; reenvía de nuevo al principio simple que ha esclarecido en parte.

Edgar Morin

Mi reseña sobre el libro, Al margen de los Márgenes, va dirigida a explorar la metáfora del margen o los márgenes a la cual hace referencia el título y de explorar la relación entre el margen y los temas de la transdiciplinariedad y la complejidad. Como veremos la metáfora del margen en su juego semántico con la idea de la transdiciplinariedad, nos transportará fuera de los centros tradicionales, más allá del foro, de múltiples maneras. Testimoniando de esta forma la fuerza poética que toda metáfora posee; la cual reside en su capacidad de multiplicar de forma ilimitada el significado "normal" de las palabras, de modo que puedan llegar a describir aun lo desconocido.

El margen y la marginalidad han sido conceptos típicamente relacionados con aquello que se encuentra apartado del centro, aludiendo así a aquello que esta separado, fuera o casi fuera. Así pues, el margen se convierte en metáfora de alienado y alienidad; es decir, margen es metáfora de lo aislado, de lo relegado, de lo extraño y de lo lejano. Por lo que lo marginal esta relacionado a su vez con aquello que viene de lejos, con el extranjero, con el Otro, con el incomunicado, el olvidado, e incluso con el loco, con el perturbado. La figura del margen se relaciona también con lo contrario a lo básico, lo importante o lo fundamental; tornándose así el margen en metáfora de lo superfluo o cuando menos, lo secundario.

Sociológicamente, la marginalidad ha sido identificada con la exclusión social, con la pobreza, con la privación. Por lo tanto, marginalidad se entiende también como metáfora de rechazo y de carencia. Geográficamente hablando, margen es sinónimo de orilla, de filo y borde. Es decir el margen es “frontera”. Pero, lo fronterizo esta siempre apartado, más allá, es el “extremo”. Lo fronterizo es también lo inexplorado, lo desconocido, lo incógnito y lo recóndito. Por lo que siempre representa un riesgo ir a su encuentro.

Sin embargo, fronterizo también es sinónimo de colindante. El vecino esta, sorpresivamente, también en la frontera. Es decir en la frontera o borde de nuestro patio, de nuestro pueblo o nuestro país. El vecino esta apartado por el límite, por la comarca, pero no deja por ello de estar próximo; el vecino es el prójimo. El vecino es el Otro; ese que no soy yo, pero que es semejante a mí. La metáfora del margen nos transporta así mágicamente en círculo, nos lleva de lo lejano a lo próximo.

Todas estas ideas contenidas en la imagen del margen que he tratado de esbozar de manera muy sintética y un tanto fugaz, están de alguna forma u otra vinculadas metafóricamente con el tema central de nuestro libro: la transdisciplinariedad.

Un tema novedoso con una amplia gama de discusión que excede los márgenes del libro en cuestión y que plantea perspectivas diversas, complejas y de múltiples entrecruces académico-intelectuales; entrecruces dirigidos al estudio y la adquisición de un conocimiento complejo para un mundo complejo. El conocimiento complejo, como sugieren nuestros autores, precisa como herramientas fundamentales para su adquisición el diálogo, la interacción y la negociación. Supone pues dejar a un lado los presupuestos de control, de maestría y pericia para dar paso a la pluralidad de saberes y su relacionalidad. La transdiciplinariedad propone una universidad más flexible, una universidad en movimiento, para la comprensión de un mundo en movimiento. Y sin embargo, suponer movimiento en una comunidad que a veces se nos presenta como demasiado estática, no es sólo un reto, sino es una verdadera provocación.

Por eso debemos decir que el libro que estamos presentando es una propuesta la cual se elabora, como sugiere Dolores Miranda Gierbolini en su ensayo, desde la frontera; un proyecto que se confecciona, por un lado al margen de la propia universidad, a pesar que se trabaja desde ella y a pesar de ella. Por ser de entrada marginal, se nos presenta como extraña, como lo Otro; una visión extrajera, alejada de los centros académicos que por tradición priman en nuestra comunidad universitaria.

Ubicarse al margen de los márgenes sugiere colocarse mucho más allá de lo que hasta ahora ha sido considerado frontera, es ubicarse no solamente en el borde sino en el extremo de los bordes; es decir, es situarse en un lugar que quizás aun no esta enteramente dibujado, en un espacio indefinido y que tal vez no precise nunca definirse del todo. La universidad posee unos centros más o menos bien definidos, allí habitan los poderes que gobiernan las disciplinas tradicionales, que administran y tutelan los saberes y verdades que dichas disciplinas ostentan.

La frontera como sugerí en un principio es extrema y por tanto, peligrosa. El trabajo fronterizo de nuestros compañeros precisa por fuerza chocar con los centros de poder. Sin duda, la misma es una tarea que se ve amenazada por aquellos que desde el conservadurismo prefieren evitar las transformaciones rehuyendo así las responsabilidades sociales y morales que un cambio de posición como el que sugiere la transdiciplinariedad requiere. Quienes se encuentran atrincherados en posiciones de poder no pueden sino atacar aquello por lo cual se ven amenazados.

Así pues sus detractores acusan la transdiciplinariedad de barbaridad intelectual o inclusive de locura, ilógica, excesiva, foránea a la academia. Se le imputa además de ser muy plástica por la ambigúedad e indefinición que la caracterizan y por tanto se le describe como escurridiza, maleable o muy flexible para ser considerada una disciplina o para ser disciplinada haciendo alusión a los comentarios de Carlos Rojas en el primer capítulo del libro. Y sin embargo, es la propia plasticidad que le identifica la que le imprime la capacidad de moldearse y plegarse a la complejidad que ésta interesa conocer de múltiples maneras y desde diversos ángulos.

Pero su ductilidad no deja de hacerle parecer como algo extraño y exótico; como algo muy diferente. Ello le imprime a la transdiciplinariedad, como al forastero, una apariencia de ajeno, de intruso y raro. Y como tal no solamente no se le conoce bien, sino que al desconocérsele, se le teme. Como al extranjero, a la transdiciplinariedad, se la caracteriza pues como peligrosa, presentándose así como una visión intelectual rebelde, subversiva y sediciosa. De allí el carácter perturbador que le adjudica el amigo Félix López en su escrito. Pero como toda fuerza liberadora, no tiene otra manera de actuar sino desde y a través de la insubordinación y el disturbio.

Por otro lado, la transdiciplinariedad al hacerse desde la periferia se le imprime también cierto carácter de fragilidad porque carece de la autoridad académico intelectual que las disciplinas tradicionales poseen. Ella, como todo programa de cambio tiene el fin de transformar los centros, para convertirse en algo central o al menos para no quedarse como una visión secundaria; y por ello perturba. Ella perturba porque transgrede y transgrede porque precisa transformar. Por eso su fragilidad no debe ser vista como una mera debilidad y mucho menos como impotencia. Por el contrario, como el guerrillero que se aposta en los bordes, en las periferias, el trabajo transdisciplinario posee la fuerza que le provee su propia ubicación escurridiza, el escondite, su propia marginalidad; es decir, el de no ser completamente vista, el de no estar simplemente al alcance, el de mantenerse un tanto encubierta, un tanto desconocida, incógnita. Porque su táctica es la de transitar y transferirse desde los bordes a los centros e ir luego de regreso al margen para reconstituirse en saber, en saberes.

Al estar en las fronteras prosigue su trabajando desde las afueras, sin hacer mucho ruido. Su fortaleza esta en su propia naturaleza oculta, en su aire de clandestinidad en el cual se fraguan y se conciertan nuevas verdades a partir de nuevos enfoques para los nuevos tiempos. Su carácter periférico le ha permitido crear alianzas con los demás marginados, con los pobres, con los oprimidos, con el que esta fuera de la universidad y desde esas alianzas, crear redes, para entender la complejidad del mundo, de nuestra sociedad, de nuestras comunidades y la complejidad de la propia universidad.

Dichas alianzas son producto del movimiento transdisciplinario, comunidades de aprendizaje que permiten adquirir conocimientos para luego tomar acciones y producir transformaciones tanto en las comunidades como de la misma comunidad universitaria.

Como nos sugiere Maria de Lourdes Lara, en su ensayo, La complejidad y la transdiciplinariedad en la psicología social comunitaria, el movimiento transdisciplinario intenta abrir los saberes del encierro disciplinario. La universidad requiere salir del centro paradigmático en los cuales los campos del saber se han encerrado. El mundo es complejo. Las disciplinas tradicionales en su anhelo de enfocarse en los objetos que estudian suelen perder de óptica el hecho de la complejidad que caracteriza la realidad. La universidad y las disciplinas precisan entonces darse a la tarea de conocer el otro centro o mejor dicho los demás centros, todos los posibles centros, porque los márgenes son centrales también. Y es que lo complejo, lo multidimencional, lo transversal, se transforman en centro, o mas bien, se centrifugan hacia la unidad del saber.

La universidad requiere transformarse en multi-versidad para alcanzar la unidad del saber. Tantos saberes desparramados, tantas verdades amasadas y albergadas en las herméticas bóvedas de cada disciplina, tanta fragmentación del saber, que a veces saber tanto no sirve de nada. Todos estos grandes saberes, sobre-valorados intelectual e incluso monetariamente, por si solos, sin nada que los conecte, no tocan ni con una vara larga la sabiduría.

La transdiciplinariedad y el pensamiento complejo para un mundo complejo sugieren una nueva responsabilidad social por parte de los académicos y un nuevo posicionamiento político de la universidad en la solidaridad y hacia la solidaridad. Una universidad realmente sabia es una universidad solidaria. He aquí la nueva esperanza que la universidad puede brindar a nuestra sociedad.

Finalmente me gustaría concluir mis comentarios sobre el libro con las siguientes dos citas. La primera son unas palabras de Edgar Morin en las cuales sostiene que; “existe una falta de adecuación cada vez más grande, profunda y grave entre nuestros saberes discordes, troceados, encasillados en disciplinas, y por otra parte unas realidades o problemas cada vez más multidisciplinarios, transversales, multidimensionales, transnacionales, globales y planetarios.” Y la segunda es una cita de Paulo Freire que viene como anillo al dedo como conclusión a mis comentarios y como apertura hacia la discusión del proyecto político que la transdiciplinariedad y el pensamiento complejo sugieren. Dice Freire: “Tenemos que convencernos de esta obviedad: una sociedad que venía y viene sufriendo alteraciones tan profundas y a veces hasta bruscas y en la cual las transformaciones tienden a activar cada vez más al pueblo, necesita una reforma urgente y total en su proceso educativo. Reforma que alcance su propia organización y el propio trabajo educacional de las instituciones, sobrepasando los límites estrictamente pedagógicos. Necesita una educación para la decisión, para la responsabilidad social y política.”