Athenea Digital. número 1- Primavera 2002

Latour, Bruno (1999)
La esperanza de Pandora. Barcelona: Gedisa. 2001.



Daniel López Gómez
Doctorado en Psicología Social. Universitat Autònoma de Barcelona

 

El último libro de Bruno Latour, La esperanza de Pandora, publicado por Gedisa en su colección de títulos de sociología Cladema, es definitivamente el mejor libro para entender el pensamiento de este sociólogo, antropólogo y filósofo francés. En él se recogen tanto sus trabajos críticos del pensamiento moderno como la puesta en práctica, en el ámbito de los estudios de la ciencia, de algunas de sus propuestas para salir del atolladero al que nos ha conducido.

Como ocurre con La vida en el laboratorio, Ciencia en acción o Nunca hemos sido modernos, La esperanza de Pandora se enmarca dentro de los denominados estudios sociales de la ciencia, una tradición de pensamiento e investigación derivada de la sociología del conocimiento científico que actualmente está teniendo un impacto muy importante en el ámbito de las ciencias sociales.

Los estudios sociales de la ciencia se han caracterizado por comprender y explicar en qué consiste y cómo se desarrolla ese abigarrado y misterioso entramado de relaciones que conectan la ciencia, la tecnología y la sociedad. Ya desde un inicio, dentro de esta tradición, uno de los más interesantes planteamientos que surgieron fue la teoría del actor-red (actor network theory, ANT), donde destacaron los primeros trabajos de Bruno Latour, La vida en el laboratorio o Ciencia en acción. Estos primeros trabajos tenían como finalidad ir más allá de los debates epistemológicos y entender cómo se elaboraba in situ eso que llamamos ciencia, es decir, la ciencia en acción. Para ello, como si se tratase de los trobriandeses para Malinowski, Latour realizó minuciosos trabajos etnográficos en diferentes laboratorios en los que analizaba los procesos y estrategias que conformaban esa ciencia heterogénea e híbrida que aún no ha sido purificada por los epistemólogos. Conceptos tan usuales en los trabajos de Bruno Latour como cajanegrización, enrolamiento o traducción surgen, precisamente, de estas investigaciones haciendo referencia a algunas de las dinámicas científicas más importantes.

Una de las aportaciones más interesantes de Bruno Latour en sus trabajos etnográficos sobre la actividad científica es el principio de simetría generalizado. Un principio que responde a la necesidad de los estudios sociales de la ciencia de explicar en los mismos términos no sólo la producción de la verdad y el error —como ya anticipó David Bloor en Conocimiento e Imaginario Social— sino también la propia producción de naturaleza y sociedad. En este sentido, Bruno Latour es extremadamente crítico tanto con planteamientos que matizadamente podríamos llamar "realistas" (ya que él defiende un realismo de otra índole), donde la realidad es algo totalmente externo a la actividad social de las personas y regulado por sus propias leyes, como con planteamientos socioconstruccionistas en los que la realidad es una construcción que se lleva a cabo en las relaciones y actividades que desempeñan las personas. Sus argumentos, que desarrolla básicamente en Nunca hemos sido modernos, parten de la idea que ambas posturas únicamente prestan atención a una ciencia purificada donde han sido demarcados a priori los polos de lo social y lo natural. Bruno Latour cree, sin embargo, que para entender el complejo entramado de sociedad, ciencia y tecnología es necesario ser a-moderno y adoptar una postura simétrica que preste atención a las relaciones de hibridación, dado que no es posible identificar y aislar elementos sociales, científicos o tecnológicos que sólo aparecen a posteriori cuando purificamos ese entramado y eliminamos sus relaciones.

La esperanza de Pandora supone el auténtico desarrollo de este pensamiento simétrico, ya que no sólo abre un espacio para ello mediante el debate con los "guerreros de la ciencia" (tanto realistas como socioconstruccionistas), tarea ya iniciada en Nunca hemos sido modernos, sino que elabora una serie de conceptos, algunos de ellos recuperados de sus primeros trabajos, que permiten explorar y entender las extrañas relaciones socio-tecnocientíficas sin tener que pasar por las diferentes dicotomías de las que dispone el pensamiento moderno. Por consiguiente, no se trata únicamente de un trabajo de crítica a dicotomías tan modernas como mente-realidad, lenguaje-realidad, sujeto-objeto, construcción-(realidad-en-sí) sino de una auténtica experimentación con conceptos que desuyo nos permiten abrir un nuevo horizonte para pensar las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad.

Bruno Latour sitúa La esperanza de Pandora en ese espacio que permite poner en relación a "unas ciencias humanas tradicionalmente tecnofóbicas y a una comunidad científica poco dispuesta a analizar su propia vocación científica". Un salvoconducto que, curiosamente, como muestra una y otra vez, transitamos tanto científicos como profanos a diario y que, sin embargo, por una extraña razón, nunca alcanzamos a recordar y, en algunos casos, ni siquiera a vislumbrar. Latour debe lidiar con esta especie de síndrome de Korskakov que nos acecha cada vez que intentamos recordar algo tan obvio y habitual: que combinamos y mezclamos las palabras y las cosas, que nos asociamos y ensamblamos con humanos y no humanos, que las cosas tienen historia, o que continuamente pasamos de la política a la ciencia. Y, efectivamente, lo consigue mostrando como todo esto es algo absolutamente cotidiano mientras que lo realmente retorcido e incomprensible es intentar separar las palabras de las cosas, la mente de la realidad o entender la realidad como construcción o realidad-en-sí.

De lo que se trata es de inspeccionar por qué hemos aceptado esta retorcida y amnésica cosmovisión. Latour es especialmente agudo cuando trata esta cuestión analizando una de sus manifestaciones más claras, la separación entre la mente-en-una-cuba y la realidad exterior implícita en la curiosa pregunta, ¿usted cree en la realidad?, con la que arranca el libro.

En esta pregunta identifica a dos extraños miedos. Por un lado, el miedo a perder la conexión con el mundo exterior, un miedo metódico y "sano" que lleva a la ciencia a perfeccionarse día a día; y, por otro lado, un irrefrenable y fundamental miedo al gobierno de las masas. Éste último, mucho más originario, es el que da sentido a la separación entre la mente-en-una-cuba y una realidad exterior a la que debemos intentar ajustarnos. El autor no se mete en un debate epistemológico sobre esta separación sino que se detiene en el extraño miedo a las masas y muestra de forma muy convincente que la polémica del Gorgias entre Sócrates y Calicles es una pantomima. Tanto la justicia basada en la verdad del conocimiento del primero, como la fuerza aristocrática del segundo, son reacciones contra el gobierno de las masas. Los dos están compinchados contra el pueblo y por eso discuten sobre qué tipo de inhumanidad es suficientemente potente para atajar la inhumanidad de las masas.

Como muestra Latour o el mismo Foucault en La verdad y las formas jurídicas, es evidente que el gobierno de la verdad defendido por Sócrates ha sido capaz de crear una fuerza que, al negarse como tal y situarse en un plano trascendente, es mucho más poderosa que el derecho natural del más fuerte para acallar a cualquier auditorio. Y, sencillamente, lo es por su astuta y retorcida imposibilidad. ¿De dónde sacó Descartes la idea de una mente-en-una-cuba separada de la realidad exterior para seguidamente preguntarse por un conocimiento basado en una correspondencia entre ambas?

Sin embargo, Bruno Latour propone volver sobre el camino recorrido y dejar de lado ese miedo al gobierno de las masas que funda la noción moderna del conocimiento y da sentido a la guerra de las ciencias, para, de una vez por todas, poder trabajar con una perspectiva simétrica más propia y adecuada a los estudios de la ciencia. Dejar de ver al pueblo como amenaza es el primer paso para iniciar un nuevo camino que permita pensar precisamente lo más cercano y cotidiano: cómo combinamos y mezclamos las palabras y las cosas, cómo nos asociamos y ensamblamos con humanos y no humanos, cómo adquieren historia las cosas, o cómo pasamos de la política a la ciencia.

"Ni anhelamos la certeza absoluta de un contacto con el mundo ni la absoluta certidumbre de una fuerza trascendente contra la indisciplinada turba. No carecemos de certidumbre, porque nunca hemos soñado con dominar al pueblo. Nosotros no vemos inhumanidad en quedar anulados por otra inhumanidad. Estamos hartos de humanos y no humanos. No necesitamos un mundo social para romper el espinazo de la realidad objetiva ni una realidad objetiva para silenciar a la masa. Es muy sencillo: aunque pueda resultar increíble en esta época de batallas científicas, nosotros no estamos en guerra."

Bruno Latour, decididamente, abre la caja de Pandora sin ningún miedo y empieza a experimentar con esos elementos borrosos, medio-sos y escurridizos que acostumbrábamos a encerrar y olvidar. Y, aunque son muchos y muy variados, algunos de ellos, como la referencia circulante, la proposición y la articulación, son puestos en funcionamiento en diferentes situaciones.

A través de un estudio de campo en el que unos edafólogos investigan en qué consiste la transición selva-sabana en una zona del Amazonas, muestra cómo la referencia circulante es un concepto extremadamente sugerente que le permite entender cómo estos científicos son capaces de tejer una y otra vez los signos y las cosas a partir de una cadena de traducciones que hacen de un determinado objeto de estudio algo simultáneamente tan variable, local y concreto como el ambiente en una determinada zona frondosa del interior de la selva amazónica de Boa Vista y tan estable, global y abstracto como un diagrama en un artículo científico circulando por multitud de bases de datos, bibliotecas y centros de investigación.

Pero no sólo es posible experimentar con conceptos a través de trabajos de campo de tipo etnográfico. En este libro Latour nos enseña que también es posible hacerlo con un trabajo documental de carácter histórico. En el análisis de la controversia entre Joliot y Pasteur sobre la posibilidad de que la fermentación fuera producto de una reacción estrictamente química o de la nutrición de un agente vivo como la levadura, Latour muestra, mediante los conceptos de proposición y articulación (tomados del filósofo Alfred North Whitehead), cómo es y cómo se comporta una entidad híbrida como la levadura sin, por ello, tener que asignarle una ontología lingüística-extralingüística o humana - no humana, ni tener que situarla fuera de la historia (1).

La riqueza de La esperanza de Pandora reside precisamente en que se trata de un auténtico experimento en el que se ponen a prueba diferentes conceptos —ya sea la referencia circulante o las proposiciones— para que se articulen de diferentes modos e intenten resolver y formular nuevos interrogantes científicos. Unos conceptos y unas preguntas que, desde el momento en que se abrió la caja de Pandora, no van a dejar de multiplicarse y de añadir realidad; y por qué no decirlo, diversión.

"Ten calma, sosiégate; cuanto más conectada esté una ciencia, mejor.

Bruno Latour es catedrático de Sociología en la École des Mines de París. En colaboración con Steve Woolgar escribió el estudio sociológico La vida en el laboratorio: la construcción de los hechos científicos. Es autor de Ciencia en acción, Pasteur: la lucha contra los microbios, y de Nunca hemos sido modernos. Además es compilador de numerosas obras sobre la historia y la sociología de la ciencia y la técnica. También es posible encontrar dos de sus ensayos publicados en castellano: «La tecnología es la sociedad hecha para que dure» y «De la mediación técnica: filosofía, sociología, genealogía» en el volumen de M. Domènech y F. J. Tirado, Sociología simétrica.

Notas

(1) Además le permite ir más allá de la noción de actante, ya que es un término que indica la ocasión de ser, "no es una posición, cosa, sustancia o esencia que pertenezca a una naturaleza compuesta por un conjunto de objetos mudos enfrentados a un lenguaje humano" y por tanto da una salida a la problemática respecto de la lingüisticidad del actante.