Reseña de Piper,I. “Memoria y Derechos Humanos”

Revier of Piper,I. “Memoria y Derechos Humanos”

  • Jahir Navalles Gómez
Portada libro

Piper Shafir, Isabel (Ed.) (2005)
Memoria y derechos humanos: ¿prácticas de dominación o resistencia?. Santiago de Chile: CLACSO/Universidad ARCIS.
ISBN: 956-8114-63-7



Un debate y breves acuerdos se dan cita en la cristalización editorial de un seminario de antaño, seminario que como temática central contó —según señalan— con las reflexiones a las que el subtítulo de la citada obra cada uno de los diversos interlocutores logró remitirse; esto para proponer distintos enfoques teóricos o metodológicos, asimismo prácticos o éticos, empíricos o afectivos, que escudriñando a la misma sociedad contemporánea, a las disciplinas o aproximaciones que intentan dar cuenta de ella, a las vivencias que algunos grupos sociales hicieron manifiestas para ejemplificar e ilustrar tanto los avatares propios como los ajenos, crean los remitentes necesarios para ahondar y aportar una versión crítica sobre los mismos.

El texto, coordinado por Isabel Piper, reúne atinadamente voces de lejanas distancias que en el 2002 reflexionaron en un seminario realizado en San Salvador, en la UCA (Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”), siendo hasta el 2005 cuando logra publicarse y hasta el presente año que se puede contar con su lectura sin dejar de ser actual e interesante. Textos y discusiones posteriores de los mismos recrean una atmósfera crítica sobre el tema, y tal como lo señala la editora, en las discusiones y conversaciones precedentes la profundidad de las anotaciones y los contextos referidos originan la mejor parte de la convocatoria. Como quiera, se dan cita las aportaciones de Pablo Fernández, Silvana Rabinovich y J. Joel Vázquez (de México), Félix Vázquez (España), de la propia Piper (Chile), y de Ignacio Dobles (Costa Rica), entre otros, sea en forma central con un texto de su autoría, sea a partir de la discusión colectiva que se desprende en consecuencia (idea y formato que se agradecen ya que permiten al lector entremezclarse con el intercambio de propuestas y experiencias), y donde lo relevante de todo ello es que se pueden ubicar y reconocer las necesidades o demandas —teóricas, prácticas, éticas o afectivas— que una disciplina como la psicología, tiene que afrontar desde sus nodales presupuestos, a saber...

El concepto de memoria colectiva

Memoria e Historia son dos senderos distintos, no así ajenos, en la conformación de las sociedades, cada uno implica un cierto compromiso, una cierta responsabilidad ética y social, un explícito posicionamiento con tintes políticos, sea porque la historia generalmente es el sostén de una versión adecuada de la realidad, sea porque la memoria, se sugiere, es un ejercicio que confronta, desde sus relatos y recuentos, desde sus andanzas y ensueños, la imposición de un único escenario, el cual explica o expone las razones necesarias (pero no suficientes) del por qué, el cómo, cuándo y dónde, es que ciertos acontecimientos sucedieron, o algunos fenómenos en las conciencias irrumpieron, o ciertas situaciones se hicieron manifiestas y permanecieron, razón por la cual la relevancia del recordar, en cada ocasión, se vuelve más y más entrañable.

Y asumiéndose como una legítima demanda; sobre ello versa gran parte de la discusión que sustenta las reflexiones del libro citado, que en algunas intervenciones revela un dejo más de militancias y susceptibilidades (feministas por ejemplo, o con respecto a la “acción social”, o invocando reiteradamente las voces de los oprimidos) que de reflexiones con respecto al tema, finalmente para ello fueron convocados...

Pero que no se malinterprete la anterior acotación, la problemática exigía esta clase de exabruptos personales y de formación, sin embargo, provocó que uno de los nodos centrales de la discusión, esto es, el papel que juega la definición de la memoria colectiva fuese relegado a un segundo o tercer nivel de discusión, porque aparecen otras prioridades teóricas que implican reconfigurar el escenario tanto político como ético, en ocasiones académico, de sentido común e intelectual, en el cual estaría inmersa la concepción acogida desde tiempo atrás por las ciencias humanas y en especial por la psicología social.

Nociones como poder, perdón, olvido, amnistía, sociedad civil, amnesia, resistencia, recuerdos, relatos, dominación, se vuelven las hojas que no permiten ver el bosque, entre visualizar a la memoria como un discurso o verla como un escenario común, al tiempo que proponen frases cuya resonancia fluctúa entre verdades irrenunciables y consignas académicas, tales como: “recuperar la memoria”, “la memoria como acción social”, o la demanda por los “apartados éticos de la memoria”, o la constante presencia de “eufemismos” en el trasfondo de los derechos humanos, apartado en el cual se genera la mayor polémica:

Derechos humanos: la delgada linea a recorrer

El texto cuenta -de ahí su riqueza- con una plétora de disensos teóricos, de posiciones, de militancias, académicos, de terminologías, de definiciones, de alusiones personales, que en ocasiones se consagran, otras veces se empecinan, y en algún momento se vuelven críticas ante los fenómenos y los afectos que se desprenden del escenario a defender y construir concebido por los derechos humanos, a saber: indignación, vejaciones, resistencias, procesos de cambio social, redención, cobijo, amparo, tautologías, eufemismos, asimilación, perdón y dolor social, rumores, reconstrucciones, discursos, narrativas, silencios, proclamas, levantamientos, irrupciones, imposiciones.

Y múltiples preguntas y cuestionamientos emergen de cada uno de los citados apartados, ya que ante la impunidad ¿qué sigue?, ¿cuál es la sugerencia?, ¿ante la defensa y recuperación de los derechos humanos qué?, ¿sólo recordar?, ¿o mejor rememorar?, ¿o tal vez conmemorar?, ¿o se exige no olvidar?, ¿o es imperativo resistir?, ¿o es únicamente posible reconstruir?, ante lo hecho, lo dicho , lo visto, lo que en múltiples voces se escuchó, lo que un sentimiento colectivo impugnó y vaticinó.

La sumatoria de los derechos humanos con la memoria colectiva subvierte dinámicas y procesos sociales enquistados por largo tiempo, por ello es comprensible que se demande a una perspectiva gestada en esa dualidad que exponga y demuestre sus alternativas o sus escenarios posibles, y que no se quede a nivel académico, detrás de los escritorios de los cubículos universitarios (como matizaría |. Dobles), o que se rediman movimientos y personajes (como es que los reflexiona Sara Marcé), conmemoraciones y nuevos proyectos (como los expuestos por Sol Yánez y Joel Vázquez), aproximaciones y autocríticas (como las de Félix Vázquez e Isabel Piper), epistemologías de la psicología social o de las ciencias sociales (como lo hacen continuamente Pablo Fernández y Silvana Rabinovich); múltiples emplazamientos que exhiben el que la discusión no ha finalizado, apenas comienza, y senderos que se entrecruzan contiene, y supongo esperanzas de transformar situaciones actuales es lo que los sustenta.

Formas de hacer memoria

El recorrido para acoger el sendero de la memoria colectiva y los derechos humanos desde este libro pudo hacerse revisando y exponiendo lo que cada texto, autor e interlocución, logró haber dicho o señalado, sin embargo, se hace una visión del conjunto, acudiendo al título y al subtítulo del mismo (y hasta donde entendí, siendo ese el espíritu de la convocatoria), cuestionando las prácticas sociales que se volvieron insuficientes ante una exigencia colectiva no por solucionarle sino por provocar distintas maneras de aproximarse a ella; donde recordar no es lo mismo que no-olvidar, donde la resistencia también puede ser vista como una forma estética de abordar la realidad, donde no siempre hablar implica que el recuerdo se mantendrá vivo, sino que este también se puede ideologizar, donde el olvido también se expone como una responsabilidad, de los otros, en los otros, de uno mismo.

La memoria como conocimiento social es una de las posibilidades (Pablo Fernández), y como un proceso argumentativo también logra exponerse (Félix Vázquez), asimismo como una práctica social que reivindica un sentido de pertenencia (S. Yánez/Sara Marcé), o como una interpelación justa y necesaria (Isabel Piper), hacen de la lectura y exposición de los textos y las polémicas un punto de partida que analiza, por un lado, la incomodidad de la mera contemplación; y por el otro lado, reivindica la complementariedad de la acción social; en un extremo, lo apacible de las relaciones sociales ante una demanda social, en el otro, lo perdurable de la mismísima afectividad.

Es entonces que ciertas preguntas me sobrevuelan al finalizar el texto: ¿cómo concebir la memoria?, ¿cómo no atentar contra los recuerdos, contra los ajenos, contra los propios?, cómo afrontar el olvido?...

Algo mas...

Ciertamente, el tema es de lo más álgido, y se agradecen y se reconocen los esfuerzos editoriales por llevar hasta el ámbito público y académico, una discusión muchas veces truncada, por imposiciones institucionales, por desacuerdos teórico-metodológicos, por la afectividad anclada en las vivencias, por la peligrosidad de la resignificación de experiencias, a partir de la cual, las memorias colectivas y el ejercicio que devienen los derechos humanos, logran cristalizarse en su fomento, su reconocimiento, su defensa.

Finalmente, como toda aproximación se corre un riesgo, el mismo que le ha sucedido a toda reformulación de la teoría y la vida social, ese que dio pauta para que emergieran los “neomoscovicianos”, o los “socioconstruccionistas” de segunda, tercera y quinta generación, o los “complejos” de primer y segundo orden, o los “posmos” que siempre se niegan como tales; el riesgo es que la memoria como acción social se enarbole como un dogma y consigna académica, o cual si fuese un resguardo militante, entre las batallas y las disputas, desde la sociedad o desde lo que queda de ella, y eso es preocupante, porque rebasa los límites, los tintes y susceptibilidades de la pasada lectura.