Athenea Digital - num. 1 primavera 2002-
Una aproximación
crítica a las prácticas psicoterapéuticas. Visicitudes
de un viaje a través del análisis del discurso
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Universidad Autònoma de Barcelona |
En esta búsqueda, hemos sistematizado una breve pero obligante referencia
a la aproximación foucaultiana (Foucault 1969, 1976, 1978, 1979, 1983)
hacia las prácticas disciplinares y la relación que este autor
establece entre producciones de saber, relaciones de poder y el cuerpo social,
a partir de la cual plantea un vínculo indivisible entre las producciones
de saber y poder dentro del cuerpo social. Su noción de poder concebido
como una capilaridad que se esparce en el entramado social, apunta a que nuestras
prácticas (discursivas y no discursivas) permanentemente se están
configurando en relaciones estratégicas de poder, pero también,
y a un mismo tiempo, de resistencias. Las claves de interpretación que
este autor empleara, ya sea desde sus trabajos que atañen al análisis
de los discursos, así como las que estudian la imbricación entre
los regímenes de saber y poder, están presentes en la reflexión
sobre el espacio disciplinar al cual hemos pretendido aproximarnos en este trabajo. En esta línea, hemos recogido la noción de psy-complex (Rose
1979, 1985; Ingleby 1979), de acuerdo a la cual es posible hablar de un dispositivo
psi, el cual, en tanto dispositivo, excede el mero espacio disciplinar y se
extiende y comprende a un dominio heterogéneo de agentes, prácticas
y discursos. Desde esta perspectiva, es posible reconocer a las psicoterapias
como tecnologías del yo incorporadas, a un mismo tiempo, a una doble
estrategia: por una parte, de normativización y disciplinamiento, con
sus procedimientos re-adaptativos y, por la otra, de integración global
al sistema, mediante la “gestión” (vía la autoevaluación
y la confesión) de la subjetividad (Castel 1972; Venn 1984; Rose 1985,
1996, 1999). Teniendo como ejes conceptuales estas aproximaciones, todas ellas críticas
respecto de la manera en la cual las psicoterapias constituyen sus objetos y
posiciones subjetivas, pretendimos introducirnos en la pregunta acerca de cómo
era actualizado lo “psi” en el espacio del mundo en el cual mi propia
práctica psicoterapéutica había sido realizada. Para ello,
optamos por desplazarnos de la perspectiva “normativa” de las instituciones
psicoterapéuticas, presentes en los manuales y textos sobre el tema.
Consideramos entonces que una manera de aproximarnos a lo que estaba sucediendo
en la práctica disciplinar local (área metropolitana de Caracas,
Venezuela) podía ser a partir de entrevistar a psicoterapeutas de diferentes
tendencias, quienes tenían un lugar discursivo privilegiado (Foucault
1969) para la presentación, discusión y evaluación de su
propia práctica. Dado que se trataba de un estudio exploratorio inicial, y siguiendo el marco
teórico-metodológico del análisis crítico del discurso
(Potter y Wetherell 1987; Parker 1990, 1992, 1996; Banister et al. 1994; Iñíguez
1995) realizamos entrevistas abiertas a psicoterapeutas cuyos enfoques teóricos
tuviesen un reconocimiento desde instituciones académicas formales (centros
universitarios de formación de psicólogos y psiquiatras) y nos
planteamos aproximarnos a enfoques de inserción más reciente. Para el análisis de las entrevistas, y en función de las reflexiones
y replanteamientos de nuestros procedimientos iniciales, nos centramos en dos
problemas básicos: 1. ¿Cómo es construido el campo de lo psicoterapéutico?
Para atender a este problema, orientamos nuestra búsqueda de forma que
la función y variabilidad (Potter y Wetherell 1987) las hemos considerado
en los términos foucaultianos (Foucault 1976) de “productividad
táctica”, inquiriendo entonces por “los efectos recíprocos
de saber-poder disciplinar” que estas construcciones aseguran. Con respecto a la primera pregunta, hemos señalado el modo en que el
espacio “territorial” de la psicoterapia es un efecto de su puesta
en relación con otros discursos y prácticas, en donde relaciones
jerárquicas, de analogía, de equivalencia, de complementariedad,
de diferenciación y de exclusión, permiten construir la psicoterapia
como un territorio con objetos y fines específicos, y que si bien en
ella pueden reconocerse trazos de diatribas históricas, éstas
son actualizadas de manera diversa, trazando permanentemente nuevos límites
en la apropiación de espacios territoriales. Nos parece importante recoger cómo este tipo de relaciones cumplen sus
funciones de productividad táctica (efectos recíprocos de saber
y poder disciplinar). Ya hemos señalado cómo la puesta en relación
con ciertos discursos y prácticas cumple la función de delimitar
y construir la psicoterapia como un territorio disciplinar con objetos y fines
específicos. En este sentido, hemos considerado que la construcción
de relaciones de ambigüedad y analogía con la medicina permite ubicar
la psicoterapia dentro del discurso científico-disciplinar, asegurando
un espacio de “autoridad” científica para esta práctica
(Ingleby 1985). Es interesante acotar que espacios psicoterapéuticos
“establecidos” (v.g. terapias humanista y psicoanalíticas)
así como otros discursos o modelos provenientes de teorías con
reconocimiento “científico”, pueden ser empleadas por enfoques
emergentes para obtener este tipo de reconocimiento. Otro tipo de relación
es la de equivalencia, que permite generar nuevos espacios de aplicación
en ámbitos cotidianos (counselling o consejería) o en la industria
(“intervenciones organizacionales centradas en la persona”), pero
que al mismo tiempo requieren de un esfuerzo disciplinar por establecer relaciones
de “diferenciación”, que permitan la apropiación por
la racionalidad tecnológica de lo “psi” de estos espacios,
asegurando lugares diferenciales de producción de saber y de experticia.
En cuanto a las relaciones de “exclusión”, ésta cumple
la función de “vigilancia policial” de las fronteras, y se
actualiza en la diferencia entre el qué y quiénes pertenecen al
campo disciplinar. Adicionalmente, hemos considerado importante subrayar cómo es construida
una oposición territorial-disciplinar entre lo “patológico”
(“apropiado” por la medicina) y lo “no-patológico”
(“apropiado” por la psicoterapia). Ello, si bien “despatologiza”
los “problemas” cotidianos, o “malestares del vivir”,
al mismo tiempo que desestigmatiza a los usuarios de los servicios “psi”,
es altamente productivo (en el sentido de “productividad táctica”)
al crear objetos y subjetividades “apropiables” por la psicoterapia.
Sin embargo, encontramos que esta oposición también tiene un efecto
“repatologizador” de todas aquellas experiencias de vida que no
pueden ser re-territorializadas (Deleuze y Guattari 1972 y 1980) en los términos
normalizadores y adaptativos de la psicoterapia (Rose 1985) y terminan por “naturalizar”
como enfermedad esos modos de estar en el mundo que han sido nombrados como
“psicosis” o “esquizofrenia” por los discursos psicopatológicos. Por otra parte, en relación con la segunda pregunta que orientó
a nuestros análisis, relativa a los procedimientos empleados por la disciplina
para producir un sujeto en términos de self, y a la que hemos denominado
estrategia individualizadora, nuestros resultados, debido a que están
limitados a lo producido durante las entrevistas, sólo recogen algunas
de las maneras en que esta estrategia se lleva a cabo. Las hemos agrupado en
tres categorías. La primera, la hemos denominado reducción a diagnóstico psicopatológico.
Esta estrategia produce la escisión entre individuo y sociedad, al mantener
la idea de que los problemas están localizados en el individuo, al mismo
tiempo que universaliza y ahistoriza y, por tanto, “naturaliza”
lo psicopatológico (Parker et al. 1995), permitiendo a la medicina y
a los profesionales “psi” apropiarse de la gestión de los
tratamientos a partir de esta individualización de cuerpos y subjetividades,
produciendo un “objeto” a la medida de los procedimientos interventores. La segunda estrategia que hemos podido reconocer, la hemos denominado individualización
del cambio, que, a su vez, hemos convenido en dividir en dos modalidades. La
primera de ellas es la objetivación de la intervención terapéutica,
mediante la cual se individualiza, es decir, se focaliza en un individuo (o
“grupo”) aislado, autónomo y con agencia, lo que ha de ser
“objeto de” intervención. Para ello, se dicotomiza la relación
interventor (terapeuta) - individuo “objeto de” intervención,
y se “objetiviza” (produciendo una relación de “exterioridad”)
aquello que debe ser intervenido. La segunda de ellas implica la omisión
del cambio del/la terapeuta en la relación terapéutica, a partir
del cual se individualiza el cambio en el sujeto que consulta, y el terapeuta
es concebido como “instrumento de cambio” (y no “sujeto de
cambio”). Ello implica la extracción de saber desde la relación
con quien consulta hacia los espacios de regularización institucional
de la práctica (supervisiones, terapias personales, presentaciones de
casos, publicaciones, etc.). La tercera y última de las estrategias que pudimos reconocer en nuestros
análisis, denominada por nosotras como la construcción de lo ‘intrapersonal’
presenta, a su vez, dos modalidades. La primera de ellas es la comunicación
intrapersonal, mediante la cual los conflictos múltiples y diversos son
recodificados en términos de problemas intrapsíquicos. Este tipo
de movimiento nos permitió dar cuenta del enlace entre una tecnología
del yo (en este caso, la intervención “psi”) con una estrategia
de poder, para una estrategia de gobernabilidad más eficiente (Foucault
1983; Rose 1996 y 1999). La segunda modalidad es la neutralidad analítica,
que, si bien ha sido considerada por Foucault (1954) y Castel (1973) en tanto
produce el extrañamiento de los sujetos (psicoanalizantes y psicoanalista)
de sus condiciones socio-políticas, nuestros análisis no sólo
han dado cuenta de esta vertiente, sino que también han reconocido cómo
es producida una “individualización de la enunciación”
al ser excluidas del campo “propio” del psicoanálisis las
producciones colectivas y los imaginarios sociales actualizados en esos enunciados
(Deleuze y Guattari 1977 y 1980), lo cual conduce a reducir las determinaciones
subjetivas a las coordenadas de las fantasías edípicas individuales. De estos resultados pueden derivarse apreciaciones positivas en cuanto a las
posibilidades que este marco teórico-metodológico ofrece. Por
una parte, introduce la preocupación por la incorporación disciplinar
en las prácticas de control y de dominio, lo cual proporciona criterios
para la evaluación de las prácticas disciplinares (profesionales,
de investigación, de enseñanza, etc.) y los tipos de objetos y
subjetividades que permanentemente construyen. Así mismo, al cuestionar
la oposición sujeto-objeto, permite reincorporar al “sujeto”
en la ciencia, y romper con la idea de una racionalidad científica únicamente
instrumental. Más que resultados, aun sin desestimar su valor heurístico, este
trabajo rescata la posibilidad de haber realizado un recorrido que permitiera
una reflexión no sólo sobre la práctica psicoterapéutica,
sino también sobre la propia perspectiva teórico-metodológica
empleada en la investigación. En este sentido, se aperturan una serie
de preguntas y dudas que discuten las fortalezas y debilidades de los enfoques
empleados en nuestra investigación. A partir de allí se inicia
una exploración hacia otras posibilidades de abordar una reflexión
sobre la práctica psicoterapéutica a la que el material de las
entrevistas invita, considerando las posibilidades que ofrecen las nociones
de dialogismo y de intertextualidad, abriendo el camino hacia lo que constituirá
nuestro proyecto de tesis doctoral.
Nuestro trabajo ha pretendido emprender un recorrido teórico-metodológico
teniendo como perspectiva la búsqueda de herramientas que pudieran ser
empleadas para dirigir una mirada reflexiva hacia la práctica psicoterapéutica.
2. ¿Cuáles son las estrategias que hacen posible la construcción
de un objeto “problematizable“ por la psicoterapia? Para ello, enfocamos
nuestros análisis hacia el reconocimiento de las estrategias empleadas
por la disciplina para producir a un sujeto como self individualizado, aislado
y centro de sus determinaciones, el cual es el objeto de la intervención
y/o tratamiento psicoterapéutico.